El padre Christopher Hartley y Esclavos en el paraíso
"El amor que vence al miedo es el amor de Cristo mismo"
El misionero español Christopher Hartley abandonó durante unos días su misión en Etiopía el pasado mes de noviembre con un doble motivo: celebrar en España el 30 aniversario de su ordenación sacerdotal, sacramento que recibió de manos del Papa Juan Pablo II en 1982, y la presentación en Madrid del libro Esclavos en el paraíso (Libros Libres), que relata los nueve años de misión que vivió en República Dominicana entre 1997 y 2006. Ahora respnde desde su misión africana a las preguntas de ReL.
Su mirada intensa parece poner una coraza entre él y el entrevistador, pero a las pocas palabras se vislumbra el corazón de un hombre que en su juventud, dejó todo por amor. De gesto serio y tono firme de voz, el padre Christopher Hartley habla del libro Esclavos en el paraíso (Libros Libres), que relata las andanzas de un misionero que se vio envuelto en una guerra por la dignidad de los seres humanos más pobres de República Dominicana hasta ser expulsado del país.
-Padre Christopher, ¿cuál ha sido el motivo de contarle ahora a un periodista la historia de su paso por República Dominicana?
-En realidad, la iniciativa ha sido del autor del libro, Jesús García. El mérito es todo suyo. Desde hace unos siete años viene proponiéndome este proyecto. Si es verdad que por encontrarnos en este último tiempo en una situación muy especial en todo el proceso que llevamos contra la industria azucarera, me pareció a mí y a mis colaboradores, que este era el momento de plasmar en uno o varios libros, la secuencia de los hechos que me llevaron a la República Dominicana como misionero, como sacerdote de Jesucristo; y sobre todo, que me llevaron a enfrentarme con los reyes del azúcar.
-¿Qué espera de este trabajo?
-La razón fundamental que me llevó colaborar en este proyecto fue que nunca se olvidara la memoria de esas pobres gentes, humilladas, maltratadas, abusadas, ignoradas, crucificadas en esas plantaciones de la caña de azúcar de la República Dominicana. Este libro es para ellos, sobre ellos, en favor de ellos; porque los pobres son desde los albores de la Historia de la Salvación, los protagonistas de la obra redentora de Jesucristo, que “siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”, dice San Pablo.
Además, un libro tiene una particularidad y es que, al contrario de los artículos de periódico, que se leen hoy y mañana se los lleva el camión de la basura, los libros quedan para siempre. De este modo, para siempre, el mundo recordará el drama de los cañaverales dominicanos.
-Sus denuncias son firmes y concretas ¿Teme represalias o las ha temido alguna vez?
-No, en absoluto. Me da completamente igual. Las amenazas, que las he recibido, no me dan ni frío ni calor. No me van a detener ni las que he recibido yo ni las que han recibido mis colaboradores. No trabajo con niños, trabajo con adultos y todo el que se acerca al Padre Christopher para colaborar o del modo que sea, sabe perfectamente en lo que se mete. No soy responsable de la vida de nadie. De todas formas, llama la atención lo cuidadosa que han sido estas tres familias y el gobierno dominicano conmigo, sus razones tendrán. Ellos y yo llevamos mucho tiempo mirándonos las caras desde las respectivas trincheras. Ellos me conocen bien y saben que amenazarme es perder el tiempo.
-¿Cómo se fraguó este libro, cuál fue su génesis?
-Durante los primeros años de mi vida misionera en la República Dominicana, en la misión de San José de los Llanos, en la provincia de San Pedro de Macorís, comencé a escribir unas sencillas cartas que trataban de plasmar la diaria cotidianidad de una pobre misión de un sacerdote normalito como todos los demás.
Estas cartas trataban de reflejar, tanto el progreso de la misión, como sus obras, sus tareas evangelizadoras, y como los pensamientos y sentimientos de mi corazón, mi experiencia de fe, mi experiencia de Dios. De toda mi historia, eas cartas fueron lo que llamaron la atención del autor del libro, y como he dicho, ha llegado el momento de publicarlas.
-En el libro, usted dice que en República Dominicana conoció el miedo, y que el miedo lo superó no a base de valor, sino a base de amor. ¿Cómo es ese amor que te hace superar incluso al miedo?
-El amor que vence al miedo es el amor de Cristo mismo, Buen Pastor y Esposo, el amor del Cordero inmaculado que da la vida por las ovejas. Es el amor de Cristo, el don de la fe vivida con radicalidad, valentía y coherencia: es el amor que brota de muchas horas a solas con el Amado en su hermosura eucarística.
Es el amor del alma enamorada que –como dice Santa Teresa-, no admite consuelo sino de Aquel que la hirió. Por tanto, si el miedo y al angustian hieren, únicamente el amor sana, te hace fuerte, te hace valiente y, más que valiente, ¡invencible! “Por Aquel que nos ha amado”, dice el Apóstol.
