Miércoles, 04 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Algunos de mis escolios en Facebook (y III)

por Guillermo Urbizu


¡Dios! En un movimiento instintivo me recojo y rezo, y me agarro al primer libro que encuentro, no sabría decir el motivo. Resulta ser "Cenotafio", una antología poética de Jaime Siles que acaba de publicarse en Cátedra. Me agarro a él y pienso en el dolor personal de cada hombre: en su presente, en su esperanza.

¿El hombre podría vivir sin los misterios? Algo similar se preguntaba Rilke. Y yo me digo: ¿podría el hombre vivir sin la poesía? En apariencia sí, pero creo que sin ella, y lo que implica, no duraríamos ni dos telediarios.

Ir de frente, directo a la batalla, blandiendo con fervor y fuerza el alma.

Si ser feliz es una enfermedad, yo estoy en las últimas, agonizo. De un momento a otro daré el último suspiro. ¡Y qué gozo!

Después lo debes de contar, aunque te inventes algo. La realidad es la idealidad.

Tengo que reseñar varios libros pendientes, leídos y finiquitados. Pero no encuentro el momento para nada. Saldría a la calle, para seguir el rastro del sol por las aceras, y fijarme en la gente y en el movimiento de mis zapatillas verdes. Y no pensar demasiado. Sentir como la luz se disuelve en la mirada.

¿No os pasa que cuando vais por una calle más o menos solitaria y se acerca una persona hacia vosotros, y esa persona lleva unos libros en la mano, sentís una íntima tranquilidad y un regocijo inevitable, y la curiosidad por saber de qué títulos se trata?

Escriben el verso de Alberti: “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”. Y yo apunto: Yo era un poco tonto y lo que he ido viendo me ha hecho espabilar bastante.

El mar... Ese horizonte de agua y luz. Ese resplandor de espuma y Dios.

¿Por qué se me olvida el alma en cualquier sitio?

(Sobre la belleza)
La belleza te transporta, te cautiva, quedas preso en ella, e intentas expresarla, transmitirla, compartirla. Duele no poseerla del todo, no entrar de lleno en su armonía de color o de sonido o de luz o de... La belleza es el resplandor de Dios -Su liturgia-, una señal, un signo, una delicia, que nos toca descifrar con alma. La belleza es una de las manifestaciones más solemnes del Amor. En realidad, cuando la sientes, es amor lo que sientes, un gozo de enamorado, y quieres colmar el anhelo, la sed, el deseo. Eso quieres: hacerla tuya, ser suyo. Ser en plenitud.

Que Dios reparta inspiración. (Lo de la suerte dejémoslo estar, y el esfuerzo corre de nuestra cuenta).

El olor de la lluvia. Cerrar los ojos durante un momento (con la mirada bien abierta). Y ver una calle de tierra, arrastrada por el agua del tiempo.

Tantas y tantas cosas... Como volver a sentir la primavera, o pasear de su mano por enésima vez las mismas calles.
 
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