Recientemente fallecido
El periodista Jesús García evoca a su amigo Rafa Lozano, un referente pro-vida en España
El periodista y escritor Jesús García, autor de best-seller como Medjugorje, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? o Estamos de vuelta escribe una semblanza muy sentida de Rafa Lozano, gran amigo suyo, y uno de los referentes del movimiento pro-vida en España.
Jesús García comenta la gran conversión espiritual que tuvo Rafa con 37 años, gracias a su paso por Medjugorje, y cómo a partir de entonces se volcó a ayudar a mucha gente.
Somos Cristianos. En la muerte de Rafa Lozano
»`Hola. Somos cristianos. Hemos venido a dar las gracias a la familia de Rafa por su testimonio de Dios'. Me lo soltaron así, a bocajarro, dos hombres hechos y derechos, que se habían bajado unos minutos antes de un coche de alta gama y bien trajeados ante la sala del tanatorio en cuya puerta yo me apoyaba para no derrumbarme. Habían pasado ante mí, se asomaron a la habitación y salieron con pinta de no conocer a nadie. Parecían que se habían equivocado de difunto, pero no. Sabían muy bien a dónde venían. Tras dos miradas dubitativas, se me acercaron y con una voz profunda, me preguntaron: `¿Eres familiar de Rafa?´. He de reconocer que durante dos segundos titubeé, pero la respuesta es que no. Tan solo soy un amigo y así se lo dije. Entonces es cuando me revelaron su identidad —cristianos— y el motivo de su presencia. De modo que les explique: `Lola, la mujer de Rafa, ha subido a hacer unos papeles, pero en cuanto baje os aviso, no ha de tardar´. Sin embargo, una necesidad inevitable de compartir aquello me llevó a buscar a mi alrededor con la mirada a alguien a quien presentar a estos cristianos. A cuatro metros de mí estaba como una escudera de Rafa la incombustible María Echanove. `María, estos hombres vienen a dar el pésame y las gracias´, le susurré. `¿Son amigos de Rafa?´. `No, nunca le conocieron. Son cristianos´, expliqué aún bastante incrédulo.
»A María se lo explicaron con más detalle: `Hemos estado rezando por Rafa todo este año y cuando nos llegaban sus mensajes explicando cómo iban las cosas, nos daba un testimonio de Cristo que nos ha elevado y ayudado mucho en nuestra fe. Por eso hemos venido, para dar las gracia a su esposa y a sus hijos´. María, ojiplática, asomó una lágrima de emoción que logró contener, la misma que yo no pude. Del que hablaban estos dos cristianos, era de nuestro amigo. De uno de los mejores que ambos hemos tenido.
Agarré a Lola del brazo en cuanto llegó y ya no supe muy bien qué decirle: `Lola, estos hombres quieren hablar contigo´, y antes de que pudiera decirle que no les conocía de nada ni yo, ni ella, ni Rafa, uno de ellos, mirándola a los ojos con la autenticidad de los que van a decir una gran verdad, con la voz profunda de un hombre que no va contando milongas por ahí, le confesó: `No te conocemos, ni a ti ni a tu marido, pero hemos venido a darte las gracias tanto a ti como a él, porque vuestro testimonio nos ha elevado y acercado a Dios. A nosotros y a todo nuestro grupo de la parroquia´. Lola sonrió. `Nos habéis dado mucho, y qué menos que venir a devolveros un poquito´, apuntó el otro compañero.
»En ese momento, pasaban por allí Carlota y Alvaro, la mayor y el cuarto de los hijos de Rafa y Lola. `Venid un momento, chicos, tenéis que oír esto de vuestro padre´, les dije. Álvaro, de 14 años, vino a regañadientes. Carlota, de 20, con la entereza de una mujer. `Enhorabuena por vuestro padre´. ¿Puede un hijo escuchar nada más grande en su corta vida que la enhorabuena por su padre de cuerpo presente… de boca de dos desconocidos?
