Su marido destaca su respeto por el sacramento del matrimonio y por la vida
Laura murió por ELA y no quiso abortar: su vida fue un «quinto evangelio», dice el cura que la casó
En la vida de Laura Grassi y su pequeña familia, la que formaba con su marido Ugo y su hija Alessia, resplandecieron el respeto al sacramento del matrimonio y el amor al concebido y no nacido. Se casaron conociendo ya la enfermedad que acaba de matarla a ella, la inexorable ELA, y cuando inesperadamente se quedó embarazada, respetaron la vida de su hijo contra la presión de los médicos, lo que obligaba a suspender el tratamiento. He aquí su historia, contada por Roberto Mazzoli en Avvenire:
Laura Grassi subió al cielo el 22 de abril cuando solo tenía 34 años. El día anterior había celebrado el cuarto aniversario de matrimonio junto con su marido Ugo Morganti y su hija Alessia, de apenas tres años.
Dos obispos la reconocen como "testigo"
La historia de Laura había afectado a toda Italia por el ejemplo de fortaleza y de dignidad a pesar de una enfermedad devastadora como la ELA (esclerosis lateral amiotrófica). En 2013 incluso el Papa Francisco se interesó por ella. Gracias a las delegaciones de Unitalsi [Unión Nacional Italiana para el Transporte de Enfermos a Lourdes y Santuarios Internacionales] en Roma y Rímini acudió con su familia a una audiencia general en la Plaza de San Pedro.
El pasado 26 de abril, en la iglesia de San Miguel Arcángel en Morciano di Romagna no cabía el gran número de personas llegadas incluso de Babbucce, el barrio de Pesaro donde Laura nació y creció y donde vivió, hasta hace dos años, en una casita cercana a la de sus padres, Giancarlo y Teresa. Para el último adiós también estaba presente el obispo de Rimini, monseñor Francesco Lambiasi, quien en la homilía definió a Laura como "un verdadero testigo del amor de Dios, porque en su sencillez supo abrazar hasta el extremo la cruz, reconociendo el amor de Jesús en esa cruz, en los signos de su Pasión. Quien iba a visitarla a su casa quedaba impactado y asombrado al ver su recibimiento, su positividad: quien la visitaba la veía a ella, no a su enfermedad".
Laura y Ugo, con Alessia recién nacida, poco antes de saludar al Papa durante una audiencia general. En el minuto 3:34 Laura recomienda a quienes estén en situación parecida a la suya "luchar cada día, porque vivir cada día vale la pena". Y en el minuto 4:06 dice que lo que se traerán de la audiencia general con el Papa es "mucha fuerza, las pilas cargadas".
También el arzobispo de Pesaro, monseñor Piero Coccia, que la conocía personalmente, quiso hacer llegar a su marido Ugo su mensaje de condolencia "porque supo dar testimonio de su fe en Cristo de forma cristalina".
"Todo lo consideraron un don"
Hasta pocas horas antes de morir, Laura siempre tuvo en mente a los demás, como recuerda Marcello Zammarchi, vicerector del seminario diocesano de Rimini, quien unió en matrimonio en 2012 a la joven pareja y que siempre estuvo cercano a la familia.
Laura y Ugo con Don Marcello, el sacerdote que les casó, testigo ahora de la ejemplar muerte cristiana de la joven.
"Su vida", dice Don Marcello, "se apagó con una enorme gracia, tanto que antes de morir quiso dejar su testamento espiritual a muchísimos amigos que estuvieron siempre a su lado". Fueron pocas palabras, escritas con los ojos gracias a un sintetizador vocal, y donde se lee: "Os he pedido mucho y me habéis dado todavía más".
Don Marcello recuerda la última vez que la visitó en casa. "Ugo volvió del trabajo antes de lo previsto, y Laura, asomándose a la ventana, lo miró con ojos llenos de alegría, como si fuese la primera vez, porque en su relación nada se dio por supuesto o rutinario, sino que todo lo consideraron un don". Para ella la enfermedad no fue nunca un obstáculo, sino una oportunidad para vivir la esencia de la vida.
El matrimonio y la vida, acogidos con plena conciencia
En marzo de 2010 empezaron Ugo y ella el cursillo prematrimonial. En los últimos meses de ese año le diagnosticaron la esclerosis lateral amiotrófica. El trauma inicial fue grande, pero Laura y Ugo no perdieron nunca el deseo de casarse. Juntos decidieron quemar etapas, porque querían llegar al altar pudiendo aún caminar.
El matrimonio vivió con plena conciencia del avance inexorable de la enfermedad. En 2013 llegó inesperadamente el embarazo, vivido enseguida como un regalo del Señor. A pesar de la opinión fuertemente contraria de los médicos, que le aconsejaban que abortase, Laura decidió suspender el tratamiento hasta que naciese Alessia.
"Luchó contra la enfermedad con gran dignidad", cuenta Ugo, "preparándonos a Alessia y a mí para el momento de la separación y dejándonos todas las indicaciones para después. Incluso para el funeral lo pensó todo, escogiendo las lecturas y encargándose de que a todas sus amigas se les regalase una rosa blanca. Estoy seguro de que la principal enseñanza que quedará de ella es el respeto por el sacramento del matrimonio y por la vida".
Prudente a la espera de la llamada de Dios
Laura, que siempre dijo "sí" aceptándolo todo, al final supo pronunciar su único "no". Cuando los médicos ya estaban dispuestos a practicar una traqueotomía, tras la primera de sus últimas tres crisis respiratorias, ella lo rechazó. Ya había hablado de eso con Ugo y sus ideas eran muy claras.
"Siempre estuvo dispuesta y con la lámpara encendida", dice Don Marcello, evocando la parábola evangélica de las vírgenes prudentes (Mt 25, 113), y hoy esa llama ha encendido lámparas que estaban apagadas, conformando con su vida un bellísimo quinto Evangelio de amor".
Traducción de Carmelo López-Arias.