Miércoles, 04 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Requetecavilaciones II

por Guillermo Urbizu


La vida se nos muere poco a poco. Pero nunca del todo.

No puedo dar rienda suelta a todas las palabras que yo quisiera.

Algunos -pocos- hacen de la vida un poema (ese largo intento hacia la belleza). Para la mayoría la vida es sólo un problema.
 
¿Dónde está el peine? Un beso. Ponte un impermeable. Mirad como está el cielo.¿Quién no ha desayunado? Presta atención a lo que te digo. Recoged las habitaciones. Hoy creo que cobro. ¿Qué hacen ahí esos libros? Nadal ha ganado. No queda pasta de dientes. Adiós papi. ¿Y estas llaves? Rezad un poco. Llámame luego. Recuerda lo de hacienda. Aquí huele a muerto. ¿Y este café con leche? Un euro. O dos. Y mi alegría.

Creo que tengo todo lo que un hombre sensato, y perdidamente enamorado, puede desear. Ese mismo amor es la causa de la única sensatez posible.

"Urbizu es velocidad". Eso recuerdo que me decía alguien en plan socarrón hace más tiempo del que yo quisiera. Siempre me han comentado mi excesiva demora y calma a la hora de afrontar la vida. Y es cierto. La aceleración me mata, el correr de aquí para allá es para mí un espanto. No me gusta esa prisa crónica de la mayoría. Me gusta pararme y deleitarme y contemplar despacio y al detalle.

Creemos vida cualquier escapatoria. Dicen que es amor cualquier escombro.

Qué difícil es ser como uno es. Y dejar de representar todo eso que no somos.

No existe el mejor libro. Puede que sí exista el mejor lector. O el mejor lector de cada libro, o relato, o poema. Ese lector que revive en el lenguaje, o que renace en otros personajes, o que lee su propia alma en el papel.

El hombre que lucha, que se abre paso entre la vida y contra esa cronología que llena de niebla la vista.

Una mirada y una sonrisa suman infinito.

Debo comprar un regalo. Aunque en esto de los regalos deberíamos pararnos a pensar si tal vez el mejor de todos podríamos ser nosotros mismos: dedicando a la suegra un poco más de paciencia, a nuestra mujer esa ternura y ese oído, la frecuencia de una sonrisa al hermano, al padre una conversación confiada o, de vez en cuando, una carta manuscrita al amigo.

Vaya, parece que como tenemos pocos quehaceres la cosa está -para algún preboste del asunto de las letras- en si Dios se escribe con mayúscula o con minúscula. Dicha bobada ya es sintomática de como está el patio, y que desde luego entre los eximios también cunde lo lelo. Dios con minúscula -total para lo que pinta-, y ellos muy mayúsculos en su pasmada prosapia. 
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