Si los niños son productos, todo vale: es oferta y demanda
Inglaterra legaliza producir humanos con 3 progenitores: matan 2 embriones para fabricar un tercero
Ya no es verdad que madre hay solo una. Lo ha dicho la ciencia y también el Parlamento inglés.
La Cámara de los Comunes, con 382 votos a favor y 128 en contra, ha aprobado la ley denominada Human Fertilisation and Embryology Act, que da via libre a una técnica que prevé la creación de embriones [humanos, es decir, seres humanos en edad embrionaria, nota de ReL] con patrimonio genético de tres progenitores. Es probable que la Cámara de los Lores dé también su aprobación.
La técnica consiste en lo siguiente: se coge un cigoto - la primera célula de un nuevo ser humano nacida del encuentro entre ovocito femenino y espermatozoo masculino - y se le quita el núcleo, que se inserta en otro cigoto al que se le ha quitado su núcleo. Este nuevo cigoto tendrá, por consiguiente, el patrimonio genético de un hombre y de una mujer presente en el núcleo y una mínima parte (entre el 0,2 y el 0,5%) de patrimonio genético presente en las mitocondrias del ovocito, patrimonio por lo tanto que pertenecerá a otra mujer.
Resultado: el niño tiene tres progenitores biológicos. Dos madres y un padre.
Entre paréntesis: el lector atento se habrá dado cuenta de que para obtener este tercer embrión se han tenido que sacrificar otros dos embriones.
Coges uno, pagas dos.
Obviamente, como sucede siempre en estos casos, el juego de prestidigitación genético se ha hecho con un buen fin. La madre que tiene defectos en sus mitocondrias y no quiere tener un hijo con un ADN tarado podrá, a partir de ahora, pedir que sean sustituidos por los de otra mujer.
En resumen, ya se donan los ovocitos y los espermatozoos, no le hagamos ascos ahora a las mitocondrias.
Tiene poca importancia que la Food and Drug Administration haya informado que en los EEUU ya han nacido 23 niños con esta técnica y que los 23 tienen malformaciones. La ciencia, se sabe, procede por intentos (a veces mortales).
¡Y menos mal que Jane Ellison, Ministra de Sanidad [británica], ha declarado que esta votación representa “la luz al final del túnel”!
Tal vez los ingleses han pensado que para hacer frente a tanto divorcio, cuyo resultado es que sus hijos crezcan con un solo progenitor, era necesario inventarse algo para tener más progenitores para un mismo hijo. Una especie de compensación biológica para permanecer en la media "un hijo/dos progenitores".
Hemos llegado a la "multiprogenitorialidad" biológica porque nos hemos acostumbrado a la social.
Hace tiempo que los extraños juegos en probetas regalan al mundo niños con más progenitores.
Pensemos en la fecundación in vitro heteróloga, en la que un bebé puede tener cuatro progenitores: dos biológicos que han donado la semilla y dos "de facto".
Después tenemos la variante del “vientre de alquiler”:
-el pequeño puede ser concebido por un hombre y una mujer,
-luego una segunda "madre" lo lleva en su vientre
-y, por último, crece con una pareja que no tiene nada que ver genéticamente con el niño. Una familia con cinco progenitores, un poco virtuales y un poco verdaderos.
El caso de las dos madres es ya habitual. Hablamos de las parejas de lesbianas que tienen un hijo con la fecundación heteróloga.
Por lo tanto, la idea de que pueda haber más progenitores para el mismo niño es ya de dominio público y ha preparado el camino para aceptar la idea de que la "poliprogenitorialidad" no sea sólo "social", sino también biológica.
Este hecho que viene de Inglaterra plantea además la involución del significado de familia. La progenitorialidad ya no es un valor, sino un hecho. Un hecho orgánico.
El niño es solamente el producto de sustancias orgánicas que se encuentran.
Entonces, ¿por qué escandalizarse si en la batidora procreadora meto trozos de ADN procedentes de dos o tres personas y después la hago girar a la velocidad máxima?
Más bien al contrario, en la perspectiva despreocupada de algunos, el sincretismo y el eclecticismo genético podrían ser incluso un valor. El niño patchwork o el niño multimarca podría ser el resultado creativo de la mezcla de lo mejor que hay en el mercado.
