Encontró a Dios leyendo sobre el genoma
«Era atea, busqué en el budismo porque era "guay" y acabé en la Iglesia católica»
Misty y su marido agnóstico se embarcaron en una búsqueda de la verdad. Invitaban a cenar a personas de distintas religiones y les hacían preguntas. Visitaban sus comunidades. Y estudiaban sus enseñanzas. A veces la comunidad era atractiva, pero la doctrina contradictoria.
"Nunca quise ser católica, ni siquiera quería ser cristiana. Cuando mi marido me convenció de que me sumase en su búsqueda espiritual hace 15 años, a través de religiones grandes y pequeñas, lo hizo sobre todo por contentarlo", explica la norteamericana Misty en su testimonio de CatholicSistas.
"Yo llevaba viviendo más de diez años como una atea declarada, no podía pensar que existiese La Verdad, ni mucho menos que se pudiese encontrar. No podía aceptar que Dios fuese real", recuerda del inicio de su itinerario.
A Dios, leyendo sobre el genoma
"Un día, leyendo un artículo sobre el proyecto genoma humano -yo escribía de temas técnicos- sentí la necesidad de contemplar mi mano. Lo que antes era una ingeniosa máquina de carne y hueso ahora se me revelaba como un puro milagro de la creación. Fue exactamente en ese momento: un segundo antes yo era atea; al siguiente, era creyente. Supe con absoluta certeza que sólo un diseñador inteligente (Dios) podía haber creado algo tan maravilloso como yo".
Pero una cosa es el dios de los deístas, un relojero que pone en marcha la Creación y se retira, irrelevante en la vida, y otra cosa es un Dios personal que interviene y se relaciona con sus criaturas.
Misty tenía amigos meramente deístas, pero para ella "era impensable que Dios crease un universo glorioso, con gente asombrosa, como mi esposo, para luego retirarse. Me daba cuenta de que la belleza que llenaba de lágrimas mis ojos ya incluso cuando era atea podía interpretarse sólo como un sello personal de un Dios que ama y se deleita en su creación. Si creó la tierra majestuosa, nos dio el gozo de la música y una mente para apreciarlo, no tenía sentido que lo hiciese para darle la espalda".
Invitando a cenar: preguntas con respeto
"Así que mi esposo agnóstico y yo empezamos a hacer preguntas a la gente que decía saber algo de Dios: los creyentes. Todos los creyentes. Cada vez que encontrábamos una persona de fe, le invitábamos a cenar y respetuosamente le asediábamos a preguntas. Visitamos sus iglesias y templos, fuimos a su culto, leímos ad nauseam sobre qué creían y por qué y cómo vivían sus creencias".
"Lo que al principio más nos atraía era el budismo, sin duda porque celebridades prominentes de Hollywood hacían de él una religión ´guay´. Pero pese a nuestros mejores esfuerzos, no pudimos aceptar que el budismo fuera verdadero", explica Misty.
Ella y su marido habían aceptado la lógica de la postura pro-vida pocos años antes. "Incluso cuando era atea veía que se trataba de un tema de derechos humanos. Así que nos perturbó escuchar a una budista que decía respetar toda la vida pero nos describía cómo ayudaba en abortos".
Un budismo de moral relativista
El budismo ofrecía una moral relativista: "tal cosa sólo es mala si es mala para ti". "Esto no nos encajaba: o el aborto es malo en todos los casos porque quita una vida humana, o no es malo nunca. La idea de que la moralidad de una acción se base en que yo quiera que sea buena o mala parecía simplemente un self-service ridículo. Nos estremecía imaginar un mundo en que la gente decidiera por sí misma si matar, robar o mentir está bien o mal".
Además, en el centro budista de su zona, cuando traían algún maestro importante, cobraban varios cientos de dólares por un retiro espiritual de pocos días. "La sabiduría de sus santos vivientes venía por lo general con un precio caro en la etiqueta". Para el marido de Misty esto era un argumento eliminatorio: la sabiduría, la verdad, también debía ser accesible a los pobres.
A Misty no le convencía el Más Allá budista. Incluso si uno es un budista muy virtuoso y purificado, al final la recompensa consiste en renunciar a todo "yo" al entrar en el Nirvana. Para eso pueden ser necesarias muchas reencarnaciones... donde tampoco se mantiene tu "yo", tu persona. En el cristianismo, el individuo mantiene su "yo", su personalidad e individualidad, su ser Pedro o Susana, incluso en la unión con Dios. En el budismo, todo eso (es decir, la persona) desaparece. "Pensaba en la gente que yo amaba y me parecía terrorífico imaginar que lo que les hace ser quienes son -su alma- desaparecería". No era atractivo.
