Domingo, 24 de noviembre de 2024

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"365 días con Juan Pablo II"

por Guillermo Urbizu


365 días no. Con Juan Pablo II hay que tratar de por vida. Inmersos en su ejemplo heroico de servicio a Dios y al mundo. Sus escritos son parte de su intercesión para acercar a las almas a Dios, sin duda. Por la inteligencia de la razón y por el amor del corazón. Filosofía, teología, ascética, poesía.... Todo ello hecho piedad, comunión con Cristo y vanguardia de la fe. Doctrina y mística, testimonio constante de esperanza. Juan Pablo II dedicó su vida a Dios y a los demás. Completa entrega, sin resquicios. Oración y estudio. Lectura y escritura. Pasión por la vida, por la gracia, por la gloria de Cristo. Contemplación de la belleza, constante búsqueda de la ternura de María como intercesión, de una visión más nítida de la presencia de Dios en el tiempo, en cada momento. “Búsqueda de una respuesta exhaustiva”.

Juan Pablo II parte de dos premisas tanto en su vida como en su obra: la fidelidad al amor de Dios y la devoción a María, Madre de Dios y Madre nuestra. Juan Pablo II fue siempre un inconformista. Leyendo su biografía uno se da cuenta de que necesitaba profundizar, de ir al busilis de las cosas -como diría mi maestro Vicente Polo-, de que lo superficial no casaba con la santidad que Dios le pedía. Ahondaba en la Palabra de Dios y en los sacramentos, ahondaba en las almas y en el sentido de la historia, ahondaba en la naturaleza y en el entramado sobrenatural de cada día, ahondaba en la mirada de Cristo (y en sus llagas). La cronología de su vida -plena de intensidad, drama y lucha- es una constante y progresiva identificación con el Maestro. A su innata, pero trabajada inteligencia, se le unía una recia voluntad y una sensibilidad exquisita. Dios en cuanto Sumo Poeta. Escribe a un amigo en 1939: “Te saludo en nombre de lo Bello, que es el perfil de Dios”. La existencia anclada en el amor inconmensurable de Dios, en una poética inefable de la que a veces vislumbramos destellos y por la cual Juan Pablo II no dejó nunca de dar gracias. De hecho su vida y su obra son una prolongada, esencial y radical acción de gracias a Dios.

Por eso nos viene al pelo este libro-antología que ha compuesto el carmelita descalzo y profesor Aldino Cazzago (actual director de la prestigiosa revista de teología Communio). 365 días con Juan Pablo II (editorial San Pablo) es una recopilación de textos que abarcan no sólo el pontificado de JPII, también hay poemas, cartas u homilías anteriores a su elección. El resultado es, y nunca mejor dicho, antológico, excepcional. Vamos siguiendo el pensamiento y el alma de JPII día a día, a través de todos esos fragmentos que sirven al lector para rezar (¡qué importancia tienen esos ratos de diálogo con Dios!), para impulsarse hacia el meollo de la divinidad, para pensar, “para valorar en todas sus dimensiones la grandeza de nuestra dignidad humana”, para profundizar en la liturgia y en la fe. En definitiva, para no quedarse en una creencia superficial o cómoda: tibia. Resulta fascinante la clarividencia filosófica y teológica de Juan Pablo II. “El hombre debe vivir de la verdad, debe buscarla, debe tender a ella. No puede obrar sin ella, no puede vivir en la mentira. Un clima de mentira es un clima contra el hombre”.

Según vaya pasando el tiempo veremos más y más clara la importancia de Juan Pablo II. En todos los órdenes. Por de pronto este libro me lleva a querer leer, o volver a leer con más detenimiento encíclicas como Fides et ratio o Redemptor hominis. O las nunca suficientemente ponderadas Carta a las familias o la Carta a los artistas. Son lecturas indispensables. Habitemos este libro, lleguemos como diría Nicolás Gómez Dávila, a su clima, al núcleo desde donde mana toda esa energía espiritual que sigue atrayendo a las almas a una verdadera conversión. Nunca se me podrá olvidar el inicio de la encíclica Veritatis splendor: “El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios”.
 
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