Este poema quiere ser un grito
por Guillermo Urbizu
Yo venga a escribir del amor, de la belleza, del alma, de la ternura, de las caricias.
Yo venga a escribir sobre la hermosura de una flor cualquiera recién abierta.
Yo venga a escribir sobre la brisa o la nostalgia de aquella infancia estremecida.
Yo venga a escribir sobre los destellos de la luz en la mirada de la vida.
Yo venga a escribir de los poemas con los que me cruzo por las calles y avenidas.
Yo venga a escribir de las nubes, de las ventanas o del talle de unos juncos.
Yo venga a escribir de sueños y más sueños que comparten conmigo los días.
Yo venga a escribir sobre la intimidad del hombre, detalle a detalle.
Yo venga a escribir de literatura, espejos, palomas, Venus y otras veleidades.
Yo venga a escribir de la demora que exige el tiempo, prescindiendo de la prisa.
Yo venga a escribir de esa larga despedida que son las cosas.
Yo venga a escribir de Dios y de la melancolía que me produce la lluvia.
Yo venga a escribir de la confidencia de la poesía en unos labios o en unas hojas.
Yo venga escribir sobre todas esas cosas, sobre su armonía,
sobre la plegaria del color naranja en una rosa.
Yo venga a escribir sobre el resplandor azul del alma
y la posibilidad de ser feliz por los siglos de los siglos.
Pero unos cafres blasfeman y profanan a Cristo
con la parsimonia y el descaro de las autoridades.
¿Y qué hago yo ahora? ¿En qué palabras pongo el alma?
¿Cómo puedo permitir que esas vilezas sucedan sin que yo diga nada,
sin que mi poema denuncie dicha persecución en mi propia España?
Pues grito ahora en cada palabra, sí, grito,
y clamo al cielo y a la paz y al corazón de los ciegos.
¡Dios, sálvanos de estos hombres, haz que vean tu mirada!
Y perdónanos a todos.
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