Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«Como los niños, todos, también Jesús, hemos sido absolutamente dependientes», recuerda Francisco

Rocío Lancho/Zenit

En las audiencias de los miércoles el Papa saluda a familias, niños y enfermos
En las audiencias de los miércoles el Papa saluda a familias, niños y enfermos
Miles de peregrinos venidos de todas partes del mundo han acudido hoy a la plaza de San Pedro, como cada miércoles, para compartir con el Santo Padre el tiempo de la audiencia general. Con gran alegría ha recibido a Francisco en su llegada en papamóvil pasadas las 9.30 de la mañana. Durante unos veinte minutos ha recorrido la plaza saludando a los allí presentes.

Mientras, la multitud, agitaba sus banderas, alzaba sus pancartas y mostraban su cariño al Papa. Los niños más pequeños que con ayuda de sus padres lograban alcanzar las primeras filas, han recibido la bendición especial del Santo Padre, quien les acariciaba y besaba con ternura.

Esta semana, han proseguido con la serie de catequesis de la familia sobre los “niños”. Lo hará en dos partes. Hoy ha hablado del “gran don que son para la humanidad” y la semana que viene será sobre las heridas que hacen mal a la infancia.

En el resumen que el Papa ha hecho en español, ha indicado: “Queridos hermanos y hermanas. De entre las figuras familiares, hoy deseo centrarme en los niños, como gran don para la humanidad. Ellos nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependendientes de los cuidados de otros. También Jesús, como nos muestra el misterio de la Navidad. En el Evangelio se elogia a los ‘pequeñso’, a los que necesitan ayuda, especialmente a los niños”.

Asimismo, ha afirmado que “ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios”. A continuación, también ha explicado que “desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes, como si nosotros nos hubiéramos dado la vida y fuéramos sus dueños, en vez de haberla recibido”. Los niños --ha subrayado-- nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían espontáneamente de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos, que podemos aprovechar. Ellos sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores.

A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular “a los venidos de España, México, Perú, Uruguay y Argentina”. Hermanos y hermanas, ha dicho el Papa, los niños dan vida, alegría, esperanza. Dan también preocupaciones y a veces problemas, pero es mejor así que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños, o no quieren a los niños. Finalmente ha invitado a pedir “que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide”.

Para finalizar, tras los saludos en las distintas lenguas, el Papa ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Así, ha recordado que este jueves celebramos la Solemnidad de san José, patrón de la Iglesia universal. De este modo, ha pedido a los jóvenes que le miren “como ejemplo de vid humilde y discreta”. A los enfermos les ha invitado a “llevar su cruz con la actitud del silencio y de la oración del padre putativo de Jesús”. Por último, a los recién casados, les ha exhortado a “construir vuestra familia sobre el mismo amor que unió a José con la Virgen María”.

Texto completo de la catequesis del miércoles
¡Queridas hermanas y hermanos, buenos días!

Después de haber pasado repasado las distintas figuras de la vida familiar -madre, padre, hijos, hermanos, abuelos-, quisiera concluir este primer grupo de catequesis sobre la familia hablando de los niños. Lo haré en dos momentos: hoy me dentendré sobre el gran don que son los niños para la humanidad. Es verdad. Gracias por aplaudir. Son el gran don de la humanidad, pero también son los grandes excluidos, porque ni siquiera les dejan nacer. Y la próxima semana sobre algunas heridas que lamentablemente hacen mal a la infancia. Me vienen a la mente los muchos niños que he encontrado durante mi último viaje a Asia: llenos de vida, de entusiasmo y, por otra parte, veo que en el mundo muchos de ellos viven en condiciones indignas. De hecho, por cómo son tratados los niños se puede juzgar a una sociedad. Pero no solo moralmente, también sociológicamente. Si un sociedad libre, o una sociedad esclava de intereses internacionales.

En primer lugar los niños nos recuerdan a todos que, en los primeros años de la vida, hemos sido totalmente dependientes de los cuidados y de la bondad de los otros. Y el Hijo de Dios no se ha ahorrado este paso. Es el misterio que contemplamos cada año, en Navidad. El pesebre es el icono que nos comunica esta realidad en la forma más sencilla y directa.

