La colombiana Sandra Gutiérrez da su testimonio
Fue secuestrada por paramilitares, pero perdonó y dio trabajo a los arrepentidos: «Dios es perdón»
El Pontífice impartió el miércoles 24 de septiembre de 2014 su bendición apostólica a un grupo de personas, víctimas y desmovilizados del conflicto armado en Colombia, que presenciaron la audiencia general en Plaza San Pedro.
Sandra Gutierrez, víctima de violencia y secuestros, llegó a Roma a rogar al Papa Francisco para que rezara por "la herida que sigue abierta en mi corazón": la paz de su patria.
Sandra Gutiérrez es una mujer que ´abrazó´ a su secuestrador después de haber sufrido maltratos, molestias, persecuciones y padecer la muerte de un ser querido.
Sandra dice vivir un enérgico compromiso por una solución al conflicto armado que desangra Colombia desde hace 50 años.
Al contrario que muchos, ella testimonia que prefirió dejar atrás el odio para meter las manos en la solución. Es decir, dar dignidad a través del trabajo a aquellos que vivían antes de empuñar un arma.
En sus palabras hay un interrogante abierto: “¿Quién soy yo para no perdonar ante tanto dolor?”
- ¿Cómo fue el encuentro con el Papa Francisco?
-Me impactó mucho porque el Papa reza por la paz de mi nación cada día y una de las peticiones que yo traía como victimaria era que se orara por la paz de nuestra nación. Él le envió un mensaje a nuestros hermanos: ¡Ya no más guerra, ya no más muerte!”.
Entre 1990 y 2002, Sandra de 46 años fue víctima en varias ocasiones de diversos grupos armados ilegales, sufriendo personalmente un secuestro, así como ataques contra su familia que resultaron en muertes y desplazamiento forzoso.
- ¿Nos puede contar las circunstancias de su secuestro?
-Estaba haciendo un trabajo. Era contratista del gobierno. Trabajaba en la zona de distensión en Vista Hermosa. Alguien me acusó de ser una colaboradora de la guerrilla. Yo era una contratista del gobierno para hacer viviendas populares en zonas rurales, cuando fui secuestrada por los paramilitares.
Después de este secuestro Sandra no pudo tener más familia y sus heridas físicas y psicológicas le causaron grandes trastornos que sólo a través del perdón pudo superar.
-¿Es fácil perdonar?
- Es fácil en la medida que uno pueda reconciliarse con uno mismo. Estoy en contacto con Dios que es el único que puede sanar los corazones heridos y endurecidos. No fue fácil recorrer la senda del perdón, pero salí ganando cuando la emprendí.
- ¿Usted ha encontrado a los que ayer fueron su verdugos?
- He tenido un encuentro personal con uno de mis secuestradores. Le dije que ya lo había perdonado. Qué no se preocupara. Qué lo que había pasado se quedó en el pasado. Él lloro. Nos abrazamos. Fue el momento en el que termine mi proceso de perdón. Así es cómo entendí que Dios si me había llenado de tanto amor para amar a los demás. Aún a quien me había hecho tanto daño.
- Usted le da trabajo en su empresa familiar a 36 personas que han abandonado las armas. ¿Cómo es esto?
- Los desmovilizados necesitan una oportunidad. A lo mejor si ellos hubieran tenido una oportunidad antes…Yo trato de calzar el zapato ajeno. Si no nos ponemos en la situación del otro es difícil entender las personas. Tenemos que entendernos. Perdonar lo imperdonable. Entender lo incomprensible y construirnos entre todos.
- ¿Cuál es la herida abierta en su corazón más difícil de sanar?
-La herida más grande que tengo es ver mi nación devastada. No se trata de mí, ni de ese familiar que amaba y mataron. No se trata de los vejámenes sufridos, ni de mi alma quebrantada. Se trata de ver mi nación desangrada. De ver el sufrimientos de las mujeres.
[Se interrumpe en un sollozo…] Porque cada vez que hay un muerto en mi nación, es el vientre de una madre que se queda sin su hijo... [la voz se quiebra]…
- ¿Cómo es su relación personal con Dios en este momento?
- Es un Dios de amor. Creo en Jesucristo. Cada vez que veo la Cruz del calvario entiendo que hay un camino de salvación. En esa cruz quedaron los hombres y mujeres de las FARC, los Paramilitares, allí quede también yo con mis pecados y quedó toda la humanidad. Él nos dio ese don, el perdón, como un regalo porque no lo merecíamos. Eso me obliga a que yo no puedo ser más que Dios y no poder dar mi perdón.
- ¿Cómo nació la idea de darle trabajo a sus secuestradores?
- Hablé con mi familia. Mis hijos aceptaron, ellos administran la empresa de familia. Ellos siguieron mi ejemplo. Pensamos en abrir oportunidades de trabajo a personas desmovilizadas. Estos son nuevos escenarios de paz que no es solamente perdonar sino proveer oportunidades. Por esto, se tomó esta decisión en familia.
- ¿Entonces el perdón es de toda la familia?
- Al inicio no fue fácil que lo entendieran, pero los valores que les compartí les hicieron cambiar idea.