¿Cómo ha llegado el hijo de Fany hasta estos hombres y cómo ellos han regresado a Fany y a Lola para hablarles de Rafa, al que no conocieron en vida? La única respuesta es que por medio de la gracia de Dios.
El Historiador Flavio Josefo se refiere a los seguidores de Jesús como `la raza de los cristianos´, y su cita se me vino la cabeza cuando estos dos hombres se presentaron ante mí sin darme su nombre, sino su identidad verdadera: `Somos cristianos´.
Los cristianos creemos una locura, y es una locura tan radical que, o nos la creemos, o no nos la creemos, pero no permite medias tintas: un hombre, un cadáver, volvió a la vida. Resucitó. No resucitó un poquito. O sigue tieso en la tumba, o vive, como atestiguaron los que le vieron vivo después de verle muerto. Esto es como digo una locura solo aceptable porque gozamos de un don: la fe. Y esa fe, fue con la que murió Rafa. Así lo contó Gonzalo, el sacerdote que ofició Misa el día del entierro: `Rafa nos dijo que ante su situación solo había dos posibilidades: curación milagrosa o Cielo, y que ambas eran buenas´. Eso es morir con fe en el que resucitó, y Rafa dio testimonio de Él no desde la teoría, sino clavado a la cama del hospital con los clavos del gotero y la morfina, la sed y la fatiga. ¿Por qué Rafa llegó a estos dos desconocidos y estos dos desconocidos vinieron a Rafa? Porque compartían la misma fe en Cristo y en que Rafa no ha muerto, sino que ha pasado a otro lugar en el que nos encontraremos, en no tanto tiempo como puede llegar a parecer. Rafa y estos dos amigos, eran y son de la raza de los cristianos.
»Rafa fue cristiano en la enfermedad, lo fue en la muerte, y antes lo había sido en vida. Combatió bien las armas de la fe, y no figuradamente, sino en lucha cara a cara con el Demonio. Soy testigo de ello.
»Con Rafa pude compartir muchas cosas cotidianas: la comida, la rutina, el ver crecer a sus hijos, mi boda, las cosas normales de cada día… Fuimos muy muy amigos, yo creo que como hermanos, aunque como digo yo, Rafa no tenía amigos porque a sus amigos nos hacía sus hermanos. Un hombre que creció sin su padre y sin hermanos, logró ensanchar el corazón hasta hacernos a todos muy muy suyos.
Medjugorje por medio...
El punto culminante de nuestra amistad se dio en una peregrinación a Medjugorje. Fue en 2006. Era mi tercera peregrinación allí. Rafa era la primera vez que iba; la primera de alrededor de una veintena. Dos meses antes que él había ido ya Lola. Rafa tenía la llamada en el corazón y fue.
»Fuimos en una Citroen Jumpy en un viaje que es literalmente indescriptible. En ese viaje Rafa se enamoró plenamente de Dios, de la Iglesia, de la Virgen María y de la oración, y siempre vi aquello como un parto de gemelos a una espiritualidad y forma de ver las cosas de Dios tremendamente pareja, que es la que a mí me ha llevado a ser hoy quien soy, y a él le llevó, junto a Lola, a formar la barbaridad que han formado de comunidad cristiana a su alrededor.
»A partir de esa peregrinación fue cuando este hombre de 36 años entonces, en la plenitud de la vida y dotado de enormes dones, al ponerlos al servicio de Dios, nos dio sus mejores años. Fue cuando terminó de explotar el gran Rafa que conocemos todos hoy, incluso aquellos cristianos que no le conocen. Lola me contó un tiempo después una anécdota que describe este momento: `Yo llevaba un tiempo rezando por su conversión, por su verdadera conversión, pero creo que se me ha ido la mano…´.
»A partir de ahí, Rafa fue muy de todos porque se ofrecido totalmente a Dios, sin medida, como se había ofrecido siempre a su madre, esposa, hijos y amigos, pero ahora con sentido de servicio trascendente de la vida, con un más allá siempre en el horizonte. Hizo verdad la operación matemática: uno + Dios = Infinito.
Padre Pío, COF, Teología del Cuerpo...
