Santa Ulpia de Amiens, virgen.
Santa Ulpia de Amiens, eremita. 31 de enero y 16 de mayo (traslación de las reliquias).
La leyenda de esta santa no nos dice nada sobre sus orígenes, sus padres o su infancia. Parte de su juventud, cuando Ulpia era una jovencita piadosa y caritativa. Fue pretendida por un joven, y sus padres accedieron a casarla, pero Ulpia manifestó que fuera de Jesucristo no quería otro esposo Y, dice la leyenda, dio gran alegría a sus padres con aquella resolución. El pretendiente no cejaba en sus propósitos, ora agasajándola, ora amenazándola. Tanto miedo tuvo Ulpia, que pasaba largos ratos en la iglesia, confiando en que el hombre no se atrevería a profanar la iglesia. Hasta un día en que tomó la resolución de “volverse loca” por Cristo, para que la dejasen en paz. Empezó un severo ayuno, vistió ropas miserables, vagaba por las calles gritando y peleándose con los perros. Así, cada vez más sucia y delgada, el pretendiente la dejó en paz.
Este tiempo de “locura”, Ulpia redobló sus oraciones y penitencias, lo que hizo tomara la resolución de servir enteramente a Cristo en la soledad. Tomó una capa abandonada, se cubrió y de esta guisa abandonó la su lugar de nacimiento, familia y riquezas. Llegó a un lugar solitario, a una fuente a las orillas del Noye y afueras de Amiens, donde descansó, quedando profundamente dormida. Soñó que la Santísima Virgen María se le aparecía resplandeciente, con el Niño Jesús y le decía: "Ulpia, hija mía, ya que elegiste a este niño por Esposo en la tierra, tus desposorios con Él durarán toda la eternidad, pero has de sufrir luchas terribles, como si el infierno fuera”. Y añadió la Madre de Dios: “En este lugar santificarás tus días. Aquí has de esperar la guía de un santo religioso". La visión se desvaneció, Ulpia despertó y rogó a la Virgen que la ayudara, y su oración fue contestada. A dos leguas y media de Amiens estaba establecido San Domicio (23 de octubre), un anciano canónigo de la iglesia de Nuestra Señora, que había renunciado a sus riquezas y beneficios para disfrutar de la vida solitaria. Cada noche iba a la iglesia a rezar los maitines con los demás canónigos. Esa misma noche, estando Ulpia orando, una voz le dijo: "Levántate y ve presto a conocer a tu padre espiritual, que ya se acerca". Y al instante la santa levantó la vista y vio al religioso, vestido como ermitaño, descendiendo una pequeña montaña. Salió a su encuentro, se postró a sus pies y le suplicó en nombre de Dios, que asumiera la responsabilidad de su dirección espiritual. San Domicio se extrañó de hallar una joven en aquel sitio apartado, y temiendo fuera una tentación del diablo, le respondió a Ulpia que lo consultaría con el Señor, y ya Él diría.
Domicio se fue a su ermita y durmió pronto, por lo que olvidó a la joven, pero entonces, el ángel de la guarda de esta le despertó y le aseguró de parte de Dios que Jesucristo quería velase por su esposa. Al otro día en la mañana Domicio fue a ver a Ulpia, y la halló orando junto a la fuente. La chica le recibió diciéndole: "Bienvenido, padre mío y amigo mío. Me alegra vengas a cumplir tu obligación, ya que Dios me ha confiado a ti”. Allí pasó Domicio todo el día y llegada la noche, le dijo a Ulpia le acompañara a la iglesia a cantar los maitines con él. Llegaron a la catedral y al momento de entrar, que el obispo entonó el Oficio de vírgenes. Es que el obispo había tenido una revelación sobre ella. Terminó de cantar el obispo y se acercó a Ulpia, diciéndole: "Bienvenida, querida hija, tú que desde tu juventud estás consagrada a Jesucristo. Gracias a ti, bendeciré y consagraré una virgen cuyo ejemplo probablemente será seguido por muchas otras". Ulpia le respondió con lágrimas: "Reverendo Padre, no puedes cambiar la voluntad de Dios que me ha confiado a padre Domicio. Pero he aquí que primero tengo que obedecerte como mi obispo. Te ruego humildemente hagas aquello que más convenga a mi alma". Entonces, el obispo determinó darle la consagración de vírgenes, ordenándola de diaconisa y permitiendo viviera en soledad bajo la autoridad de Domicio. Además, le construyó una ermita con su celda, junto a la fuente donde se había establecido.
Allí adelantó en la virtud, alcanzando gracias del cielo y siendo muy estimada por los habitantes de la ciudad, que se encomendaban a sus oraciones, escuchaban sus consejos y se curaban con sus portentos y remedios. Y allí murió, siendo enterrada en su misma ermita. Su culto comenzó muy pronto junto a sus reliquias, una parte de las cuales están en el altar mayor de la actual iglesia del Espíritu Santo, levantada en el sitio de la ermita. Otras fueron trasladadas a la catedral.
Las ranas.
Cada noche Domicio pasaba a buscar a Ulpia para rezar los maitines en la catedral, pero una noche muy calurosa, las ranas de la fuente habían croado tanto, que Ulpia no había podido dormir nada hasta la medianoche. Domicio golpeó la puerta de la ermita, pero no halló respuesta. Pensó que Ulpia se le había adelantado, pero al llegar a la catedral no la oyó. Terminado el rezo, regresó y Ulpia estaba despierta y llorando. Le dijo “¿Cómo, mi padre, no me has despertado?”. Domicio le respondió que había golpeado la puerta y no había hallado respuesta. Ulpia le contó que las ranas no la habían dejado dormir. Ambos rezaron juntos y las ranas jamás volvieron a croar. En la iconografía de Santa Ulpia suele acompañarle una o varias ranas.
Fuente:
"Les vies de tous les Saints de France". Tomo II. M. CH. BARTHELEMY. Versalles 1864.
-“Nouvelle vie de Sainte Ulphe: vierge, patronne de l´église d´Amiens”. LOUIS SELLIER. Amiens, 1841.