Un mormón que amaba a Cristo
Misty, gran amante del café, hacía bromas con respecto al mormonismo, que prohibe esta sustancia por crear cierto grado de dependencia. Pero invitaron a una familia mormona a comer en casa. "Después de los budistas, era un placer poder volver a servir carne", dice Misty. Les atraían por su sentido de comunidad y su defensa de la vida y la familia.
El padre de aquella familia mormona fue la primera persona que les habló de Jesucristo con pasión, con un amor palpable por Él.
"Tenía una relación personal con Jesús. Era como leer sobre Abraham Lincoln toda tu vida y descubrir de repente que está vivo aún, de verdad, y que personas que conoces son sus amigos", explica Misty. Así "fue un mormón quien nos hizo dar cuenta de que la clave era Jesús".
Misty y su marido, sin embargo, habían leído mucho sobre la historia de Joseph Smith y la fundación del mormonismo. No podían aceptar que Smith fuese de verdad un profeta de Dios.
Católicos tibios, evangélicos entusiastas
Decidieron buscar entre los amigos de Jesús: los protestantes. ¿Y los católicos? Misty tenía una compañera de trabajo católica que iba a misa cada domingo pero decía que "no necesito creer en todas esas cosas sobre Jesús; me gusta la idea de que Dios vino a vivir con nosotros pero no me importa si pasó de verdad o no". Conocían dos jóvenes católicos que sí eran reverentes con su fe, pero muy silenciosos, no hablaban de ello.
En cambio los evangélicos que conocían eran entusiastas, les invitaban a eventos, les acompañaban y acogían en cuanto cruzaban la puerta de sus locales y antes. Por el contrario, aunque decidieron acudir varias veces a misas católicas, nunca nadie en misa les recibió, les acogió ni se presentó a saludarles. "De hecho, una vez que nos acercamos a un sacerdote para plantearle si podíamos hacerle preguntas sobre la fe nos dijo, gruñendo: ´llamad a la diócesis´", recuerda Misty.
En Fairfax, Virginia, vivieron por primera vez lo que era una Pascua vibrante, intensa, en una congregación evangélica "ardiente" (que, detalla Misty, hoy ha abandonado la Iglesia Episcopal). "Te sentías como en un concierto de rock, era gente gozosa por ser cristiana", reconoce.
Cada pastor, una doctrina distinta
Gran sentido de comunidad, como los mormones. Pero, ¿y la doctrina? Invitaron a comer a muchos pastores distintos... y cada uno enseñaba una doctrina distinta, aunque todos decían estar "basados en la Biblia". Un pastor episcopaliano les decía que el aborto nunca es aceptable; otro les decía que a veces sí. Lo mismo con la ordenación de mujeres, el matrimonio de divorciados, etc...
"Cuanto más leíamos de Historia del Cristianismo, más nos dábamos cuenta de que las iglesias protestantes habían cambiado La Verdad por lo que fuese culturalmente aceptable en su época. Y si La Verdad existía, sabíamos intuitivamente que no se decidía por comité".
Católicos, como los primeros cristianos
Así pasaron a estudiar la historia del catolicismo. "Leímos que los primeros católicos, apenas 100 o 200 años después de Jesús, ya creían en la Eucaristía como el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús; creían en el bautismo de niños. En la confesión, el purgatorio, el infierno. Estaban contra el aborto y, sí, también contra la anticoncepción. Vimos que el canon de la Biblia se recopiló porque los libros apoyaban la tradición oral de la Iglesia, y no al revés".
Esa consistencia histórica, el conservar las doctrinas, les llevó al catolicismo a pesar de los ejemplos poco inspiradores de católicos que conocían.
Ellos habían estado dispuestos a seguir La Verdad donde estuviese: a raparse el pelo con los budistas o mudarse a Utah con los mormones. Y descubrieron que el catolicismo es exigente: "¿nunca más mentir?; ¿nunca más chismorrear?, ¿ir a misa cada domingo después de muchos años de dedicarlos a dormir?, ¿renunciar a la anticoncepción por la regulación natural de la fertilidad?"