»A partir de entonces vinieron más peregrinaciones a Medjugorje, a Lourdes, a San Giovanni Rotondo, a Asís… Y su incursión junto con su mujer en los temas de familia, el máster Juan Pablo II, los COF, la Teología del Cuerpo. Rafa tuvo el visionario atrevimiento de dirigir un programa en Radio María llamado `El sexo como Dios manda´, que tantos dolores de cabeza le supuso.
»Me pide Álex Rosal, director de Religión en Libertad, que escriba de Rafa, y lo que puedo decir es que con él he compartido muchas de las experiencias más extremas, importantes y trascendentes de mi vida. Y todo ello con una particularidad: pasándonoslo muy muy bien. Nos hemos reído una barbaridad, haciendo vida ese dicho suyo que rezaba así: `Hacer el humor sin perder el sentido del amor´.
Rafa encarnaba una cita de Juan Pablo II que tanto le gustaba recordar: `No hay peor prisión que un corazón cerrado´. Rafa era la Libertad, la Libertad con mayúscula del que se sabe llamado a no morir jamás; del que sabe que lo mejor de esta vida es darlo todo para no quedarse sin nada al final.
»De Rafa podría contar mil y una anécdotas. De Lola también. Como ese año en que mi casera no me dejaba usar la lavadora y ella, Lola, cada semana, me hacía la colada, junto a la de sus seis hijos. Nunca una mirada fea, nunca un reproche. Nunca un mal gesto. Mi eterno agradecimiento.
»Vuestra casa, Lola, se convirtió no solo en la iglesia doméstica que pedía Juan Pablo II, sino que os adelantasteis a Francisco y plantasteis en Moratalaz un `hospital de campaña´. Allí fuimos tantos hombres desconocidos heridos por mil recovecos tan dolorosos, y vosotros dos, Lola y Rafa, nos curasteis las heridas a lametazos de amor. Con qué paciencia, sábados a hasta las 3 de la mañana, escuchando y acompañando a alguien que al día siguiente no tenía seis hijos que atender desde temprano, como sí teníais vosotros. Vuestra casa fue un hospital de campaña de la misericordia de Dios. Marca Quechua, por cierto, de montaje rápido y sin muchas complicaciones.
»La inmensa mayoría de las anécdotas que podría contar quedarán en mi memoria y me será muy difícil compartirlas ya nunca, porque eran muy nuestras. Chistes que solo nosotros cogíamos o que solo a nosotros nos hacían gracia, confidencias, oraciones, discusiones sobre lo divino y lo humano…. yo qué se. Un buen trozo de vida.
»Pero aquí voy a contar solo una. Es en la que creo que dejamos de ser unos niños en nuestra amistad y nos hicimos hermanos mayores.
»Hace tres años nos enfadamos. La razón fue algo subjetiva y cada cual tenía sus razones, y el Demonio, que tantos nos odia a todos, hizo bien su trabajo. Hace dos años, el enfado se agravó.
»Unos meses después logramos vencer el orgullo, muy a regañadientes, y quedamos para comer. Nos miramos a los ojos, nos hablamos con mucho, mucho cariño y sin dejar ninguna verdad en el tintero. Tras una exposición de los hechos, como digo con cariño y sin una sola falta de respeto, queriendo entender, amando desde el dolor de una discusión.
»`Perdón´. Esa fue la palabra que uno de los dos pronunció y el otro acogió, con el deseo incontrolado de abrazarse de los dos hermanos que se quieren. Ese día, una vez más y con la gracia de Dios, vencimos al Demonio. A los dos minutos estábamos como si nada, contándonos las cosas de cada día y compartiendo nuevos proyectos. Ese, y no otro, fue el más grande día de nuestra amistad. No el que fuimos a Medjugorje. No el que organizamos una de tantas fiestas benéficas. No el que dimos alguna charla conjunta sobre la Virgen. No el que le hice una entrevista para un libro. No el que salimos agotados de una oración a las dos de la noche, y no el que nos la jugamos ante la policía por sentarnos ante una clínica abortista. No el día que le pedí que fuese testigo en mi boda y no fue tampoco el más grande día el que le dije quien era mi novia. Aunque ese fue muy grande. Cuando se lo dije, lloró de alegría, de emoción. ¡Se alegraba tan de verdad que no pudo contener el llanto! Pero no. El más grande día de la amistad entre dos hombres cristianos es el día en que se piden perdón y se perdonan. En el que deciden que se siguen amando.
