Llegó a ser 7º en la ATP
Cuatro santos guiaron a Mario Ancic tras retirarse por lesión
En 2011 anunció su adiós definitivo al tenis. Desde cuatro años antes luchaba contra una dura mononucleosis.
Al croata Mario Ancic le llamaban Super Mario y apuntaba maneras de estrella mundial del tenis. En 2002, con 18 años, jugó y ganó su primer partido en Wimbledon (ante un tal Roger Federer), convirtiéndose en el primer jugador desde Bjorn Borg en estrenarse con victoria en el mítico torneo, donde dos años después fue semifinalista, cayendo ante Andy Roddick.
En 2004 obtuvo en el quinto partido el punto decisivo para que Croacia ganase la Copa Davis, y formando pareja con Ivan Ljubicic fue medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 (ya había sido olímpico en Sidney 2000). En 2006 llegó a cuartos en Roland Garros y de nuevo en Wimbledon, y subió al séptimo puesto en el ránking de la ATP.
El hundimiento
Tenía 22 años, ocho títulos en su haber (tres individuales y cinco en dobles) y un brillante futuro por delante... y entonces llegó la mononucleosis. Estuvo varios meses apartado de las pistas, y a partir de ahí nunca volvió a ser el mismo. Tras cuatro años intentando recuperar el tono deportivo, compitiendo sin éxitos, castigado por lesiones de rodilla y espalda, en febrero de 2011 anunció su retirada definitiva del tenis.
"No puedo soportarlo más, he acabado mi carrera. Me veo obligado a dejarlo porque la naturaleza ha decidido que ya es hora, mi espalda no puede soportar el esfuerzo del tenis profesional. No quiero hablar ahora demasiado de eso, de los motivos de mi decisión y de mi estado emocional", dijo, anímicamente hundido a sus 26 años.
Pero un año después sí ha hablado, en concreto con Trent Beattie, una entrevista que reproduce Catholic Lane. Y es otra persona: de pensar que el dolor es lo peor que le podía haber pasado, a verlo como el mejor regalo que Dios podía enviarle.
La resurrección
"Creo que Dios usó la mononucleosis para hablarme. Me estaba invitando a tomar mi cruz y seguirle diariamente. Es algo en lo que nunca antes había pensado, porque me centraba sólo en jugar bien al tenis. Estaba dispuesto a sufrir para conseguir la victoria en un partido, pero no sabía cómo sufrir para obtener una victoria espiritual en la vida".
La enfermedad le debilitaba extraordinariamente: "Me irritaba que Dios permitiese que me pasara eso. Me preguntaba por qué a mí y por qué ahora. Tenía 22 años y había invertido mucho esfuerzo en el tenis y esperaba muchas más cosas buenas. No entendía por qué me iba a ver impedido de jugar al deporte que amaba".
Pero lo entendió después: "Dos criminales murieron junto a Jesús en la Cruz. Uno se quejaba y quería que Jesús le librase del sufrimiento. El segundo aceptó su sufrimiento y habló con Jesús (eso lo podemos hacer todavía en la oración), y se le dijo que estaría con Él en el Paraíso. El sufrimiento era el mismo para ambos criminales, pero la diferencia fue la aceptación o el rechazo de ese sufrimiento. Es fácil para nosotros pedir que el sufrimiento acabe, pero a veces es justo ese sufrimiento el que puede acercarnos a Dios".
Cuatro santos enseñando el camino
Mario (de nuevo Super Mario, aunque sin raqueta) hizo esa evolución: "Gradualmente me di cuenta de que era algo más que un jugador de tenis. Era un hijo de Dios, del Dios que había corrido a buscar al hijo pródigo. Lo mismo pasó conmigo. Yo no sabía exactamente cómo volver a Dios, pero él me miró y me guió para sacarme de la autocompasión".
En ese camino, explica que le ayudaron sobre todo cuatro santos: San Agustín y sus Confesiones ("me recordaba a mí mismo: alguien que se había apartado del plan de Dios para su vida"), San Francisco de Asís ("se veía como un gran pecador, porque se medía a sí mismo con el patrón de Dios, mientras que otros que estamos mucho más lejos que él tenemos un alto concepto de nosotros mismos"), San Ignacio de Loyola
("piensa con tanta claridad y conoce la importancia de la oración... la oración es algo vital que nos conecta con la gracia de Dios") y la Beata Madre Teresa de Calcuta ("como Albania está cerca de Croacia, es aquí más popular que en otras partes... era muy humilde, tenía muy baja opinión de sí misma").
Aunque Ancic había sido católico practicante en su infancia y adolescencia, volvió en 2010 a "la plena comunión con la Iglesia": "Estoy intentando vivir una vida católica, no por rutina, sino con conocimiento y afecto. Ahora entiendo la misa mucho mejor. Antes iba a misa el domingo sin mucha idea de lo que sucedía. Ahora voy no sólo los domingos, sino tantas veces como puedo. Cuando sabes lo que sucede en la misa, quieres estar presente en ello". Le ayudó mucho a ese conocimiento el libro de Scott Hahn La cena del Cordero.
Dios sabe...
Hoy Mario se queda con lo bueno de su paso por el tenis, sus logros y títulos y el recuerdo que le acompañará siempre de que llegó a ganar a figuras de la talla de Andy Murray, Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer, a quien considera el mejor jugador de la historia. Está completando sus estudios en la universidad de Columbia (Nueva York) para especializarse en derecho deportivo.