Lo hicieron, convencidos de que para rendirse a Cristo tenían que rendirse a las enseñanzas de Cristo en la Iglesia.
"Jesús estuvo siempre ahí, conduciéndonos por este camino, asegurando que tuviésemos la gracia para encontrar la verdad, aceptarla y vivir según ella", concluye Misty. Actualmente vive en Alaska cuidando y educando a sus cinco hijos en casa.
"Yo llevaba viviendo más de diez años como una atea declarada, no podía pensar que existiese La Verdad, ni mucho menos que se pudiese encontrar. No podía aceptar que Dios fuese real", recuerda del inicio de su itinerario.
A Dios, leyendo sobre el genoma
"Un día, leyendo un artículo sobre el proyecto genoma humano -yo escribía de temas técnicos- sentí la necesidad de contemplar mi mano. Lo que antes era una ingeniosa máquina de carne y hueso ahora se me revelaba como un puro milagro de la creación. Fue exactamente en ese momento: un segundo antes yo era atea; al siguiente, era creyente. Supe con absoluta certeza que sólo un diseñador inteligente (Dios) podía haber creado algo tan maravilloso como yo".
Pero una cosa es el dios de los deístas, un relojero que pone en marcha la Creación y se retira, irrelevante en la vida, y otra cosa es un Dios personal que interviene y se relaciona con sus criaturas.
Misty tenía amigos meramente deístas, pero para ella "era impensable que Dios crease un universo glorioso, con gente asombrosa, como mi esposo, para luego retirarse. Me daba cuenta de que la belleza que llenaba de lágrimas mis ojos ya incluso cuando era atea podía interpretarse sólo como un sello personal de un Dios que ama y se deleita en su creación. Si creó la tierra majestuosa, nos dio el gozo de la música y una mente para apreciarlo, no tenía sentido que lo hiciese para darle la espalda".
Invitando a cenar: preguntas con respeto
"Así que mi esposo agnóstico y yo empezamos a hacer preguntas a la gente que decía saber algo de Dios: los creyentes. Todos los creyentes. Cada vez que encontrábamos una persona de fe, le invitábamos a cenar y respetuosamente le asediábamos a preguntas. Visitamos sus iglesias y templos, fuimos a su culto, leímos ad nauseam sobre qué creían y por qué y cómo vivían sus creencias".
"Lo que al principio más nos atraía era el budismo, sin duda porque celebridades prominentes de Hollywood hacían de él una religión ´guay´. Pero pese a nuestros mejores esfuerzos, no pudimos aceptar que el budismo fuera verdadero", explica Misty.
Ella y su marido habían aceptado la lógica de la postura pro-vida pocos años antes. "Incluso cuando era atea veía que se trataba de un tema de derechos humanos. Así que nos perturbó escuchar a una budista que decía respetar toda la vida pero nos describía cómo ayudaba en abortos".
Un budismo de moral relativista
El budismo ofrecía una moral relativista: "tal cosa sólo es mala si es mala para ti". "Esto no nos encajaba: o el aborto es malo en todos los casos porque quita una vida humana, o no es malo nunca. La idea de que la moralidad de una acción se base en que yo quiera que sea buena o mala parecía simplemente un self-service ridículo. Nos estremecía imaginar un mundo en que la gente decidiera por sí misma si matar, robar o mentir está bien o mal".
Además, en el centro budista de su zona, cuando traían algún maestro importante, cobraban varios cientos de dólares por un retiro espiritual de pocos días. "La sabiduría de sus santos vivientes venía por lo general con un precio caro en la etiqueta". Para el marido de Misty esto era un argumento eliminatorio: la sabiduría, la verdad, también debía ser accesible a los pobres.
A Misty no le convencía el Más Allá budista. Incluso si uno es un budista muy virtuoso y purificado, al final la recompensa consiste en renunciar a todo "yo" al entrar en el Nirvana. Para eso pueden ser necesarias muchas reencarnaciones... donde tampoco se mantiene tu "yo", tu persona. En el cristianismo, el individuo mantiene su "yo", su personalidad e individualidad, su ser Pedro o Susana, incluso en la unión con Dios. En el budismo, todo eso (es decir, la persona) desaparece. "Pensaba en la gente que yo amaba y me parecía terrorífico imaginar que lo que les hace ser quienes son -su alma- desaparecería". No era atractivo.