»Unos meses después supo de su diagnóstico.
»El 1 de septiembre pasado, Gonzalo me llamó a las 23:00. `Vente mañana a despedirte de Rafa o no llegas´.
»Entré en la habitación y había varias personas, pero yo no saludé a nadie. Le di un beso a Lola y me tiré al oído de Rafa: `Te quiero mucho´. `Yo también´, balbuceó. `Gracias por todo´. `Gracias a ti´, respondió. `Tienes la Jumpy preparada, te vas a Medjugorje, ¡pero al Medjugorje de verdad!´. Sonrió. `¿Te acuerdas de cuando yo volví de Medjugorje y fui a tu casa a hablaros de la Virgen?´. Otra sonrisa. `Pues por favor, háblale tu ahora de mí y de mi familia´. Y volvió a sonreír una vez más.
»Gonzalo tenía razón. El sábado ya no hubiera podido despedirme de él, pues ya no respondía apenas.
»Cristo lloró cuando se enteró de la muerte de Lázaro, es decir, que esto no es ninguna cosa pasajera. Esto marca para siempre. Pero más marcados estamos todos por Cristo, y sabemos por Él que Rafa vive en ese lugar en el que ya no hay despedidas. Nosotros creemos que Rafa no ha muerto, porque nosotros, como estos dos hermanos desconocidos, somos de la raza de los cristianos, aquellos que creemos que uno venció a la muerte y que Rafa vive con Él. Cristianos. Esta y ninguna otra es nuestra verdadera identidad.
»Los dos amigos hicieron lo que habían venido a hacer y se marcharon en su coche, a sus tareas cotidianas. Rafa y ellos no se conocían, pero yo os digo una cosa, y el tiempo me dará la razón: se conocerán».
Jesús García comenta la gran conversión espiritual que tuvo Rafa con 37 años, gracias a su paso por Medjugorje, y cómo a partir de entonces se volcó a ayudar a mucha gente.
Somos Cristianos. En la muerte de Rafa Lozano
»`Hola. Somos cristianos. Hemos venido a dar las gracias a la familia de Rafa por su testimonio de Dios'. Me lo soltaron así, a bocajarro, dos hombres hechos y derechos, que se habían bajado unos minutos antes de un coche de alta gama y bien trajeados ante la sala del tanatorio en cuya puerta yo me apoyaba para no derrumbarme. Habían pasado ante mí, se asomaron a la habitación y salieron con pinta de no conocer a nadie. Parecían que se habían equivocado de difunto, pero no. Sabían muy bien a dónde venían. Tras dos miradas dubitativas, se me acercaron y con una voz profunda, me preguntaron: `¿Eres familiar de Rafa?´. He de reconocer que durante dos segundos titubeé, pero la respuesta es que no. Tan solo soy un amigo y así se lo dije. Entonces es cuando me revelaron su identidad —cristianos— y el motivo de su presencia. De modo que les explique: `Lola, la mujer de Rafa, ha subido a hacer unos papeles, pero en cuanto baje os aviso, no ha de tardar´. Sin embargo, una necesidad inevitable de compartir aquello me llevó a buscar a mi alrededor con la mirada a alguien a quien presentar a estos cristianos. A cuatro metros de mí estaba como una escudera de Rafa la incombustible María Echanove. `María, estos hombres vienen a dar el pésame y las gracias´, le susurré. `¿Son amigos de Rafa?´. `No, nunca le conocieron. Son cristianos´, expliqué aún bastante incrédulo.