Y, evocando las historias que le contaba un tío suyo franciscano, misionero en África durante muchos años, Mario añade una conclusión de su propia experiencia: "A menudo, cuanto más tienes, menos tiempo tienes para Dios, y cuanto menos tienes, más tiempo tienes para Dios. Él sabe bien cuáles son los instrumentos que cada persona necesita para darse cuenta de que Él es nuestro Padre... y de que tiene un amor indescriptible por nosotros como hijos suyos".
Pinche aquí para leer la entrevista completa (en inglés).
En 2004 obtuvo en el quinto partido el punto decisivo para que Croacia ganase la Copa Davis, y formando pareja con Ivan Ljubicic fue medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 (ya había sido olímpico en Sidney 2000). En 2006 llegó a cuartos en Roland Garros y de nuevo en Wimbledon, y subió al séptimo puesto en el ránking de la ATP.
El hundimiento
Tenía 22 años, ocho títulos en su haber (tres individuales y cinco en dobles) y un brillante futuro por delante... y entonces llegó la mononucleosis. Estuvo varios meses apartado de las pistas, y a partir de ahí nunca volvió a ser el mismo. Tras cuatro años intentando recuperar el tono deportivo, compitiendo sin éxitos, castigado por lesiones de rodilla y espalda, en febrero de 2011 anunció su retirada definitiva del tenis.
"No puedo soportarlo más, he acabado mi carrera. Me veo obligado a dejarlo porque la naturaleza ha decidido que ya es hora, mi espalda no puede soportar el esfuerzo del tenis profesional. No quiero hablar ahora demasiado de eso, de los motivos de mi decisión y de mi estado emocional", dijo, anímicamente hundido a sus 26 años.
Pero un año después sí ha hablado, en concreto con Trent Beattie, una entrevista que reproduce Catholic Lane. Y es otra persona: de pensar que el dolor es lo peor que le podía haber pasado, a verlo como el mejor regalo que Dios podía enviarle.
La resurrección
"Creo que Dios usó la mononucleosis para hablarme. Me estaba invitando a tomar mi cruz y seguirle diariamente. Es algo en lo que nunca antes había pensado, porque me centraba sólo en jugar bien al tenis. Estaba dispuesto a sufrir para conseguir la victoria en un partido, pero no sabía cómo sufrir para obtener una victoria espiritual en la vida".
La enfermedad le debilitaba extraordinariamente: "Me irritaba que Dios permitiese que me pasara eso. Me preguntaba por qué a mí y por qué ahora. Tenía 22 años y había invertido mucho esfuerzo en el tenis y esperaba muchas más cosas buenas. No entendía por qué me iba a ver impedido de jugar al deporte que amaba".
Pero lo entendió después: "Dos criminales murieron junto a Jesús en la Cruz. Uno se quejaba y quería que Jesús le librase del sufrimiento. El segundo aceptó su sufrimiento y habló con Jesús (eso lo podemos hacer todavía en la oración), y se le dijo que estaría con Él en el Paraíso. El sufrimiento era el mismo para ambos criminales, pero la diferencia fue la aceptación o el rechazo de ese sufrimiento. Es fácil para nosotros pedir que el sufrimiento acabe, pero a veces es justo ese sufrimiento el que puede acercarnos a Dios".
Cuatro santos enseñando el camino
Mario (de nuevo Super Mario, aunque sin raqueta) hizo esa evolución: "Gradualmente me di cuenta de que era algo más que un jugador de tenis. Era un hijo de Dios, del Dios que había corrido a buscar al hijo pródigo. Lo mismo pasó conmigo. Yo no sabía exactamente cómo volver a Dios, pero él me miró y me guió para sacarme de la autocompasión".
En ese camino, explica que le ayudaron sobre todo cuatro santos: San Agustín y sus Confesiones ("me recordaba a mí mismo: alguien que se había apartado del plan de Dios para su vida"), San Francisco de Asís ("se veía como un gran pecador, porque se medía a sí mismo con el patrón de Dios, mientras que otros que estamos mucho más lejos que él tenemos un alto concepto de nosotros mismos"), San Ignacio de Loyola
("piensa con tanta claridad y conoce la importancia de la oración... la oración es algo vital que nos conecta con la gracia de Dios") y la Beata Madre Teresa de Calcuta ("como Albania está cerca de Croacia, es aquí más popular que en otras partes... era muy humilde, tenía muy baja opinión de sí misma").
Aunque Ancic había sido católico practicante en su infancia y adolescencia, volvió en 2010 a "la plena comunión con la Iglesia": "Estoy intentando vivir una vida católica, no por rutina, sino con conocimiento y afecto. Ahora entiendo la misa mucho mejor. Antes iba a misa el domingo sin mucha idea de lo que sucedía. Ahora voy no sólo los domingos, sino tantas veces como puedo. Cuando sabes lo que sucede en la misa, quieres estar presente en ello". Le ayudó mucho a ese conocimiento el libro de Scott Hahn La cena del Cordero.
Dios sabe...
Hoy Mario se queda con lo bueno de su paso por el tenis, sus logros y títulos y el recuerdo que le acompañará siempre de que llegó a ganar a figuras de la talla de Andy Murray, Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer, a quien considera el mejor jugador de la historia. Está completando sus estudios en la universidad de Columbia (Nueva York) para especializarse en derecho deportivo.
Y, evocando las historias que le contaba un tío suyo franciscano, misionero en África durante muchos años, Mario añade una conclusión de su propia experiencia: "A menudo, cuanto más tienes, menos tiempo tienes para Dios, y cuanto menos tienes, más tiempo tienes para Dios. Él sabe bien cuáles son los instrumentos que cada persona necesita para darse cuenta de que Él es nuestro Padre... y de que tiene un amor indescriptible por nosotros como hijos suyos".
Pinche aquí para leer la entrevista completa (en inglés).
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