Mantiene fuertes vínculos con los Misioneros del Sagrado Corazón
Joe Kovacs, medalla de plata en lanzamiento de peso, un católico comprometido: es Caballero de Colón
En la madrugada de este viernes (hora española), Joe Kovacs, que llegó a Río de Janeiro siendo el lanzador con la mejor marca del año y gran favorito para la victoria, colocó la bola en 21,78 metros, viéndose solo superado por su compatriota Ryan Crouser.
En el bar del instituto donde estudió Kovacs, el Bethlehem Catholic High School, habían montado una fiesta para ver la competición y se congregó mucha gente, porque son una familia muy querida. Para los que estuvieron en la fiesta, esa medalla de plata supo igualmente a triunfo. Y eso que Joe les ha acostumbrado al éxito tras coronarse en 2015 como campeón del mundo en Pekín.
Momento en el que impacta el primer lanzamiento de Joe, a una distancia que olía a oro pero se quedó en plata.
Pero fue una fiesta, sobre todo, para su madre, Joanna, que está con él en Río de Janeiro. A su marido y padre de Joe le diagnosticaron un cáncer y murió en 1997, dejando huérfano a un pequeño de sólo 7 años. Como una fatalidad, al día siguiente murió su abuela, la madre de Joanna. Quien, tras superar esos dos mazazos tan seguidos, no sólo le crió sola, sino que además fue durante mucho tiempo su entrenadora cuando se vio que el chico tenía futuro en el deporte.
Ella era profesora de hockey sobre hierba y baloncesto en otro instituto, pero pidió un año sabático para empezar a formar a su hijo y otros compañeros en Bethlehem Catholic, una institución académica pequeña donde no había instalaciones apropiadas para la gran competición ni entrenadores a ese nivel.
Joe, en un momento de la prueba de este jueves por la noche (hora local) en Río de Janeiro.
Rodeado de Misioneros y Caballeros
Durante toda la infancia y juventud de Joe, los Kovacs tuvieron una ayuda muy importante: los Misioneros del Sagrado Corazón de Bethlehem, en Pennsylvania (estado donde nació Joe, en la ciudad de Nazareth). "Nos sentimos realmente muy cercanos a la comunidad de los Misioneros del Sagrado Corazón", explica Joe: "Son los sacerdotes de nuestra parroquia, la Sagrada Familia, y su comunidad de retiros está a veinte minutos de mi casa. Toda la comunidad de sacerdotes y religiosas nos ayudaron a mí y a toda mi familia a superar aquella dura época".
"Me ayudaron con mi fe, pero también a hacer cosas que no eran normales. Uno de los sacerdotes, el padre Joe Gleixner, fue mi padrino de confirmación y me ayudó mucho. Me gustaban mucho las ciencias en el instituto, y él me enseñó a fabricar cosas. Juntos hicimos un túnel de viento. Y uno de los sacerdotes jubilados me ayudó también a hacer un pequeño campo de golf en sus terrenos".
Joe mantuvo esa mentalidad científica y técnica, y en la Universidad de Pennsylvania obtuvo dos títulos, en economía energética y en ingeniería del petróleo y del gas.
"Así que los misioneros del Sagrado Corazón han estado muy próximos a mi familia. No solo fueron modelos para mí, fueron también amigos y les considero parte de mi familia", añade Joe.
El campeón del mundo y subcampeón olímpico de lanzamiento de peso tiene una tercera familia: los Caballeros de Colón, una de las organizaciones católicas más importantes de Estados Unidos. "Cuando era niño, me encantaban las espadas. Pero si me acerqué a los Caballeros en la iglesia fue justo porque ellos eran siempre los voluntarios que organizaban las cosas. Hicieron mucho por nuestra comunidad. Lo que me atrajo de ellos es que me di cuenta de que la gente a la que yo admiraba o quienes quería parecerme formaban parte de esta gran organización", explica en una entrevista concedida para su página web.
El valor de la misa y del rosario
Joe mantiene su vida de fe cuando compite dentro y fuera de su país, y en el ambiente del centro avanzado de entrenamiento olímpico en el que ha vivido los últimos cuatro años.
"Debo decir que una de las cosas más bonitas de la fe católica, al ser universal, es que siempre que vas a la iglesia en un país diferente el formato de la misa es el mismo", explica: "Puedo no saber lo que están diciendo en su idioma, pero sé lo que están diciendo. En la mayor parte de países sólo conozco las palabras suficientes para pedir la comida en su idioma, pero cuando voy a la iglesia sé lo que está pasando y puedo participar en la misa".
Joe, con la medalla de oro ganada en Pekín en agosto de 2015.