»A María se lo explicaron con más detalle: `Hemos estado rezando por Rafa todo este año y cuando nos llegaban sus mensajes explicando cómo iban las cosas, nos daba un testimonio de Cristo que nos ha elevado y ayudado mucho en nuestra fe. Por eso hemos venido, para dar las gracia a su esposa y a sus hijos´. María, ojiplática, asomó una lágrima de emoción que logró contener, la misma que yo no pude. Del que hablaban estos dos cristianos, era de nuestro amigo. De uno de los mejores que ambos hemos tenido.
Agarré a Lola del brazo en cuanto llegó y ya no supe muy bien qué decirle: `Lola, estos hombres quieren hablar contigo´, y antes de que pudiera decirle que no les conocía de nada ni yo, ni ella, ni Rafa, uno de ellos, mirándola a los ojos con la autenticidad de los que van a decir una gran verdad, con la voz profunda de un hombre que no va contando milongas por ahí, le confesó: `No te conocemos, ni a ti ni a tu marido, pero hemos venido a darte las gracias tanto a ti como a él, porque vuestro testimonio nos ha elevado y acercado a Dios. A nosotros y a todo nuestro grupo de la parroquia´. Lola sonrió. `Nos habéis dado mucho, y qué menos que venir a devolveros un poquito´, apuntó el otro compañero.
»En ese momento, pasaban por allí Carlota y Alvaro, la mayor y el cuarto de los hijos de Rafa y Lola. `Venid un momento, chicos, tenéis que oír esto de vuestro padre´, les dije. Álvaro, de 14 años, vino a regañadientes. Carlota, de 20, con la entereza de una mujer. `Enhorabuena por vuestro padre´. ¿Puede un hijo escuchar nada más grande en su corta vida que la enhorabuena por su padre de cuerpo presente… de boca de dos desconocidos?
¿Cómo ha llegado el hijo de Fany hasta estos hombres y cómo ellos han regresado a Fany y a Lola para hablarles de Rafa, al que no conocieron en vida? La única respuesta es que por medio de la gracia de Dios.
El Historiador Flavio Josefo se refiere a los seguidores de Jesús como `la raza de los cristianos´, y su cita se me vino la cabeza cuando estos dos hombres se presentaron ante mí sin darme su nombre, sino su identidad verdadera: `Somos cristianos´.
Los cristianos creemos una locura, y es una locura tan radical que, o nos la creemos, o no nos la creemos, pero no permite medias tintas: un hombre, un cadáver, volvió a la vida. Resucitó. No resucitó un poquito. O sigue tieso en la tumba, o vive, como atestiguaron los que le vieron vivo después de verle muerto. Esto es como digo una locura solo aceptable porque gozamos de un don: la fe. Y esa fe, fue con la que murió Rafa. Así lo contó Gonzalo, el sacerdote que ofició Misa el día del entierro: `Rafa nos dijo que ante su situación solo había dos posibilidades: curación milagrosa o Cielo, y que ambas eran buenas´. Eso es morir con fe en el que resucitó, y Rafa dio testimonio de Él no desde la teoría, sino clavado a la cama del hospital con los clavos del gotero y la morfina, la sed y la fatiga. ¿Por qué Rafa llegó a estos dos desconocidos y estos dos desconocidos vinieron a Rafa? Porque compartían la misma fe en Cristo y en que Rafa no ha muerto, sino que ha pasado a otro lugar en el que nos encontraremos, en no tanto tiempo como puede llegar a parecer. Rafa y estos dos amigos, eran y son de la raza de los cristianos.
»Rafa fue cristiano en la enfermedad, lo fue en la muerte, y antes lo había sido en vida. Combatió bien las armas de la fe, y no figuradamente, sino en lucha cara a cara con el Demonio. Soy testigo de ello.
»Con Rafa pude compartir muchas cosas cotidianas: la comida, la rutina, el ver crecer a sus hijos, mi boda, las cosas normales de cada día… Fuimos muy muy amigos, yo creo que como hermanos, aunque como digo yo, Rafa no tenía amigos porque a sus amigos nos hacía sus hermanos. Un hombre que creció sin su padre y sin hermanos, logró ensanchar el corazón hasta hacernos a todos muy muy suyos.
