Pentecostés 2011
Pentecostés 2011
El libro de los Hechos de los Apóstoles, nos acerca al misterio de Pentecostés (Cfr. Hch. 2, 111), narrándonos todos los detalles de aquel acontecimiento histórico, que marcó el inicio de la actividad apostólica de la Iglesia, en medio de las necesidades y realidades humanas. El domingo 12 de junio, como cristianos, unidos en la construcción de un mismo proyecto, celebraremos la solemnidad de Pentecostés, es decir, la llegada del Espíritu Santo, como una bocanada de aire fresco que renovó y dio valentía a los discípulos para que salieran y, desde ahí, fueran capaces de dar a conocer el evangelio. Tomemos en cuenta que ellos todavía se encontraban un poco tristes y afectados por la partida de Jesús, quien, a su vez, les había anunciado la llegada inminente del Espíritu Santo.
Los discípulos, no eran una élite venida de otro planeta, sino un grupo de pescadores que, al igual que nosotros, sentían miedo y se resistían a los cambios de la vida. No les parecía algo sencillo, aceptar la misión que Cristo les había encomendado, pues sabían que su tarea iba a desarrollarse en un ambiente marcado por la tensión y el peligro. A pesar de todo, cuando llegó la hora del Espíritu Santo, alrededor del misterio de Pentecostés, pudieron rescatar lo mejor de sí mismos, impulsando la fundación de las primeras comunidades cristianas.
El Espíritu Santo, sigue actuando hoy en día, generando nuevos liderazgos a favor de la vida y de la verdad, no obstante las dificultades y oposiciones que siguen imperando en algunos sistemas económicos y políticos de la realidad global. Como cristianos, no podemos escondernos, sino asumir la función que nos corresponde, abogando por los que no tienen voz. La presencia de los laicos en la política, no pretende ser un medio para que la Iglesia recupere el poder de antaño, sino la apuesta por la vivencia y defensa de los valores comunes a toda la humanidad. Aunque nos parezca extraño, el espíritu de Pentecostés, es decir, aquel que acompañó a Jesús a lo largo de su predicación itinerante, es quien nos impulsa a dar lo mejor de nosotros mismos, siendo audaces en la transformación de la sociedad.
El Espíritu Santo, como el amor que existe entre el Padre y el Hijo, quiere llegar a nuestras vidas, animándonos a distinguir entre lo esencial y lo accesorio. No podemos conformarnos con la realidad que nos está tocando vivir, sino hacer todo lo que esté en nuestras manos, para poner en práctica el sentido de Pentecostés, imitando la fidelidad creativa de la Santísima Virgen María, quien se mantuvo a los pies de la cruz. Digamos, junto con ella: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en nosotros el fuego de tu amor.
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