Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La lógica del beneficio y un mercado divinizado no deben regir la gestión del trabajo, avisa el Papa

Rocío Lancho / Zenit

El Papa saluda a una niña en la audiencia del miércoles, que con el buen tiempo atrae a más gente
El Papa saluda a una niña en la audiencia del miércoles, que con el buen tiempo atrae a más gente
El Papa Francisco ha llegado al Aula Pablo VI esta mañana para la audiencia general de cada miércoles, despertando el entusiasmo de cientos de fieles allí reunidos. Como cada semana, los peregrinos venidos de todas las partes del mundo, coreaban el nombre del Pontífice y mostraban su entusiasmo al verle pasar.

Mientras el Santo Padre caminaba por el pasillo central, las personas más cercanas a las vallas le daban la mano, le pedían la bendición y le entregaban algunos presentes. Francisco, de forma cariñosa y cercana, se detenía especialmente con los niños.

Tal y como explicó el propio Papa, en la serie de catequesis sobre la familia, va a dedicar tres catequesis a las actividades que marcan el ritmo de la vida familiar: la fiesta, el trabajo y la oración.

Tras profundizar en la fiesta la semana pasada, esta mañana el Pontífice ha hablado del trabajo.

Así, en el resumen de la catequesis que él mismo hace en español ha indicado:

“Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy reflexionamos sobre el trabajo y la familia. Como se puede leer en el libro del Génesis, el trabajo pertenece al proyecto de Dios en la creación”. El mismo Jesús era conocido como el “hijo del carpintero”.

El trabajo --ha segurado-- es algo propio de la persona humana, y expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios. Por eso, “la gestión del trabajo supone una grande responsabilidad social, que no se puede dejar a merced de la lógica del beneficio o de un mercado divinizado, en el que con frecuencia se considera a la familia como un peso o un obstáculo a la productividad”, ha indicado el Santo Padre.

Asimismo, ha subrayado que “un trabajo que se aparta de la alianza de Dios con el hombre, y no respeta sus cualidades espirituales, tiene consecuencias negativas que golpean a los más pobres y a las familias”. De este modo, ha advertido que “la misma vida civil y el hábitat natural terminan corrompiéndose”.

Finalmente, el Papa ha afirmado que en esta coyuntura, “las familias cristianas tienen la gran misión de manifestar los aspectos esenciales de la creación de Dios, como son la identidad y el vínculo del hombre y la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que cuida la tierra y la hace habitable”.

A continuación, Francisco ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Así, ha invitado a pedir a la Virgen María que interceda “por todas las familias, y especialmente por las que sufren a causa del desempleo y la crisis, para que se les ayude a cumplir su importante misión en la Iglesia y en el mundo”.

Para finalizar la audiencia general, el Santo Padre ha dedicado unas palabras a los enfermos, los jóvenes y los recién casados. Así, ha recordado que hoy celebramos la memoria litúrgica de san Juan Eudes. “Su devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María os enseñe, queridos jóvenes, la necesidad de su intercesión en el camino espiritual”, ha pedido. Igualmente ha deseado que anime a los enfermos “a afrontar con fe los momentos de sufrimiento” y estimule a los recién casados “a educar con amor a los hijos con los que el Señor quiera donarnos”.

El Obispo de Roma, también ha recordado que mañana la Comunidad de Taizé cumple 75 años. “Deseo dirigir mi saludo, acompañado de la oración, a los hermanos monjes, en recuerdo del amado fundador, el hermano Roger Schutz, del que precisamente hace tres días hemos recordado el décimo aniversario de la muerte”, ha dicho el Papa. De este modo, les ha deseado “buen camino” a la Comunidad de Taizé.

Catequesis completa del Papa en la audiencia general del miércoles traducida del italiano
Queridos hermanos y hermanas,
después de haber reflexionado sobre el valor de la fiesta en la vida de la familia, hoy nos detenemos sobre el elemento complementario, que es el del trabajo. Ambos forman parte del diseño creador de Dios. La fiesta y el trabajo.

El trabajo, se dice comúnmente, es necesario para mantener a la familia, para hacer crecer a los hijos, para asegurar a sus seres queridos una vida digna. De una persona seria, honesta, lo más bonito que se puede decir: “Es un trabajador”, es uno que trabaja, es uno que en la comunidad no vive a costa de los otros. Hay muchos argentinos hoy, que he visto, y diré como decimos nosotros ‘no vive de arriba’. ¿Entendido?