Un mormón que amaba a Cristo
Misty, gran amante del café, hacía bromas con respecto al mormonismo, que prohibe esta sustancia por crear cierto grado de dependencia. Pero invitaron a una familia mormona a comer en casa. "Después de los budistas, era un placer poder volver a servir carne", dice Misty. Les atraían por su sentido de comunidad y su defensa de la vida y la familia.
El padre de aquella familia mormona fue la primera persona que les habló de Jesucristo con pasión, con un amor palpable por Él.
"Tenía una relación personal con Jesús. Era como leer sobre Abraham Lincoln toda tu vida y descubrir de repente que está vivo aún, de verdad, y que personas que conoces son sus amigos", explica Misty. Así "fue un mormón quien nos hizo dar cuenta de que la clave era Jesús".
Misty y su marido, sin embargo, habían leído mucho sobre la historia de Joseph Smith y la fundación del mormonismo. No podían aceptar que Smith fuese de verdad un profeta de Dios.
Católicos tibios, evangélicos entusiastas
Decidieron buscar entre los amigos de Jesús: los protestantes. ¿Y los católicos? Misty tenía una compañera de trabajo católica que iba a misa cada domingo pero decía que "no necesito creer en todas esas cosas sobre Jesús; me gusta la idea de que Dios vino a vivir con nosotros pero no me importa si pasó de verdad o no". Conocían dos jóvenes católicos que sí eran reverentes con su fe, pero muy silenciosos, no hablaban de ello.
En cambio los evangélicos que conocían eran entusiastas, les invitaban a eventos, les acompañaban y acogían en cuanto cruzaban la puerta de sus locales y antes. Por el contrario, aunque decidieron acudir varias veces a misas católicas, nunca nadie en misa les recibió, les acogió ni se presentó a saludarles. "De hecho, una vez que nos acercamos a un sacerdote para plantearle si podíamos hacerle preguntas sobre la fe nos dijo, gruñendo: ´llamad a la diócesis´", recuerda Misty.
En Fairfax, Virginia, vivieron por primera vez lo que era una Pascua vibrante, intensa, en una congregación evangélica "ardiente" (que, detalla Misty, hoy ha abandonado la Iglesia Episcopal). "Te sentías como en un concierto de rock, era gente gozosa por ser cristiana", reconoce.
Cada pastor, una doctrina distinta
Gran sentido de comunidad, como los mormones. Pero, ¿y la doctrina? Invitaron a comer a muchos pastores distintos... y cada uno enseñaba una doctrina distinta, aunque todos decían estar "basados en la Biblia". Un pastor episcopaliano les decía que el aborto nunca es aceptable; otro les decía que a veces sí. Lo mismo con la ordenación de mujeres, el matrimonio de divorciados, etc...
"Cuanto más leíamos de Historia del Cristianismo, más nos dábamos cuenta de que las iglesias protestantes habían cambiado La Verdad por lo que fuese culturalmente aceptable en su época. Y si La Verdad existía, sabíamos intuitivamente que no se decidía por comité".
Católicos, como los primeros cristianos
Así pasaron a estudiar la historia del catolicismo. "Leímos que los primeros católicos, apenas 100 o 200 años después de Jesús, ya creían en la Eucaristía como el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús; creían en el bautismo de niños. En la confesión, el purgatorio, el infierno. Estaban contra el aborto y, sí, también contra la anticoncepción. Vimos que el canon de la Biblia se recopiló porque los libros apoyaban la tradición oral de la Iglesia, y no al revés".
Esa consistencia histórica, el conservar las doctrinas, les llevó al catolicismo a pesar de los ejemplos poco inspiradores de católicos que conocían.
Ellos habían estado dispuestos a seguir La Verdad donde estuviese: a raparse el pelo con los budistas o mudarse a Utah con los mormones. Y descubrieron que el catolicismo es exigente: "¿nunca más mentir?; ¿nunca más chismorrear?, ¿ir a misa cada domingo después de muchos años de dedicarlos a dormir?, ¿renunciar a la anticoncepción por la regulación natural de la fertilidad?"
Lo hicieron, convencidos de que para rendirse a Cristo tenían que rendirse a las enseñanzas de Cristo en la Iglesia.
"Jesús estuvo siempre ahí, conduciéndonos por este camino, asegurando que tuviésemos la gracia para encontrar la verdad, aceptarla y vivir según ella", concluye Misty. Actualmente vive en Alaska cuidando y educando a sus cinco hijos en casa.
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