Porque nos queremos
por Guillermo Urbizu
Cualquier oportunidad es buena para celebrar el amor de tu mujer (o de tu marido, según sea el caso). Decirle que le quieres hasta que te diga una caricia al oído. Recordar juntos los desafíos más inverosímiles que tiene el estar enamorado de una persona tan poco corriente. “¿Sabes que eres muy guapa?” (o guapo, si habla la señora). Mientras palpas su rostro con los dedos y aprendes de memoria su alma. Cualquier oportunidad es buena. Hoy, por ejemplo. ¿Para qué esperar? Hoy, hoy. Escucha: te quiero. Parece que siempre es lo mismo. Pero no, te veo distinta (o distinto). Y el amor es una música que cada vez se interpreta con matices muy diversos. Por Dios -y perdona si te molesto-, no te mueras. Quédate así, como estás ahora, porque no quiero dejar de mirarte. Eres mi cuerpo, y debo cerciorarme de que respiras. De que me respiras a cada instante. Estás en el interior y alrededor de mí, y eres de fuego. Porque me enciendes de gozo, en el sobrenatural relámpago de tus ojos. Somos uno. No te vayas a ningún sitio. Tu lugar soy yo. Soy tu viaje y tu negocio y tu intimidad. Juntos exploraremos el viento y la arena submarina de todos los mares. Háblame, escríbeme… o cállame en la apoteosis de un beso. Cuando me llamas -no creo que te des cuenta- me estremezco, las manos se me mueven a cámara lenta, y miro con más detenimiento las cosas, aunque sea de noche. Haces que me fije en detalles inauditos, como por ejemplo en las vocales de tu nombre, que abren mi boca al fragor de tu hondura. O me fijo en las olas de las sábanas, que nos arrastran hacia dentro, hacia el confín de la ternura. Tú, nada más. ¿Qué quedaría de mí si no estoy contigo? En mi mente sólo te quiero a ti, y día a día vaciarme de todo lo demás. No, no habrá muerte para ninguno. Porque nos queremos.
Comentarios