Y de hecho, el trabajo, en sus muchas formas, a partir del de amo de casa, también cuida del bien común. ¿Y dónde se aprende este estilo de vida trabajador?

Antes que nada se aprende en familia. La familia educa al trabajo con el ejemplo de los padres: el papá y la mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad.

En el Evangelio, la Sagrada Familia de Nazaret aparece como una familia de trabajadores, y Jesús mismo es llamado “hijo del carpintero” (Mt 13,55) o incluso “el carpintero” (Mc 6,3). Y san Pablo no dejará de advertir a los cristianos: “Quien no quiera trabajar, que no coma” (2 Ts 3,10). Una buena receta para adelgazar. Si no trabajas no comes.

El apóstol se refiere explícitamente al falso espiritualismo de algunos que, de hecho, viven a costa de sus hermanos y hermanas “sin hacer nada” (2 Ts 3,11). El compromiso del trabajo y la vida del espíritu, en la concepción cristiana, no están en contradicción entre ellas. ¡Es importante entender esto! Oración y trabajo pueden y deben estar juntos en armonía, como enseña san Benito. La falta de trabajo daña también el espíritu, como la falta de oración daña también la actividad práctica.

Trabajar --repito, en muchas formas-- es propio de la persona humana. Expresa su dignidad de ser creada a imagen de Dios. Por eso, se dice que el trabajo es sagrado. El trabajo es sagrado, y por eso, la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede quedar en las manos de unos pocos o descargada sobre un “mercado” divinizado.

Causar una pérdida de puestos de trabajo significa causar un grave daño social. Me entristece cuando veo que no hay trabajo, que hay gente sin trabajo, que no encuentra trabajo y que no tiene la dignidad de llevar el pan a casa. Y me alegro mucho cuando veo que los gobernantes hacen tantos esfuerzos y tanto trabajo para encontrar puestos de trabajo y para tratar que todos tengan un trabajo. El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia. Debemos rezar para que no falte el trabajo en ninguna familia.

Por tanto, también el trabajo, como la fiesta, forma parte del diseño del Dios Creador. En el libro del Génesis, el tema de la tierra como casa-jardín, a cargo del cuidado y el trabajo del hombre (2, 8.15), es anticipado con un pasaje muy conmovedor: “Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo” (2,4b-6a). No es romanticismo, es revelación de Dios; y nosotros tenemos la responsabilidad de comprenderla y asimilarla hasta el fondo.

La Encíclica Laudato Si’, que propone una ecología integral, contiene también este mensaje: la belleza de la tierra y la dignidad del trabajo están hechas para ir juntas. La tierra se hace bella cuando es trabajada por el hombre. Van juntas las dos.

Cuando el trabajo se desvincula de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se separa de sus cualidades espirituales, cuando es rehén de la lógica del beneficio y desprecia los afectos de la vida, la degradación del alma contamina todo: también el aire, el agua, la hierba, la comida... La vida civil se corrompe y el hábitat se estropea. Y las consecuencias golpean sobre todo a los más pobres y a las familias más pobres. La organización moderna del trabajo muestra a veces una peligrosa tendencia a considerar a la familia una carga, un peso, una pasividad, para la productividad del trabajo. Pero preguntémonos: ¿qué productividad? ¿Y para quién? La llamada “ciudad inteligente” es sin duda rica de servicios y de organización; pero, por ejemplo, a menudo es hostil con los niños y los ancianos.

A veces, quien proyecta está interesado en la gestión de fuerza-trabajo individual, para ensamblar y utilizar o descartar según la conveniencia económica. La familia es un gran lugar de prueba. Cuando la organización del trabajo la tiene como rehén, o incluso le obstaculiza el camino, ¡entonces estamos seguros de que la sociedad humana ha comenzado a trabajar contra sí misma! Las familias cristianas reciben de esta coyuntura un gran desafío y una gran misión.

Estas ponen en juego los fundamentos de la creación de Dios: la identidad y la unión del hombre y la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que hace doméstica la tierra y habitable el mundo. ¡La pérdida de estos fundamentos es algo muy serio, y en la casa común ya hay muchas grietas!

La tarea no es fácil. A veces, a las asociaciones de familias les puede parecer que son como David contra Goliat… ¡pero sabemos cómo terminó ese desafío! Se necesitan fe y astucia. Que Dios nos conceda acoger con alegría y esperanza su llamada, en este momento difícil de nuestra historia. La llamada al trabajo para dar dignidad a sí mismo y a la propia familia. Gracias.
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