Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

«La familia numerosa es una escuela de solidaridad y convivencia y un beneficio para la sociedad»

Radio Vaticana

Con tanto niño, el encuentro con el Papa resultó bullicioso y alegre y Francisco lo disfrutó.
Con tanto niño, el encuentro con el Papa resultó bullicioso y alegre y Francisco lo disfrutó.
En un encuentro marcado por una gran alegría, enriquecido con la ternura bulliciosa de tantos niños, Francisco saludó a miles de familias que quisieron celebrar con el Papa la fiesta de la Sagrada Familia, en el Aula Pablo VI.

«Han venido con los frutos más bellos de su amor. Maternidad y paternidad son un don de Dios, pero acoger el don, dejarse asombrar por su belleza y hacer que resplandezca en la sociedad es tarea de ustedes», dijo el Santo Padre en su cordial bienvenida a los miembros de la asociación fundada hace diez años que reúne a las familias numerosas en Italia, acompañados por delegaciones de otros países de Europa.

«Cada uno de sus hijos es una criatura única que no se repetirá nunca más en la historia de la humanidad. ¡Cuando se comprende esto, es decir que cada uno ha sido querido por Dios, quedamos asombrados ante el gran milagro de un hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos hemos visto a hombres y mujeres que, cuando reciben a un hijo, les cambia la vida. ¡Un hijo es un milagro que cambia la vida!», reiteró el Sumo Pontífice.

La familia numerosas, beneficio para toda la sociedad

Y dedicó unos minutos muy expresivos a ensalzar el bien social que suponen las familias numerosas: «Ustedes, niños y niñas, son precisamente esto: cada uno de ustedes es un fruto único del amor, vienen del amor y crecen en el amor. ¡Son únicos, pero no solos! Y el hecho de tener hermanos y hermanas les hace bien: los hijos y las hijas de una familia numerosa son más capaces de la comunión fraterna desde la primera fase de la infancia. En un mundo marcado frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de solidaridad y de convivencia; y estas actitudes luego son un beneficio para toda la sociedad»

Tras subrayar las dificultades que afrontan las familias, en particular las numerosas, deseando que las instituciones públicas y la política les dediquen mayor atención y apoyo, y recordando la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II, el Papa alentó asimismo el compromiso de las asociaciones familiares en los foros nacionales y locales, así como en la Iglesia y en la sociedad: «Estoy a su lado con la oración y los encomiendo a la protección de la Sagrada Familia de Jesús, José y María. ¡Qué linda noticia saber que en Nazaret se está realizando una casa para las familias del mundo que peregrinan allí donde Jesús creció en edad, sabiduría y gracia (cfr Lc 2,40)!»

«Rezo en particular por las familias más probadas por la crisis económica, aquellas donde el papá o la mamá han perdido el trabajo, donde los jóvenes no logran encontrarlo. Por las familias probadas en sus afectos más queridos y por aquellas que sienten la tentación de rendirse a la soledad y a la división», añadió.

Recordando que las familias numerosas son una escuela de solidaridad y del compartir, en beneficio de toda la sociedad ante un mundo marcado a menudo por egoísmos, el Papa hizo hincapié en el encuentro entre generaciones. Y destacó el papel de los abuelos, que son una presencia preciosa tanto en la ayuda práctica como en la educación. Pues los «abuelos custodian los valores de un pueblo, de una familia y ayudan a los padres a transmitirlos a los hijos». Y recordó cómo en el siglo pasado en tantos países europeos fueron los abuelos los que transmitieron la fe, llevando incluso a escondidas a los niños para bautizarlos.

A los queridos padres, les expresó su gratitud por «el ejemplo de amor a la vida que custodian desde la concepción hasta el ocaso natural, aun en medio de todas las dificultades y pesos de la vida, que lamentablemente las instituciones públicas no siempre ayudan a llevar».

Con su bendición el Papa Bergoglio deseó a todas las familias la ternura y la consolación de Dios y pidió oraciones por él, que se siente como «el abuelo de todos».

Texto íntegro de la intervención del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Antes que nada una pregunta y una curiosidad. Díganme: ¿a qué hora se han despertado hoy? ¿a las seis? ¿a las cinco? ¿y no tienen sueño? ¡Pero yo con este discurso los haré dormir!

Estoy contento de encontrarlos en ocasión de los diez años de la Asociación que reúne en Italia a las familias numerosas. ¡Se ve que ustedes aman a la familia y aman la vida! Y es bello agradecer al Señor por esto en el día en el cual celebramos la Sagrada Familia.

El Evangelio de hoy nos muestra a María y José que llevan al Niño Jesús al templo, allí encuentran a dos ancianos, Simeón y Ana, que profetizan sobre el Niño. Es la imagen de una familia “alargada”, un poco como son sus familias, donde las diversas generaciones se encuentran y se ayudan. Agradezco a Mons. Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia -especialista en hacer estas cosas– que ha deseado tanto este momento, y a Mons. Beschi, que ha fuertemente colaborado en hacer nacer y crecer su Asociación, surgida en la ciudad del beato Pablo VI, Brescia.

