Jueves, 03 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Te Deum de acción de gracias

Al llegar el 31 de diciembre, el Papa evoca el final de los tiempos y su sentido último

Ante cardenales, obispos y autoridades de la ciudad volvió a hablar de la Verdad y de la concurrencia de la fe y la razón.

ReL

Así terminó 2011 en el Vaticano...
Así terminó 2011 en el Vaticano...
El tradicional Te Deum de despedida del año, en la festividad de Santa María Madre de Dios, sirvió a Benedicto XVI para recordar en la Basílica de San Pedro, ante los cardenales y obispos presentes y el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, que "la última hora del tiempo y de la historia termina en Dios... y olvidar este final de la vida significaría caer en el vacío, vivir sin sentido".
 
Al finalizar cada año "con la inquietud, los deseos y las esperanzas de siempre, aguardamos uno nuevo", pero "muchas veces nos preguntamos ¿qué sentido damos a nuestros días?".

A explicarlo consagró el Papa su intervención, recordando que hay que "dar el primado a la verdad" y "acreditar la alianza entre fe y razón como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la Verdad".

Esa Verdad no es otra que "la novedad gozosa y liberadora de Cristo Salvador, que en el misterio de su encarnación y nacimiento nos permite contemplar la bondad y ternura de Dios".

Ante esa realidad, "no hay lugar para la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve": "Es el momento de confiar infinitamente en Dios", y los cristianos "están llamados a reavivar en sí mismos y en los demás la nostalgia de Dios y la alegría de vivirlo y testimoniarlo".

Bendición Urbi et Orbi

Tras estas palabras, el coro de la Capilla Sixtina entonó el Magnificat en alabanza de la Virgen María, y tuvo lugar la exposición y adoración del Santísimo, ante el cual rezó el Papa en medio de un impresionante silencio.

Seguidamente se entonó el Te Deum y el himno eucarístico por excelencia, el Tantum Ergo. A continuación Benedicto XVI se dirigió al enorme belén de la Plaza de San Pedro y lo bendijo mientras la Guardia Suiza entonaba el tradicional villancico Stille Nacht (Noche de paz, Noche de amor).

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