Somos sólo caminantes, peregrinos, vamos de paso. El tiempo que se nos ha dado para vivir, se pasa inexorablemente, lo aproveches o lo desperdicies, pero la vida se acaba. Yo quiero ver a Dios, irme con Él; vivir en Él por toda la eternidad. La felicidad eterna, el cielo no me lo puede quitar nadie, sólo yo, por mi infidelidad al querer de Dios, puedo desperdiciarlo, perderlo. Yo quiero ir al cielo y el camino del cielo pasa por dos maderos en forma de cruz, y eso es sufrimiento, miedo, angustia… Quien ama poco, quien prefiere “lo malo conocido que…”, prefiere vivir “en este valle de lágrimas”. El amor amado, el amor a Dios en el rostro de los pobres, el deseo de ir al cielo es lo que vence todo temor… “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La angustia? ¿El hambre? ¿La desnudez? En todo eso vencemos fácilmente por aquel que ns ha amado”, dice san Pablo en su Carta a los Romanos (Rm 8:35).
-Seis años después de su marcha, ¿cómo es la situación y las condiciones de vida y de trabajo de los bateyes en los que se desarrolla el contenido de Esclavos en el paraíso?
-Son muchas las cosas que han cambiado, pero muchas son también las cosas que faltan por cambiar; creemos por ejemplo que en gran medida se ha abolido el trabajo infantil y el tráfico de personas; sin embrago, aún carecen los trabajadores de contrato de trabajo, de agua potable, acceso a su seguro médico, a la pensión de los jubilados; a una vivienda digna; al derecho a una nacionalidad o un acta de nacimiento que les convierta en sujetos con entidad legal…
-¿Qué papel está jugando la Iglesia en la actualidad?
-Inexistente. La iglesia les ha abandonado desde el día en que yo me fui.
-¿Qué papel han jugado los medios de comunicación en esta historia?
-Sin ellos, ni mi voz ni las miles de voces que se alzaron desde esos cañaverales, la voz de los pobres, que son los verdaderos protagonistas de esta historia, jamás se hubiese escuchado, y ahora se oye literalmente en el mundo entero. Pero sin los medios de comunicación no se hubiese logrado nada.
Aunque también hay otra parte. Hay gente muy malvada en los medios de comunicación, en otros medios de comunicación, sobre todo dominicanos, que jugaron un papel muy importante para que me expulsaran de la República Dominicana. Esos periodistas no son más que plumas de alquiler, lacayos del poder.
-Dice el cardenal Antonio Cañizares Cañizares en el prólogo del libro que la obra, nos dice qué es eso de la Nueva Evangelización. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en esta Nueva Evangelización?
-Los medios de comunicación, dice la Iglesia en la encíclica de Juna Pablo II sobre las misiones ‘Redemptoris misio’: “Son los modernos areópagos”. Son los portadores de la pequeña voz de los pobres, para que quien tiene la solución de sus problemas, no haga oídos sordos.
Tienen, sobre todo, lo misión de decir siempre la verdad y de contar historias que edifiquen la mente y el corazón de los hombres.
-¿Cuándo su obispo le pidió que se marchase de allí, no tuvo tentación de quedarse?
-No. En absoluto. Aquella no era mi obra.
-Sin embargo, una vez que se marcha, usted no se olvida de aquello. ¿Por qué no se olvida?
-Porque quien olvida no ama, y porque al pasar por delante de la Puerta de tubo, la entrada a las plantaciones, rumbo al aeropuerto, hice una promesa desde el coche: que jamás olvidaría a mis feligreses, y que costara lo que costara, me hicieran lo que me hiciesen, daría hasta la última gota de mi vida porque su miseria cambiara.
-¿Cuál es su reclamación a día de hoy?
-Son varias. Para empezar, que la Iglesia les atienda pastoralmente, que se haga de nuevo presente entre ellos. Luego, un contrato de trabajo; La total erradicación del trabajo infantil; Que se deje de robar al trabajador en el pesaje de la caña; Acceso al agua potable y a la energía eléctrica; Acceso a una educación de calidad par niños y jóvenes; Un salario justo; Acceso a la salud privada tal como estipula la ley dominicana; Gestión de sus pensiones; Regulación de su estatus migratorio; Reconocimiento civil de todos los habitantes de las plantaciones. Eso para empezar, pero queda mucho más.
-¿Cuáles son las similitudes de la misión en República Dominicana y la de Etiopía?
-La pobreza siempre es la misma, varían los matices, nada más.
-Se acerca la Navidad. ¿Qué les pide a los Reyes Magos?
La conversión del corazón de los ricos y poderosos para que dejen de explotar a los pobres.
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