El gran opositor al régimen comunista en Hong Kong lleva tres años en prisión
Comenzó el juicio contra Jimmy Lai, converso gracias a su amigo el cardenal Zen: así vive su fe
Jimmy Lai, de 76 años, líder católico de la oposición al régimen comunista chino en Hong Kong, ha cumplido durante este periodo navideño mil días en prisión. El 18 de diciembre comenzó el juicio contra él, que podría condenarle a cadena perpetua.
Un colaborador suyo desde 2001, Mark Simon, director gerente del holding de Jimmy (Lai Trust) y antiguo ejecutivo de Next Digital (la empresa de medios de comunicación de Lai que publicaba el diario opositor Apple Daily) ha contado en National Catholic Register la historia de fe del magnate encarcelado:
El camino de fe de Jimmy Lai
Pude ver cómo mi jefe se agitaba. El ejecutivo a quien acababa de contratar para nuestro negocio de televisión, un antiguo agente político, estaba describiendo con precisión el golpe que estaba a punto de infligir a un par de viejos enemigos políticos. Un redactor del periódico y yo intercambiamos miradas, sabíamos dónde iba a parar esto.
Los criterios éticos de un hombre íntegro
Después de la comida, el ayudante de mi jefe me llamó al despacho del señor Lai. Ni siquiera llegué a sentarme.
"Es mala persona", dijo el señor Lai: "¿Puedes ocuparte?".
Les presento al Jimmy Lai que conozco.
El Jimmy Lai que el mundo ha llegado a conocer es el magnate de los medios de comunicación de Hong Kong, que durante los próximos tres meses será juzgado por lo que el gobierno de Hong Kong, respaldado por Pekín, dice que son violaciones de la Ley de Seguridad Nacional de Hong Kong 2020.
Violaciones que el Partido Comunista chino alega que se produjeron por su connivencia con fuerzas extranjeras (Mike Pence, Mike Pompeo y otros), así como por acciones subversivas llevadas a cabo a través de sus entrevistas y escritos periodísticos.
Si esto fuera Estados Unidos, el señor Lai sería acusado de "politiqueo". Curiosamente incómodo para el PCCh es que esto también se llamaba política en Hong Kong, al menos lo era hasta la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional en junio de 2020. También incómodo para todos es que la mayor parte de lo que se le imputa al señor Lai ocurrió antes de junio de 2020, lo que hace que el caso contra él sea retroactivo.
No va a haber mucho drama en los tribunales en los próximos meses; el juicio durará al menos 80 días, y la tasa de condenas del 100% que el gobierno de Hong Kong tiene para los juicios de seguridad nacional seguirá intacta, se lo aseguro.
El 18 de diciembre comenzó el juicio contra Jimmy Lai.
Pero hay una historia mejor en esta inquisición. La historia de Jimmy Lai. Es una historia de valentía, esperanza y, sobre todo, fe.
Cuento la historia del despido (el ejecutivo recién contratado fue despedido) no porque el señor Lai pensara que era un mal tipo. Pero el pobre no sabía que había infringido dos normas del jefe. La primera era una versión de "los fuertes protegen a los débiles". Éramos la mayor empresa de medios informativos de Hong Kong y Taiwán. Éramos los poderosos. No "perseguíamos" a la gente. El segundo pecado era "tolerancia cero". No llevamos a cabo venganzas personales.
Como Santo Tomás Moro
Si se quiere entender a Jimmy Lai y su fe, conocer esta historia ayudará mucho. Desde que lo conozco, él sigue su camino. No hay un hueso mezquino en su cuerpo, sino que es la caridad en acción.
Pero si se busca la respuesta a por qué un hombre se quedaría en Hong Kong, a sabiendas de que se enfrenta a una persecución y prisión seguras por parte del Partido Comunista chino, creo que cada lector tendrá que llegar a su propia conclusión.
Sin embargo, me gustaría pedirle que haga algo inusual y considere, solo por un momento, lo siguiente: un acto de abnegación, un acto de valor, no es solo una reacción, sino que en raras ocasiones puede ser un viaje intelectual emprendido con tanta lógica y pensamiento racional como emoción y amor.
Es el viaje del cristiano oprimido que se despierta cada día sabiendo que su fe le pone en peligro, pero que, con conciencia y previsión, se arrodilla y reza. Es la del activista por la democracia que sabe que su próxima protesta puede ser la última. Jimmy Lai es ambas cosas.
Es esta combinación -católico devoto y defensor de la democracia- la que, combinada además con el hecho de ser el mayor propietario de medios de comunicación de la comunidad, hace que su existencia sea terriblemente inconveniente para Pekín.
