Miércoles, 11 de diciembre de 2024

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Cristina, hija mía

por Guillermo Urbizu


Me pareces mentira. Cada vez que te veo me parece un sueño. Y me pasa como ahora, que me quedo mirándote boquiabierto. Pero eres de verdad, ya lo creo, una verdad de grandes ojos tiernos, atentos a todo lo que vas descubriendo en la vida. A todo lo que me vas descubriendo, con sólo escudriñar tu mirada. ¡Qué de verdad eres! ¡Qué de verdad crece tu alma hacia arriba y hacia dentro! Cuando te escucho, siento un asombro. Quieres saberlo todo. Tu curiosidad despliega un galimatías de dudas, anhelos y sueños. Y leemos a veces poemas, o hablamos de novelas, o de filosofía. O quizá nos vamos por las nubes o recorremos el entramado de las células de cara a algún examen. Yo soy feliz contigo, hija mía. Me hace muy dichoso que seas como eres. Pero yo soy lo de menos. Lo que importa es que al abrir la puerta de tu cuarto pronuncies una amplia sonrisa. Con el corazón de par en par: queriendo. “¡Hola papi!”. Eso es lo que te hará más fuerte, lo que atraerá más de ti: el cariño. Porque ya me dirás en qué para la vida después de todo. Y perdona que me ponga solemne, aunque ya sé lo que te gusta Jorge Manrique. Cristina, es cierto, la vida es un suspiro. Ahora puede que apenas lo notes y sólo sientas su pujanza, que germina en cada uno de tus días, con esa alegría y esa perspectiva tan romántica que tienes. Pero tarde o temprano llegan las heridas, y la lucha se hace más encarnizada y se nos va desangrando por ellas la inocencia, y esa manera más sencilla de mirar las cosas. De todas formas tranquila. Ya ves a tu padre, que anda empeñado en lo contrario de lo que se suele: en ir al grano del alma, en demorarse en un poco de brisa, o en volver siempre que puede al mismo sauce o al rescoldo de un atardecer como Dios manda. Cristina, vamos a ver, lo que verdaderamente cuenta es que nadie mangonee en tu alma, que nadie te quite nunca la raíz de tu nombre: la felicidad de Cristo. Y que esa felicidad la hagas extensiva a los demás, que se note en tu trabajo y en tus gestos, y en el silencio que dejen las palabras que digas. Para que seas la mejor debes ser mejor, con una bondad a prueba de miedos y bagatelas, de desalientos y cobardías. Así, como eres, con ese nervio, con esas ganas que tienes. Felicidades por cumplir diecisiete. 
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