Por otra parte, el hijo como “cosa” es un concepto antiguo, que tiene casi 40 años: de hecho, desde 1978, cuando nació Louise Brown, la primera niña producida en probeta.
Desde entonces, via libre a:
- las concepciones post-mortem, en las que el niño nace y el padre está ya muerto desde hace años;
- a los embriones quimera, un poco humanos y un poco bovinos;
- a la clonación tipo Andy Warhol, porque la producción en serie es un valor no sólo en el arte.
El hijo es considerado un objeto de partes ensambladas porque, con el aborto, se ha cortado el vínculo con los padres.
El aborto no solo ha matado al no nacido, sino también la maternidad y la paternidad, porque allí donde no hay un hijo no hay tampoco una madre y un padre.
Por lo tanto, una vez tirada en el foso la progenitorialidad tal como nos la entregó la madre naturaleza, ahora la podemos reinventar como queramos.
Eliminado el vínculo natural con mamá y papá, puedo multiplicar este vínculo por tres, por cuatro, etc. O puedo reducirlo al mínimo.
De hecho, ya se está estudiando la hipótesis de concebir un hijo con dos gametos procedentes de la misma persona, que será madre y padre a la vez.
En el caso inglés, la identidad del hijo – que se construye en la relación dual con mamá y papá - es triplicada y, por consiguiente, fragmentada.
Pero también la identidad de estos progenitores en cooperativa se fragmenta, más bien se diluye proporcionalmente al número de madres y padres en juego.
Los roles obviamente se pierden porque ninguno tiene ya la exclusiva del nombre "mamá" o "papá", términos que ya son multipropiedad. O bien los roles se superponen: la crónica relata el caso de madres que han prestado el útero a la hija para hacer nacer a su nieto. Abuelas-madres.
Una multiplicación de los progenitores que parece, por último, surreal: cada vez menos hijos, cada vez más progenitores.
El invierno demográfico es expulsado por un verano progenitorial exuberante, pero desesperado.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares; el autor, Tommaso Scandroglio es profesor de ética y bioética en la Università Europea di Roma, experto en filosofía del derecho y miembro de Juristas por la Vida)
La Cámara de los Comunes, con 382 votos a favor y 128 en contra, ha aprobado la ley denominada Human Fertilisation and Embryology Act, que da via libre a una técnica que prevé la creación de embriones [humanos, es decir, seres humanos en edad embrionaria, nota de ReL] con patrimonio genético de tres progenitores. Es probable que la Cámara de los Lores dé también su aprobación.
La técnica consiste en lo siguiente: se coge un cigoto - la primera célula de un nuevo ser humano nacida del encuentro entre ovocito femenino y espermatozoo masculino - y se le quita el núcleo, que se inserta en otro cigoto al que se le ha quitado su núcleo. Este nuevo cigoto tendrá, por consiguiente, el patrimonio genético de un hombre y de una mujer presente en el núcleo y una mínima parte (entre el 0,2 y el 0,5%) de patrimonio genético presente en las mitocondrias del ovocito, patrimonio por lo tanto que pertenecerá a otra mujer.
Resultado: el niño tiene tres progenitores biológicos. Dos madres y un padre.
Entre paréntesis: el lector atento se habrá dado cuenta de que para obtener este tercer embrión se han tenido que sacrificar otros dos embriones.
Coges uno, pagas dos.
Obviamente, como sucede siempre en estos casos, el juego de prestidigitación genético se ha hecho con un buen fin. La madre que tiene defectos en sus mitocondrias y no quiere tener un hijo con un ADN tarado podrá, a partir de ahora, pedir que sean sustituidos por los de otra mujer.
En resumen, ya se donan los ovocitos y los espermatozoos, no le hagamos ascos ahora a las mitocondrias.
Tiene poca importancia que la Food and Drug Administration haya informado que en los EEUU ya han nacido 23 niños con esta técnica y que los 23 tienen malformaciones. La ciencia, se sabe, procede por intentos (a veces mortales).
¡Y menos mal que Jane Ellison, Ministra de Sanidad [británica], ha declarado que esta votación representa “la luz al final del túnel”!
