Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

«La Iglesia ama a los homosexuales, por eso rechaza el matrimonio gay»: dicen los obispos de México

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El estilo de vida gay y su promiscuidad va acumulando heridas emocionales y físicas y una soledad especialmente dura al envejecer - es mejor invertir en amistades castas
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La Iglesia Católica mexicana se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo porque no quiere que los homosexuales sufran "los daños que este tipo de unión suele provocar", publicó el semanario Desde la Fe.

"Como Madre, la Iglesia se preocupa por todos sus hijos; quiere que estén lo mejor posible, y si percibe que corren algún riesgo, se los advierte", apuntó en un texto la publicación que edita la Arquidiócesis de México cada domingo.

"La Iglesia se opone porque no quiere que nadie sufra los daños que este tipo de unión suele provocar: daños a la salud física, psicológica y espiritual", afirmó.

De acuerdo con la publicación, "el cuerpo humano no está diseñado para la relación homosexual" y el sexo entre personas del mismo sexo "no puede ser considerado una ´alternativa normal´, y mucho menos saludable".

La nota hizo referencia a un informe del programa conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA, emitido hace dos años, que señala que "los hombres que tienen sexo con otros hombres son los principales propagadores de enfermedades de transmisión sexual".

Indicó que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) reportaron que en 2010 "los hombres que tienen sexo con hombres sumaron el 78 por ciento de nuevas infecciones de VIH (virus de la inmunodeficiencia humana, causante del sida) entre los hombres y el 63 por ciento de todas las nuevas infecciones".

Mencionó además que "más del 50 por ciento de los homosexuales que sostienen relaciones sexuales contraerán algún tipo de enfermedad de transmisión sexual: VIH, herpes, papiloma humano, sífilis, gonorrea, etc.".

Este escenario lo calificó de "un grave problema de salud pública porque la mayoría de los homosexuales reconoce tener adicción al sexo, e inclinación hacia un estilo de vida promiscuo".

El texto identificó como única solución "la continencia" y cerró el texto asegurando que "la Iglesia no odia a los homosexuales; los ama, y sufre si ellos sufren, por eso se opone el ´matrimonio gay´, porque quienes participan en este tipo de unión tienen una altísima probabilidad de terminar con una grave enfermedad".

Texto íntegro del documento de la archidiócesis de México
Es muy común que cuando un niño sale por primera vez al kinder o a la escuela, su mamá lo llene de recomendaciones (que si hace frío no se quite el sweater, que si hace calor no se asolee; que coma lo que le preparó y no lo intercambie por comida ‘chatarra´, que no beba agua de la llave, que si un compañerito estornuda, no se le acerque), todas nacidas de su corazón amoroso de madre, que no quiere que su hijito se enferme.

Y no importa si sus consejos son o no bien recibidos, ella los hace de todos modos.

Así pasa con la Iglesia. Ella, como Madre, se preocupa por todos sus hijos, quiere que estén lo mejor posible, y si percibe que corren algún riesgo, se los advierte.

Es el caso del llamado ‘matrimonio gay´.

La Iglesia se opone porque no quiere que nadie sufra los daños que este tipo de unión suele provocar: daños a la salud física, psicológica y espiritual.

Consideremos en este número el daño a la salud física.

El cuerpo humano no está diseñado para la relación homosexual.

La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.

En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente: causando sangrados, infecciones, y eventualmente incontinencia, pues con el continuo agrandamiento, el orificio pierde fuerza para cerrarse.

Además, el miembro que penetra el ano entra en contacto con materia fecal, fuente de incontables bacterias y microbios, y ésta es ingerida si después se practica sexo oral. Ello no puede ser considerado una ‘alternativa normal´, y mucho menos saludable.

También en el sexo lésbico puede haber contagio de enfermedades de transmisión sexual, así como daños por la penetración de objetos que sustituyen el miembro masculino.

Según informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA, emitido hace dos años, los hombres que tienen sexo con otros hombres son los principales propagadores de enfermedades de transmisión sexual.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) reportaron que en 2010, "los hombres que tienen sexo con hombres sumaron el 78 por ciento de nuevas infecciones de VIH entre los hombres y el 63 por ciento de todas las nuevas infecciones".

Más del 50 por ciento de los homosexuales que sostienen relaciones sexuales contraerán algún tipo de enfermedad de transmisión sexual: VIH, herpes, papiloma humano, sífilis, gonorrea, etc.

Es un grave problema de salud pública porque la mayoría de los homosexuales reconoce tener adicción al sexo, e inclinación hacia un estilo de vida promiscuo.

Aun sabiendo esto, la Iglesia insiste como pedía san Pablo, a tiempo y a destiempo, en que la continencia es la única solución.

Y cabe añadir, que así como sucede cuando el niño al que su mamá hizo recomendaciones, no las sigue y se enferma, que ella no lo rechaza sino lo atiende amorosamente, también la Iglesia Católica dedica su amoroso cuidado maternal a los homosexuales que enferman por tener relaciones sexuales.

Por ejemplo, cuando surgieron los primeros enfermos de SIDA y nadie se les quería acercar, no los ayudaron quienes aplaudían su estilo de vida, ni los que critican a la Iglesia por oponerse al uso del condón (del que se sabe que deja pasar virus microscópicos así que realmente no ofrece segura protección), los ayudó la Iglesia Católica, que les abrió las puertas en sus centros de salud atendidos por religiosas y un caritativo personal, que les dio atención digna hasta el final.

La Iglesia no odia a los homosexuales, los ama, y sufre si ellos sufren, por eso se opone el ‘matrimonio gay´, porque quienes participan en este tipo de unión tienen una altísima probabilidad de terminar con una grave enfermedad.
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