Han venido con los frutos más bellos de su amor. La maternidad y la paternidad son dones de Dios, pero recibir este don, maravillarse de su belleza y hacerlo resplandecer en la sociedad, esto es su tarea. Cada uno de sus hijos es una creatura única que no se repetir nunca más en la historia de la humanidad. Cuando se entiende esto, es decir que cada uno ha sido querido por Dios, ¡nos quedamos sorprendidos de cuanto grande es el milagro de un hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos nosotros hemos visto – hombres, mujeres – que cuando llega un hijo la vida cambia, es otra cosa. Un hijo es un milagro que cambia una vida. Ustedes, niños y niñas, son precisamente esto: cada uno de ustedes es un fruto único del amor, vienen del amor y crecen en el amor. ¡Son únicos, pero no solos! Y el hecho de tener hermanos y hermanas les hace bien: los hijos y las hijas de una familia numerosa son más capaces de la comunión fraterna desde la primera fase de la infancia. En un mundo marcado frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de solidaridad y de convivencia; y estas actitudes luego son un beneficio para toda la sociedad.

Ustedes, niños y jóvenes, son los frutos del árbol que es la familia: serán frutos buenos cuando el árbol tiene buenas raíces – que son sus abuelos – y un buen tronco – que son sus padres – Decía Jesús que todo árbol bueno da frutos buenos y que todo árbol malo da frutos malos (cfr. Mt 7,17). La gran familia humana es como un bosque, donde los arboles buenos traen solidaridad, comunión, confianza, ayuda, seguridad, sobriedad feliz, amistad. La presencia de las familias numerosas es una esperanza para la sociedad. Y por esto es muy importante la presencia de los abuelos: una presencia preciosa sea por la ayuda práctica, sea sobre todo por el aporte educativo. Los abuelos cuidan en sí los valores de un pueblo, de una familia, y ayudan a los padres a transmitirlos a los hijos. En el siglo pasado, en muchos países de Europa, han sido los abuelos a transmitir la fe: ellos llevaban a escondidas al niño a recibir el bautismo y transmitían la fe.

Queridos padres, les estoy agradecido por el ejemplo de amor a la vida, que ustedes cuidan desde el concebimiento hasta el fin natural, a pesar de todas las dificultades y lo pesado de la vida, y que lamentablemente las instituciones públicas no siempre los ayudan a llevar adelante. Justamente ustedes recuerdan que la Constitución Italiana, en el artículo 31, exige una atención especial a las familias numerosas; pero esto no encuentra un adecuado reflejo en los hechos. Se queda en las palabras. Deseo pues, pensando también a la baja natalidad que de hace tiempo se registra en Italia, una mayor atención de la política y de los administradores públicos, a todo nivel, con el fin de dar la ayuda prevista para estas familias. Cada familia es célula de la sociedad, pero la familia numerosa es una célula más rica, más vital, y el ¡Estado tiene todo el interés de invertir en ella!

Sean bienvenidas las familias reunidas en Asociaciones – como esta italiana y como aquellas de otros países europeos, aquí representados – y sea bienvenida la red de asociaciones familiares capaces de estar presentes y visibles en la sociedad y en la política. San Juan Pablo II, en este sentido, escribía: «las familias deben crecer en la conciencia de ser protagonistas de la llamada política familiar y deben asumir la responsabilidad de transformar la sociedad: diversamente las familias serán las víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia» (Exh. Ap. Familiaris consortio, 44). El compromiso que las asociaciones familiares desarrollan en los diversos “foros”, nacionales y locales, es propio aquel de promover en la sociedad y en las leyes del estado los valores y las necesidades de la familia.

Bienvenidos también los movimientos eclesiales, en los cuales ustedes miembros de las familias numerosas están particularmente presentes y activos. Siempre agradezco al Señor al ver a papás y mamás de las familias numerosas, juntos a sus hijos, comprometidos en la vida de la Iglesia y de la sociedad. Por mi parte les acompaño con mis oraciones, y les encomiendo bajo la protección de la Sagrada Familia de Jesús, José y María. Y una bella noticia es que propio en Nazaret se está realizando una casa para las familias del mundo que van en peregrinación allá donde Jesús creció en edad, sabiduría y gracia. (cfr. Lc 2,40).

Rezo en especial por las familias más afectadas por la crisis económica, aquellas donde el papá o la mamá han perdido el trabajo, - y esto es duro – donde los jóvenes no logran encontrarlo; las familias heridas en sus sentimientos y aquellas tentadas a rendirse a la soledad y la división.

¡Queridos amigos, queridos padres, queridos jóvenes, queridos niños, queridos abuelos, buena fiesta a todos ustedes! Cada una de sus familias sea siempre rice de ternura y de la consolación de Dios. Con afecto los bendigo. Y ustedes, por favor, continúen a rezar por mí, que yo soy un poco el abuelo de todos ustedes. ¡Recen por mí! Gracias.
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