Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Un millón y medio de personas se congregaron en Cuatro Vientos

La JMJ de Madrid, el gran evento de Benedicto XVI con los jóvenes: unos días que hicieron historia

Benedicto XVI en la JMJ de Madrid en 2011
Benedicto XVI presidió en Madrid su segunda JMJ como Papa. La primera fue en Colonia, en su Alemania natal. Después viajaría también a la de Sidney, en Australia.

Javier Lozano

El fallecido Benedicto XVI fue elegido Papa pocos meses antes de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, en su país natal, y renunció poco antes también de la de Río de Janeiro. Entre medias, además de la celebrada en Alemania en 2005, presidió la de Sidney en 2008 y la de Madrid en 2011.

Sin lugar a dudas la de Madrid fue una de las más multitudinarias que se han producido, donde a los miles de peregrinos provenientes de todo el mundo se unió una ingente cantidad de católicos españoles. En total, un millón y medio de jóvenes acompañaron al ahora difunto pontífice en agosto de 2011 dejando imágenes impresionantes para la historia.

La de Madrid no fue una Jornada Mundial de la Juventud nada fácil. Y eso el entonces Papa lo sabía. España se encontraba bajo el gobierno laicista del socialista José Luis Rodríguez Zapatero y con los llamados “indignados del 15-M”, germen del que luego nació Podemos, tomando y ocupando las calles.

Uno de los llamados

Uno de los llamados "indignados" insulta a una joven peregrina durante la JMJ de Madrid.

Con la Puerta del Sol convertida en una acampada de “indignados” y otros puntos de la capital de España tomados por estos grupos hubo momentos de tensión por el acoso y los incidentes que se produjeron contra algunos peregrinos. Pero finalmente, la actuación policial y la ejemplar actitud de los jóvenes católicos dejó completamente en evidencia a estos grupos que querían boicotear la Jornada Mundial de la Juventud con la complacencia, o al menos actitud pasiva, del Gobierno socialista.

Durante varios días jóvenes llegados de todos los continentes recorrieron las ciudades españolas, alegraron los pueblos por los que pasaron e insuflaron ánimo en los católicos españoles. Todos juntos confluyeron en los grandes actos centrales con el Papa: el esperado e inédito Vía Crucis con los impresionantes pasos de Semana Santa llegados de toda España, así como la Vigilia con los jóvenes del sábado y la misa matutina del domingo en el abarrotado aeródromo de Cuatro Vientos.

Sin duda, uno de los momentos más impresionantes de la JMJ de Madrid y que ha quedado siempre en la retina de los cientos de miles de peregrinos fue la Vigilia y la Adoración al Santísimo que se celebró el sábado 20 de agosto. El mismo Papa Benedicto XVI quedó impresionado con la actitud de los jóvenes.

En plena vigilia se desató una enorme tormenta. Un diluvio cayó sobre todos, incluido el Papa, mientras la fuerza del viento ponía en jaque el escenario principal. Los relámpagos y truenos se cernían encima de la multitud, que se procedía a realizar una de las adoraciones más impresionantes que se han visto.

La tormenta se disipó de repente y entonces el silencio de un millón y medio de personas arrodilladas dio la vuelta al mundo mientras se adoraba a Cristo-Eucaristía expuesto en la impresionante custodia de Arfe traída expresamente desde Toledo. Los que allí estuvieron y los que pudieron verlo a través de la televisión nunca olvidarán aquellos instantes.

“Hemos vivido una aventura juntos. Firmes en la fe en Cristo habéis resistido la lluvia. Antes de marcharme, deseo daros las buenas noches a todos. Que descanséis bien. Gracias por el sacrificio que estáis haciendo y que no dudo ofreceréis generosamente al Señor. Nos vemos mañana, si Dios quiere, en la celebración eucarística. Os espero a todos. Os doy las gracias por el maravilloso ejemplo que habéis dado. Igual que esta noche, con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida. No lo olvidéis”, dijo Benedicto XVI a los jóvenes aquella noche.

Pocos minutos antes animaba así a los jóvenes: “si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo”.

El domingo por la mañana se celebró la multitudinaria misa presidida por Benedicto XVI y en la que concelebraron cientos de cardenales y obispos así como miles de sacerdotes.

JMJ de Madrid

En su bella homilía, Benedicto XVI recordó a los peregrinos: “tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios”.

Y a raíz de esto añadió: “de esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.

Esa misma tarde Benedicto XVI abandonaría Madrid con rumbo a Roma, en el que sería su última visita a España. Pero en su regreso se llevó una pequeña parte del corazón de los católicos españoles.

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