Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Un abrazo como Dios manda

por Guillermo Urbizu


Un sábado por la tarde. Con nuestros tres hijos. Mi mujer tejiendo una larga y amorosa bufanda roja. ¿Qué película vemos? La que se monta. Lo de siempre. Cada uno quiere una distinta. Yo sueño con poder ver de nuevo Tierras de penumbra o Regreso a Howards End o Mucho ruido y pocas nueces. “¡Por Dios, papá, déjalo estar!”. Vale, vale, me callo. Y me callé. Preparé unos bocadillos. Persistía la discusión sobre quién elegía. Entonces puse en práctica uno de los deberes más importantes del oficio de padre: cortar por lo sano. Y elegí yo la película, mientras escuchaba los consabidos murmullos que no acababan de fiarse del buen gusto del padre. ¡Ilusos! Pues sí, pese a quien pese elegí. Opté por una película estupenda, una de esas películas que te hacen sentirte mejor, que te hacen pensar en cómo está uno afrontando su propia vida. Una de esas películas donde el espectador se conmueve y quizá aprende a valorar un poco más lo que tiene en su propia casa. Pues no se trata más que de eso: de una familia. De la generosidad de unos padres, del amor por nuestros semejantes. Elegí ver The Blind Side (traducida en España como “Un sueño posible”). Una peli de la Warner Bros Pictures. Con una interpretación de ensueño de Sandra Bullock. Una mujer de mis años, una mujer nacida en Arlington (Virginia), una mujer sencillamente encantadora.
 
Mi familia acabó conformándose. Los murmullos y protestas se fueron apaciguando. “Antes de nada bendigamos la mesa”. “¡Venga papá…!”. ¡Qué impaciencia! Y comenzó la fiesta. Esa sintonía inicial, ese ir buscando una buena postura, esa última broma por mi parte: “¿La escuchamos en inglés?”. “¡¡¡Papá!!!”. Y la historia de la película iba calando. No se movía nadie. Ni un ruido. Una familia. La mía. Y la familia de la película, donde estaba muy claro que el centro de todo era el amor, el darse desinteresadamente, el no pasar de puntillas ante el sufrimiento ajeno, porque el sufrimiento nunca nos puede resultar ajeno, y menos a una familia cristiana. Es extraordinario lo que consigue una buena historia -en este caso basada en hechos reales-, lo que consigue un buen guión. Pero quería fijarme en un hecho de The Blind Side, algo pequeño, quizá sin más trascendencia, que me conmocionó desde la primera vez que caí en la cuenta. Algo tan sencillo como un abrazo. En un determinado momento Leigh Anne (el personaje que interpreta Sandra Bullock) le da un abrazo al grandullón Michael Other (protagonizado por Quinton Aaron). Ante el escaso entusiasmo de Michael, le interpela rápidamente Leigh Anne: “Michael, dame un abrazo como Dios manda”. Un poco más allá del metraje la situación es a la inversa. Leigh Anne se ha encerrado en el coche, no puede aguantar la emoción, quizá el dolor de separarse de Michael. Pero éste va hacia el coche, la llama y cuando la llorosa Leigh baja la ventanilla, Michael le espeta: “¿Y el abrazo como Dios manda?”. En esa escena se resume todo, está toda la película.
 
El abrazo como Dios manda. Este ha sido el principal mensaje que me ha transmitido esta gran película de John Lee Hancock. Desde entonces me abrazo a la gente siempre que puedo. A familiares y amigos sobre todo. Con un abrazo fuerte, que rodea el cuerpo de la otra persona con toda el alma. Un abrazo ancho, enérgico a la vez que sereno. Un abrazo callado, que no deja indiferente. Un abrazo como Dios manda, efusivo, intenso, que exprese por si solo el cariño y la necesidad que tenemos todos de amarnos, de sentirnos queridos. Y cuando paso por peores momentos o cuando siento que mi mujer está cansada o veo que lo necesita un hijo o un sobrino, en seguida necesito acudir al abrazo mientras digo: “Dame un abrazo como Dios manda”. Y te aferras a ese abrazo, y te sujetas bien a la esperanza que es siempre el amor, el cariño y el afecto. Como Dios manda que nos queramos, que nos ayudemos, que nos acojamos los unos a los otros. Para que no nos sintamos solos, para que vayamos al quicio de la vida. Y no nos olvidemos nunca de que el origen de lo que somos estuvo en un abrazo. Como Dios manda. Como Dios nos quiere.
 
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