Es curioso, Dios no tiene dificultad a hacerse entender por los niños, y los niños no tienen problemas para entender a Dios. No por casualidad en el Evangelio hay algunas palabras muy bonitas y fuerte de Jesús sobre los “pequeños”. Este término, “pequeños”, indica a todas las personas que dependen de la ayuda de los otros, y en particular a los niños. Por ejemplo Jesús dice: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. Y también: “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial”.

Por tanto, los niños son en sí mismos un riqueza para la humanidad y para la Iglesia, porque nos llaman constantemente a la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: la de no considerarse autosuficientes, sino necesitados de ayuda, de amor, de perdón. Y todos estamos necesitados de ayuda, amor y perdón. Todos. Los niños nos recuerdan otra cosa bonita, nos recuerdan que siempre somos hijos: también si uno se convierte en adulto, o anciano, también si se convierte en padre, se ocupa un puesta de responsabilidad, por encima de todo esto permanece la identidad de hijo. ¡Todos somos hijos! Y esto nos lleva siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado solos, sino que la hemos recibido. El gran don de la vida, es el primer regalo que hemos recibido. La vida. A veces corremos el peligro de vivir olvidándonos de esto, como si nosotros fuéramos los dueños de nuestra existencia, y sin embargo somos radicalmente dependientes. En realidad, es motivo de gran alegría escuchar que en cada edad de la vida, en cada situación, en cada condición social, somos y permanecemos hijos. Este es el principal mensaje que los niños nos dan, con su misma presencia. Solamente con la presencia recuerdan que todos nosotros y cada uno de nosotros somos hijos.

Pero hay muchos dones, muchas riquezas que los niños llevan a la humanidad. Recuerdo solo algunos. Llevan su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tienen una espontánea confianza en el papá y en la mamá, y tiene un confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, aún sin contaminar por la maldad, la duplicidad, lo que ensucia la vida que endurece el corazón. Sabemos que también los niños tienen el pecado original, que tienen sus egoísmos, pero conservan una pureza, una sencillez interior.

Los niños no son diplomáticos, dicen lo que sienten, dicen lo que ven, directamente. Y muchas veces ponen a sus padres en dificultad. ‘Esto no me gusta porque es feo’, también delante de las personas. Pero los niños dicen lo que piensan. No son personas dobles, aún no han aprendido esa ciencia de la duplicidad, que nosotros adultos hemos aprendido.

Los niños, además en su sencillez interior, llevan consigo la capacidad de recibir y dar ternura. Ternura es tener un corazón “de carne” y no “de piedra” como dice la Biblia. La ternura es también poesía: es “sentir” las cosas y los acontecimientos, no tratarlos como meros objetos, solo para usarlos, porque sirven.

Los niños tienen la capacidad de sonreír y de llorar. Algunos, cuando los tomo para besarles sonríen. Otros me en de blanco, creen que soy el médico y que voy a ponerles la vacuna y lloran, pero espontáneamente. Los niños son así. Reír y llorar, dos cosas que en nosotros grandes a menudo “se bloquean”, ya no somos capaces Y muchas veces nuestra sonrisa se convierte en una sonrisa de cartón, algo sin vida, una sonrisa que no es vivaz, también una sonrisa artificial, de payaso. Los niños sonríen espontáneamente, y lloran espontáneamente. Depende siempre del corazón. Nuestro corazón se bloquea y pierde a menudo esta capacidad de sonreír y llorar. Y entonces los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreír y a llorar. Debemos preguntarnos a nosotros mismos, ¿sonrío espontáneamente, con frescura, con amor o mi sonrisa es artificial? ¿Aún lloro, o he perdido la capacidad de llorar? Son dos preguntas muy humanas que nos enseñan los niños.

Por todos estos motivos Jesús invita a sus discípulos a hacerse como niños porque “a quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”.

Queridos hermanos y hermanas, los niños llevan vida, alegría, esperanza, también disgustos, pero la vida es así. Ciertamente llevan también preocupaciones y a veces problemas; pero es mejor una sociedad con estas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños. Y cuando vemos que el nivel de nacimiento de una sociedad apenas llega al 1 por ciento, podemos decir que esta sociedad es triste, es gris porque se ha quedado sin niños.

(Texto traducido y transcrito por ZENIT)

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