Tal vez los ingleses han pensado que para hacer frente a tanto divorcio, cuyo resultado es que sus hijos crezcan con un solo progenitor, era necesario inventarse algo para tener más progenitores para un mismo hijo. Una especie de compensación biológica para permanecer en la media "un hijo/dos progenitores".
Hemos llegado a la "multiprogenitorialidad" biológica porque nos hemos acostumbrado a la social.
Hace tiempo que los extraños juegos en probetas regalan al mundo niños con más progenitores.
Pensemos en la fecundación in vitro heteróloga, en la que un bebé puede tener cuatro progenitores: dos biológicos que han donado la semilla y dos "de facto".
Después tenemos la variante del “vientre de alquiler”:
-el pequeño puede ser concebido por un hombre y una mujer,
-luego una segunda "madre" lo lleva en su vientre
-y, por último, crece con una pareja que no tiene nada que ver genéticamente con el niño. Una familia con cinco progenitores, un poco virtuales y un poco verdaderos.
El caso de las dos madres es ya habitual. Hablamos de las parejas de lesbianas que tienen un hijo con la fecundación heteróloga.
Por lo tanto, la idea de que pueda haber más progenitores para el mismo niño es ya de dominio público y ha preparado el camino para aceptar la idea de que la "poliprogenitorialidad" no sea sólo "social", sino también biológica.
Este hecho que viene de Inglaterra plantea además la involución del significado de familia. La progenitorialidad ya no es un valor, sino un hecho. Un hecho orgánico.
El niño es solamente el producto de sustancias orgánicas que se encuentran.
Entonces, ¿por qué escandalizarse si en la batidora procreadora meto trozos de ADN procedentes de dos o tres personas y después la hago girar a la velocidad máxima?
Más bien al contrario, en la perspectiva despreocupada de algunos, el sincretismo y el eclecticismo genético podrían ser incluso un valor. El niño patchwork o el niño multimarca podría ser el resultado creativo de la mezcla de lo mejor que hay en el mercado.
Por otra parte, el hijo como “cosa” es un concepto antiguo, que tiene casi 40 años: de hecho, desde 1978, cuando nació Louise Brown, la primera niña producida en probeta.
Desde entonces, via libre a:
- las concepciones post-mortem, en las que el niño nace y el padre está ya muerto desde hace años;
- a los embriones quimera, un poco humanos y un poco bovinos;
- a la clonación tipo Andy Warhol, porque la producción en serie es un valor no sólo en el arte.
El hijo es considerado un objeto de partes ensambladas porque, con el aborto, se ha cortado el vínculo con los padres.
El aborto no solo ha matado al no nacido, sino también la maternidad y la paternidad, porque allí donde no hay un hijo no hay tampoco una madre y un padre.
Por lo tanto, una vez tirada en el foso la progenitorialidad tal como nos la entregó la madre naturaleza, ahora la podemos reinventar como queramos.
Eliminado el vínculo natural con mamá y papá, puedo multiplicar este vínculo por tres, por cuatro, etc. O puedo reducirlo al mínimo.
De hecho, ya se está estudiando la hipótesis de concebir un hijo con dos gametos procedentes de la misma persona, que será madre y padre a la vez.
En el caso inglés, la identidad del hijo – que se construye en la relación dual con mamá y papá - es triplicada y, por consiguiente, fragmentada.
Pero también la identidad de estos progenitores en cooperativa se fragmenta, más bien se diluye proporcionalmente al número de madres y padres en juego.
Los roles obviamente se pierden porque ninguno tiene ya la exclusiva del nombre "mamá" o "papá", términos que ya son multipropiedad. O bien los roles se superponen: la crónica relata el caso de madres que han prestado el útero a la hija para hacer nacer a su nieto. Abuelas-madres.
Una multiplicación de los progenitores que parece, por último, surreal: cada vez menos hijos, cada vez más progenitores.
El invierno demográfico es expulsado por un verano progenitorial exuberante, pero desesperado.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares; el autor, Tommaso Scandroglio es profesor de ética y bioética en la Università Europea di Roma, experto en filosofía del derecho y miembro de Juristas por la Vida)
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