Medjugorje por medio...
El punto culminante de nuestra amistad se dio en una peregrinación a Medjugorje. Fue en 2006. Era mi tercera peregrinación allí. Rafa era la primera vez que iba; la primera de alrededor de una veintena. Dos meses antes que él había ido ya Lola. Rafa tenía la llamada en el corazón y fue.
»Fuimos en una Citroen Jumpy en un viaje que es literalmente indescriptible. En ese viaje Rafa se enamoró plenamente de Dios, de la Iglesia, de la Virgen María y de la oración, y siempre vi aquello como un parto de gemelos a una espiritualidad y forma de ver las cosas de Dios tremendamente pareja, que es la que a mí me ha llevado a ser hoy quien soy, y a él le llevó, junto a Lola, a formar la barbaridad que han formado de comunidad cristiana a su alrededor.
»A partir de esa peregrinación fue cuando este hombre de 36 años entonces, en la plenitud de la vida y dotado de enormes dones, al ponerlos al servicio de Dios, nos dio sus mejores años. Fue cuando terminó de explotar el gran Rafa que conocemos todos hoy, incluso aquellos cristianos que no le conocen. Lola me contó un tiempo después una anécdota que describe este momento: `Yo llevaba un tiempo rezando por su conversión, por su verdadera conversión, pero creo que se me ha ido la mano…´.
»A partir de ahí, Rafa fue muy de todos porque se ofrecido totalmente a Dios, sin medida, como se había ofrecido siempre a su madre, esposa, hijos y amigos, pero ahora con sentido de servicio trascendente de la vida, con un más allá siempre en el horizonte. Hizo verdad la operación matemática: uno + Dios = Infinito.
Padre Pío, COF, Teología del Cuerpo...
»A partir de entonces vinieron más peregrinaciones a Medjugorje, a Lourdes, a San Giovanni Rotondo, a Asís… Y su incursión junto con su mujer en los temas de familia, el máster Juan Pablo II, los COF, la Teología del Cuerpo. Rafa tuvo el visionario atrevimiento de dirigir un programa en Radio María llamado `El sexo como Dios manda´, que tantos dolores de cabeza le supuso.
»Me pide Álex Rosal, director de Religión en Libertad, que escriba de Rafa, y lo que puedo decir es que con él he compartido muchas de las experiencias más extremas, importantes y trascendentes de mi vida. Y todo ello con una particularidad: pasándonoslo muy muy bien. Nos hemos reído una barbaridad, haciendo vida ese dicho suyo que rezaba así: `Hacer el humor sin perder el sentido del amor´.
Rafa encarnaba una cita de Juan Pablo II que tanto le gustaba recordar: `No hay peor prisión que un corazón cerrado´. Rafa era la Libertad, la Libertad con mayúscula del que se sabe llamado a no morir jamás; del que sabe que lo mejor de esta vida es darlo todo para no quedarse sin nada al final.
»De Rafa podría contar mil y una anécdotas. De Lola también. Como ese año en que mi casera no me dejaba usar la lavadora y ella, Lola, cada semana, me hacía la colada, junto a la de sus seis hijos. Nunca una mirada fea, nunca un reproche. Nunca un mal gesto. Mi eterno agradecimiento.
»Vuestra casa, Lola, se convirtió no solo en la iglesia doméstica que pedía Juan Pablo II, sino que os adelantasteis a Francisco y plantasteis en Moratalaz un `hospital de campaña´. Allí fuimos tantos hombres desconocidos heridos por mil recovecos tan dolorosos, y vosotros dos, Lola y Rafa, nos curasteis las heridas a lametazos de amor. Con qué paciencia, sábados a hasta las 3 de la mañana, escuchando y acompañando a alguien que al día siguiente no tenía seis hijos que atender desde temprano, como sí teníais vosotros. Vuestra casa fue un hospital de campaña de la misericordia de Dios. Marca Quechua, por cierto, de montaje rápido y sin muchas complicaciones.