Los católicos conocen a otro hombre incómodo que no mentiría por un rey. Puede que Jimmy Lai sea el hombre más incómodo de China en este momento y, como Santo Tomás Moro, puede que pague el último sacrificio por mantenerse firme en sus creencias.
Esa no es una insignia de honor que yo busque para mi jefe y amigo. Lo quiero fuera, y creo que su liberación es lo mejor para China. Pero también soy a quien le dijo, en múltiples ocasiones, que se asegurara de que no hubiera ningún compromiso, ningún pago, ningún trato en el que pareciera que admitía haber cometido un delito para asegurar su libertad. Sé que el señor Lai está dispuesto a abandonar Hong Kong, pero no al precio de rechazar sus creencias.
La fortaleza por la fe
¿Dónde se origina esta firmeza?
El señor Lai es muy amigo del cardenal Joseph Zen, que no es el favorito ni de Pekín ni del Vaticano. Fue el cardenal Zen quien trajo a Jimmy, un converso, a la Iglesia en 1997, y es el cardenal Zen quien hasta hoy le visita en la cárcel, cuando se le permite, y asiste a su juicio.
El cardenal Zen también ha sido detenido y multado por el gobierno pro-Pekín de Hong Kong. En esta homilía del 24 de mayo de 2022 analiza las consecuencias del acuerdo entre China y el Vaticano.
El cardenal Zen es el sacerdote perfecto para Jimmy. Ambos nacieron en China. Ambos vieron los horrores de la Revolución cultural. Ambos fueron perseguidos por los comunistas, y ambos trabajaron incansablemente en defensa de los derechos democráticos.
Siempre he visto la fe de Jimmy a través del cardenal Zen, en el sentido de que Lai y el cardenal se forjan en el fuego de la China de los años cuarenta y cincuenta. Y aunque el cardenal Zen es católico de toda la vida, y Jimmy un converso, es su fe la que les hace fuertes contra un sistema comunista que arrolla a los demás. Son dos de los hombres más duros que he conocido, pero de ninguno de los dos emana un mal gesto o una llamada a la violencia: es la fe. Hay una agradable rigidez en Jimmy, una certeza, no en tener siempre la razón, sino en seguir el camino del Señor por el que camina con su amigo el cardenal Zen.
Algunos podrían llamarlos defensores de la fe. Esa sería una versión demasiado pasiva, en mi opinión. Lai, como el cardenal Zen, ve en Hong Kong injusticia y represión, y la lógica de nuestra fe como católicos es que debemos oponernos a estos males. Algunos rezamos por ello; otros, como Lai y el cardenal Zen, están dispuestos a sacrificarlo todo para oponerse a la represión.
Sería negligente no mencionar a la esposa de Jimmy, Teresa, una roca de fe que originalmente introdujo a Jimmy al catolicismo, crió a sus hijos en la Iglesia y mantuvo un hogar donde Dios era una fuerza constante. Me ha dicho varias veces que no cree que hubiera sido un buen hombre si no hubiera sido por Teresa.
He trabajado para Jimmy durante 22 años; todavía lo hago. Durante este tiempo, probablemente tuvimos menos de una docena de conversaciones sobre la fe personal antes de 2019. Simplemente no hablábamos de eso. Sin embargo, a medida que aumentaban las protestas en Hong Kong, a medida que se hacía más evidente que no abandonaría Hong Kong, se mostró mucho más abierto a que si este era el camino que Dios había elegido para él, estaba contento de recorrerlo.
Es en su camino de fe donde creo que encontramos al verdadero Jimmy Lai. El cardenal Zen dice que Jimmy está tan avanzado en sus estudios religiosos que él, el cardenal Zen, debe leer para responder a las preguntas de Jimmy. Sus dibujos religiosos desde la cárcel son simplemente increíbles, si tenemos en cuenta que le dan papel rayado y lápices baratos para trabajar. Eran lo suficientemente buenos como para que la policía de Hong Kong prohibiera enviarlos, por considerar que llamarían la atención sobre él. En su tiempo de lucha, Jimmy crece en su fe, no la cuestiona.
A menudo me pregunto cómo las personas que atraviesan momentos difíciles superan su propio cuestionamiento de la fe. Es justo preguntarse si Dios te ha abandonado cuando estás en la celda de una prisión. Jimmy Lai me ha planteado un nuevo dilema: ¿cómo podemos, siguiendo el ejemplo Jimmy, no solo encontrar fuerza en la fe mientras te oprimen, sino también crecer en esa fe cuando el gobierno más totalitario y opresivo de la tierra intenta encerrarte?
Traducido por Verbum Caro.