Sandra, desde abril de 2013 es líder local en su comunidad, en la ciudad de Villavicencio, y con una gran valentía ofreció un espacio de reconciliación para que desmovilizados presten su servicio social en su comunidad. A la fecha más de 150 personas en proceso de Reintegración han donado su tiempo para apoyar esta comunidad convirtiéndose en un ejemplo a seguir en Colombia.
Sandra Gutierrez, víctima de violencia y secuestros, llegó a Roma a rogar al Papa Francisco para que rezara por "la herida que sigue abierta en mi corazón": la paz de su patria.
Sandra Gutiérrez es una mujer que ´abrazó´ a su secuestrador después de haber sufrido maltratos, molestias, persecuciones y padecer la muerte de un ser querido.
Sandra dice vivir un enérgico compromiso por una solución al conflicto armado que desangra Colombia desde hace 50 años.
Al contrario que muchos, ella testimonia que prefirió dejar atrás el odio para meter las manos en la solución. Es decir, dar dignidad a través del trabajo a aquellos que vivían antes de empuñar un arma.
En sus palabras hay un interrogante abierto: “¿Quién soy yo para no perdonar ante tanto dolor?”
- ¿Cómo fue el encuentro con el Papa Francisco?
-Me impactó mucho porque el Papa reza por la paz de mi nación cada día y una de las peticiones que yo traía como victimaria era que se orara por la paz de nuestra nación. Él le envió un mensaje a nuestros hermanos: ¡Ya no más guerra, ya no más muerte!”.
Entre 1990 y 2002, Sandra de 46 años fue víctima en varias ocasiones de diversos grupos armados ilegales, sufriendo personalmente un secuestro, así como ataques contra su familia que resultaron en muertes y desplazamiento forzoso.
- ¿Nos puede contar las circunstancias de su secuestro?
-Estaba haciendo un trabajo. Era contratista del gobierno. Trabajaba en la zona de distensión en Vista Hermosa. Alguien me acusó de ser una colaboradora de la guerrilla. Yo era una contratista del gobierno para hacer viviendas populares en zonas rurales, cuando fui secuestrada por los paramilitares.
Después de este secuestro Sandra no pudo tener más familia y sus heridas físicas y psicológicas le causaron grandes trastornos que sólo a través del perdón pudo superar.
-¿Es fácil perdonar?
- Es fácil en la medida que uno pueda reconciliarse con uno mismo. Estoy en contacto con Dios que es el único que puede sanar los corazones heridos y endurecidos. No fue fácil recorrer la senda del perdón, pero salí ganando cuando la emprendí.
- ¿Usted ha encontrado a los que ayer fueron su verdugos?
- He tenido un encuentro personal con uno de mis secuestradores. Le dije que ya lo había perdonado. Qué no se preocupara. Qué lo que había pasado se quedó en el pasado. Él lloro. Nos abrazamos. Fue el momento en el que termine mi proceso de perdón. Así es cómo entendí que Dios si me había llenado de tanto amor para amar a los demás. Aún a quien me había hecho tanto daño.
- Usted le da trabajo en su empresa familiar a 36 personas que han abandonado las armas. ¿Cómo es esto?
- Los desmovilizados necesitan una oportunidad. A lo mejor si ellos hubieran tenido una oportunidad antes…Yo trato de calzar el zapato ajeno. Si no nos ponemos en la situación del otro es difícil entender las personas. Tenemos que entendernos. Perdonar lo imperdonable. Entender lo incomprensible y construirnos entre todos.
- ¿Cuál es la herida abierta en su corazón más difícil de sanar?
-La herida más grande que tengo es ver mi nación devastada. No se trata de mí, ni de ese familiar que amaba y mataron. No se trata de los vejámenes sufridos, ni de mi alma quebrantada. Se trata de ver mi nación desangrada. De ver el sufrimientos de las mujeres.
[Se interrumpe en un sollozo…] Porque cada vez que hay un muerto en mi nación, es el vientre de una madre que se queda sin su hijo... [la voz se quiebra]…
- ¿Cómo es su relación personal con Dios en este momento?
- Es un Dios de amor. Creo en Jesucristo. Cada vez que veo la Cruz del calvario entiendo que hay un camino de salvación. En esa cruz quedaron los hombres y mujeres de las FARC, los Paramilitares, allí quede también yo con mis pecados y quedó toda la humanidad. Él nos dio ese don, el perdón, como un regalo porque no lo merecíamos. Eso me obliga a que yo no puedo ser más que Dios y no poder dar mi perdón.
- ¿Cómo nació la idea de darle trabajo a sus secuestradores?
- Hablé con mi familia. Mis hijos aceptaron, ellos administran la empresa de familia. Ellos siguieron mi ejemplo. Pensamos en abrir oportunidades de trabajo a personas desmovilizadas. Estos son nuevos escenarios de paz que no es solamente perdonar sino proveer oportunidades. Por esto, se tomó esta decisión en familia.
- ¿Entonces el perdón es de toda la familia?
- Al inicio no fue fácil que lo entendieran, pero los valores que les compartí les hicieron cambiar idea.
Sandra, desde abril de 2013 es líder local en su comunidad, en la ciudad de Villavicencio, y con una gran valentía ofreció un espacio de reconciliación para que desmovilizados presten su servicio social en su comunidad. A la fecha más de 150 personas en proceso de Reintegración han donado su tiempo para apoyar esta comunidad convirtiéndose en un ejemplo a seguir en Colombia.
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