A Joe Kovacs le gusta rodearse de personas con quienes comparte la fe. Es el caso de su entrenador, Art Venegas: "Estuve el año pasado en el Vaticano, y cuando volví a casa le dí a su madre un rosario bendecido por el Papa, porque ella siempre reza un rosario por mí cuando salgo de viaje. Y el día de la competición reza para que no me lesione. Me siento bien juntándome con gente que conoce la fe católica".
En el bar del instituto donde estudió Kovacs, el Bethlehem Catholic High School, habían montado una fiesta para ver la competición y se congregó mucha gente, porque son una familia muy querida. Para los que estuvieron en la fiesta, esa medalla de plata supo igualmente a triunfo. Y eso que Joe les ha acostumbrado al éxito tras coronarse en 2015 como campeón del mundo en Pekín.
Momento en el que impacta el primer lanzamiento de Joe, a una distancia que olía a oro pero se quedó en plata.
Pero fue una fiesta, sobre todo, para su madre, Joanna, que está con él en Río de Janeiro. A su marido y padre de Joe le diagnosticaron un cáncer y murió en 1997, dejando huérfano a un pequeño de sólo 7 años. Como una fatalidad, al día siguiente murió su abuela, la madre de Joanna. Quien, tras superar esos dos mazazos tan seguidos, no sólo le crió sola, sino que además fue durante mucho tiempo su entrenadora cuando se vio que el chico tenía futuro en el deporte.
Ella era profesora de hockey sobre hierba y baloncesto en otro instituto, pero pidió un año sabático para empezar a formar a su hijo y otros compañeros en Bethlehem Catholic, una institución académica pequeña donde no había instalaciones apropiadas para la gran competición ni entrenadores a ese nivel.
Joe, en un momento de la prueba de este jueves por la noche (hora local) en Río de Janeiro.
Rodeado de Misioneros y Caballeros
Durante toda la infancia y juventud de Joe, los Kovacs tuvieron una ayuda muy importante: los Misioneros del Sagrado Corazón de Bethlehem, en Pennsylvania (estado donde nació Joe, en la ciudad de Nazareth). "Nos sentimos realmente muy cercanos a la comunidad de los Misioneros del Sagrado Corazón", explica Joe: "Son los sacerdotes de nuestra parroquia, la Sagrada Familia, y su comunidad de retiros está a veinte minutos de mi casa. Toda la comunidad de sacerdotes y religiosas nos ayudaron a mí y a toda mi familia a superar aquella dura época".
"Me ayudaron con mi fe, pero también a hacer cosas que no eran normales. Uno de los sacerdotes, el padre Joe Gleixner, fue mi padrino de confirmación y me ayudó mucho. Me gustaban mucho las ciencias en el instituto, y él me enseñó a fabricar cosas. Juntos hicimos un túnel de viento. Y uno de los sacerdotes jubilados me ayudó también a hacer un pequeño campo de golf en sus terrenos".
Joe mantuvo esa mentalidad científica y técnica, y en la Universidad de Pennsylvania obtuvo dos títulos, en economía energética y en ingeniería del petróleo y del gas.
"Así que los misioneros del Sagrado Corazón han estado muy próximos a mi familia. No solo fueron modelos para mí, fueron también amigos y les considero parte de mi familia", añade Joe.
El campeón del mundo y subcampeón olímpico de lanzamiento de peso tiene una tercera familia: los Caballeros de Colón, una de las organizaciones católicas más importantes de Estados Unidos. "Cuando era niño, me encantaban las espadas. Pero si me acerqué a los Caballeros en la iglesia fue justo porque ellos eran siempre los voluntarios que organizaban las cosas. Hicieron mucho por nuestra comunidad. Lo que me atrajo de ellos es que me di cuenta de que la gente a la que yo admiraba o quienes quería parecerme formaban parte de esta gran organización", explica en una entrevista concedida para su página web.
El valor de la misa y del rosario
Joe mantiene su vida de fe cuando compite dentro y fuera de su país, y en el ambiente del centro avanzado de entrenamiento olímpico en el que ha vivido los últimos cuatro años.
"Debo decir que una de las cosas más bonitas de la fe católica, al ser universal, es que siempre que vas a la iglesia en un país diferente el formato de la misa es el mismo", explica: "Puedo no saber lo que están diciendo en su idioma, pero sé lo que están diciendo. En la mayor parte de países sólo conozco las palabras suficientes para pedir la comida en su idioma, pero cuando voy a la iglesia sé lo que está pasando y puedo participar en la misa".
Joe, con la medalla de oro ganada en Pekín en agosto de 2015.
A Joe Kovacs le gusta rodearse de personas con quienes comparte la fe. Es el caso de su entrenador, Art Venegas: "Estuve el año pasado en el Vaticano, y cuando volví a casa le dí a su madre un rosario bendecido por el Papa, porque ella siempre reza un rosario por mí cuando salgo de viaje. Y el día de la competición reza para que no me lesione. Me siento bien juntándome con gente que conoce la fe católica".
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