Durante la Misa Crismal que abre el Triduo Pascual
El Papa denuncia la «desobediencia organizada» de algunos curas y el «analfabetismo religioso»
"¿La desobediencia es un camino para renovar la Iglesia? se pregunta ante más de 10.000 feligreses y 1.600 entre cardenales, obispos y sacerdotes.
El papa Benedicto XVI dijo hoy que la situación actual de la Iglesia es muchas veces "dramática", reiteró el "no" al sacerdocio femenino y denunció la "desobediencia organizada" que propugna un grupo de curas europeos para renovar la institución y el "analfabetismo religioso" de la sociedad.
Ante más de diez mil personas, 1.600 de ellas entre cardenales, obispos y sacerdotes, el pontífice ofició en la basílica de San Pedro del Vaticano la Misa Crismal, que abre el Triduo Pascual, centro y culmen del Año Litúrgico.
Esta misa se celebra el Jueves Santo, día en que se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Última Cena.
Así, dirigiéndose a los sacerdotes, el papa recordó el momento de la ordenación sacerdotal y se preguntó si de verdad "son hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo" y si sus vidas corresponden con esa consagración.
Benedicto XVI dijo que el sacerdocio exige renunciar a "aquello que es solamente nuestro" y ponerse a disposición de los otros, de Cristo, y se preguntó cómo debe realizarse "en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy".
A este respecto, denunció que recientemente, un grupo de sacerdotes europeos ha publicado "una llamada a la desobediencia, aportando ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio, como la ordenación sacerdotal de las mujeres".
El papa se refería a los 300 párrocos austríacos que han puesto en marcha por internet la iniciativa "Una llamada a la desobediencia", con la que exigen reformas, como permitir el sacerdocio femenino y el de hombres casados.
El pontífice, de casi 85 años, señaló que esos curas pretenden desobedecer cuestiones como la de la ordenación de las mujeres, "sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto".
El papa teólogo agregó que "queremos creer" que invocan la desobediencia con la creencia de que así se renueva la Iglesia, "convencidos de que se debe afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos".
"¿Pero la desobediencia es un camino para renovar la Iglesia?, se preguntó el papa, que agregó que tal vez no es otra cosa "que sólo el afán desesperado de hacer algo, de transformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas".
Benedicto XVI señaló que Cristo ha corregido "las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios" y lo ha hecho "para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida".
"A Él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre", subrayó el papa, que aseguró que con la obediencia "no se defiende el inmovilismo ni el agarrotamiento de la tradición y que ello se puede ver en la historia de la época postconciliar (del Concilio Vaticano).
Estos años, destacó, han sido de "dinamismo", de verdadera renovación, que muestran la inagotable vivacidad de la Iglesia.
"No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la que somos servidores", puntualizó.
Benedicto XVI también exhortó a los sacerdotes a la enseñanza, señalando que existe "un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente".
"Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos", denunció el papa, que exhortó a leer la Sagrada Escritura, "que nunca leeremos y meditaremos suficientemente".
Durante la misa los sacerdotes renovaron las promesas de pobreza, castidad y obediencia y Benedicto XVI bendijo el Óleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el crisma (aceite y bálsamos mezclados), que le fueron presentados en tres grandes jarras de plata.
Estos óleos son bendecidos el Jueves Santo por los obispos y se utilizan para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal. El rito se celebra en todas las catedrales del mundo.
El papa se trasladará esta tarde de Jueves Santo a la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, para celebrar la misa de la Última Cena, en la que tradicionalmente lava los pies a doce presbíteros.
Lea la homilía completa aquí.
Ante más de diez mil personas, 1.600 de ellas entre cardenales, obispos y sacerdotes, el pontífice ofició en la basílica de San Pedro del Vaticano la Misa Crismal, que abre el Triduo Pascual, centro y culmen del Año Litúrgico.
Esta misa se celebra el Jueves Santo, día en que se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Última Cena.
Así, dirigiéndose a los sacerdotes, el papa recordó el momento de la ordenación sacerdotal y se preguntó si de verdad "son hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo" y si sus vidas corresponden con esa consagración.
Benedicto XVI dijo que el sacerdocio exige renunciar a "aquello que es solamente nuestro" y ponerse a disposición de los otros, de Cristo, y se preguntó cómo debe realizarse "en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy".
A este respecto, denunció que recientemente, un grupo de sacerdotes europeos ha publicado "una llamada a la desobediencia, aportando ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio, como la ordenación sacerdotal de las mujeres".
El papa se refería a los 300 párrocos austríacos que han puesto en marcha por internet la iniciativa "Una llamada a la desobediencia", con la que exigen reformas, como permitir el sacerdocio femenino y el de hombres casados.
El pontífice, de casi 85 años, señaló que esos curas pretenden desobedecer cuestiones como la de la ordenación de las mujeres, "sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto".
El papa teólogo agregó que "queremos creer" que invocan la desobediencia con la creencia de que así se renueva la Iglesia, "convencidos de que se debe afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos".
"¿Pero la desobediencia es un camino para renovar la Iglesia?, se preguntó el papa, que agregó que tal vez no es otra cosa "que sólo el afán desesperado de hacer algo, de transformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas".
Benedicto XVI señaló que Cristo ha corregido "las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios" y lo ha hecho "para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida".
"A Él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre", subrayó el papa, que aseguró que con la obediencia "no se defiende el inmovilismo ni el agarrotamiento de la tradición y que ello se puede ver en la historia de la época postconciliar (del Concilio Vaticano).
Estos años, destacó, han sido de "dinamismo", de verdadera renovación, que muestran la inagotable vivacidad de la Iglesia.
"No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la que somos servidores", puntualizó.
Benedicto XVI también exhortó a los sacerdotes a la enseñanza, señalando que existe "un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente".
"Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos", denunció el papa, que exhortó a leer la Sagrada Escritura, "que nunca leeremos y meditaremos suficientemente".
Durante la misa los sacerdotes renovaron las promesas de pobreza, castidad y obediencia y Benedicto XVI bendijo el Óleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el crisma (aceite y bálsamos mezclados), que le fueron presentados en tres grandes jarras de plata.
Estos óleos son bendecidos el Jueves Santo por los obispos y se utilizan para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal. El rito se celebra en todas las catedrales del mundo.
El papa se trasladará esta tarde de Jueves Santo a la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, para celebrar la misa de la Última Cena, en la que tradicionalmente lava los pies a doce presbíteros.
Lea la homilía completa aquí.
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