»La inmensa mayoría de las anécdotas que podría contar quedarán en mi memoria y me será muy difícil compartirlas ya nunca, porque eran muy nuestras. Chistes que solo nosotros cogíamos o que solo a nosotros nos hacían gracia, confidencias, oraciones, discusiones sobre lo divino y lo humano…. yo qué se. Un buen trozo de vida.
»Pero aquí voy a contar solo una. Es en la que creo que dejamos de ser unos niños en nuestra amistad y nos hicimos hermanos mayores.
»Hace tres años nos enfadamos. La razón fue algo subjetiva y cada cual tenía sus razones, y el Demonio, que tantos nos odia a todos, hizo bien su trabajo. Hace dos años, el enfado se agravó.
»Unos meses después logramos vencer el orgullo, muy a regañadientes, y quedamos para comer. Nos miramos a los ojos, nos hablamos con mucho, mucho cariño y sin dejar ninguna verdad en el tintero. Tras una exposición de los hechos, como digo con cariño y sin una sola falta de respeto, queriendo entender, amando desde el dolor de una discusión.
»`Perdón´. Esa fue la palabra que uno de los dos pronunció y el otro acogió, con el deseo incontrolado de abrazarse de los dos hermanos que se quieren. Ese día, una vez más y con la gracia de Dios, vencimos al Demonio. A los dos minutos estábamos como si nada, contándonos las cosas de cada día y compartiendo nuevos proyectos. Ese, y no otro, fue el más grande día de nuestra amistad. No el que fuimos a Medjugorje. No el que organizamos una de tantas fiestas benéficas. No el que dimos alguna charla conjunta sobre la Virgen. No el que le hice una entrevista para un libro. No el que salimos agotados de una oración a las dos de la noche, y no el que nos la jugamos ante la policía por sentarnos ante una clínica abortista. No el día que le pedí que fuese testigo en mi boda y no fue tampoco el más grande día el que le dije quien era mi novia. Aunque ese fue muy grande. Cuando se lo dije, lloró de alegría, de emoción. ¡Se alegraba tan de verdad que no pudo contener el llanto! Pero no. El más grande día de la amistad entre dos hombres cristianos es el día en que se piden perdón y se perdonan. En el que deciden que se siguen amando.
»Unos meses después supo de su diagnóstico.
»El 1 de septiembre pasado, Gonzalo me llamó a las 23:00. `Vente mañana a despedirte de Rafa o no llegas´.
»Entré en la habitación y había varias personas, pero yo no saludé a nadie. Le di un beso a Lola y me tiré al oído de Rafa: `Te quiero mucho´. `Yo también´, balbuceó. `Gracias por todo´. `Gracias a ti´, respondió. `Tienes la Jumpy preparada, te vas a Medjugorje, ¡pero al Medjugorje de verdad!´. Sonrió. `¿Te acuerdas de cuando yo volví de Medjugorje y fui a tu casa a hablaros de la Virgen?´. Otra sonrisa. `Pues por favor, háblale tu ahora de mí y de mi familia´. Y volvió a sonreír una vez más.
»Gonzalo tenía razón. El sábado ya no hubiera podido despedirme de él, pues ya no respondía apenas.
»Cristo lloró cuando se enteró de la muerte de Lázaro, es decir, que esto no es ninguna cosa pasajera. Esto marca para siempre. Pero más marcados estamos todos por Cristo, y sabemos por Él que Rafa vive en ese lugar en el que ya no hay despedidas. Nosotros creemos que Rafa no ha muerto, porque nosotros, como estos dos hermanos desconocidos, somos de la raza de los cristianos, aquellos que creemos que uno venció a la muerte y que Rafa vive con Él. Cristianos. Esta y ninguna otra es nuestra verdadera identidad.
»Los dos amigos hicieron lo que habían venido a hacer y se marcharon en su coche, a sus tareas cotidianas. Rafa y ellos no se conocían, pero yo os digo una cosa, y el tiempo me dará la razón: se conocerán».
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