La famosa película sobre su historia ganó 2 Oscar en 1939
Empieza el proceso de beatificación del padre Flanagan de la Ciudad de los Muchachos
Cuando visitó los reformatorios de Irlanda tras la II Guerra Mundial, denunció el método y los abusos generalizados contra los chicos, pero el Ministro de Justicia dijo que eran todo exageraciones.
Para dos generaciones de españoles, "La Ciudad de los Muchachos" marcó una visión alternativa de la educación, la idea de que el autoritarismo no lo era todo para educar, ni siquiera entre pequeños criminales sacados de la calle. En los años 40, 50 y 60 en España, era una mirada luminosa sobre la fe, la amistad y la educación. Los españoles de menos de 25 años, sin embargo, desconocen casi todos esta historia.
La película de 1938 sobre la famosa iniciativa educativa del padre Flanagan, llamada "Forja de hombres", dirigida por Norman Taurog y protagonizada por un brillante Spencer Tracy, se llevó 2 Oscar en 1939 (mejor guión y mejor actor) y contó un testimonio de superación y camaradería que llenó de orgullo a Estados Unidos y a la Irlanda natal del padre Flanagan. El actor dio el dinero del premio al sacerdote y sus obras.
Un fruto que ha crecido
Lo que empezó como un sistema de acogida y talleres en una granja a las afueras de Omaha (Nebraska, EEUU) para chicos de la calle, hoy se ha desarrollado con 11 centros en Estados Unidos y numerosos programas de ayuda que benefician a 1,6 millones de personas (ver en www.boystown.org/locations).
Ahora, la diócesis de Omaha ha anunciado que empezará el proceso para beatificar al padre Flanagan. Su cuerpo descansa en un santuario en la Ciudad de los Muchachos desde 1948. Ese año sufrió un infarto en el Berlín de postguerra mientras visitaba orfanatos.
El arzobispo de Omaha, que se llama George Lucas, como el director de "La Guerra de las Galaxias", ha admitido su alegría por empezar "el proceso de examinar la santidad que era aparente en su vida y ministerio, para ver si podría ser canonizado".
El milagro de sanar a niños heridos
La Liga Sociedad de Devoción Padre Flanagan (FFLSD, por sus siglas en inglés, fundada en 1999), que es la promotora de la causa, asegura que el sacerdote cuenta con fieles devotos en 9 países y 36 estados norteamericanos. El padre Steven Boes, actual director de la Ciudad de los Muchachos, asegura que "aunque el proceso investigará milagros probados asociados al padre Flanagan, sabemos que cada día ocurren milagros en su trabajo para curar a los niños en mente, cuerpo y espíritu".
El proceso empieza formalmente el 17 de marzo con una oración en la iglesia de la Ciudad de los Muchachos en la que Flanagan recibirá el título de "Siervo de Dios", previo a los títulos de "Venerable" ( cuando queden aprobadas sus virtudes "en grado heroico"), beato (para lo que hace falta un milagro) y santo (que requiere un segundo milagro sucedido tras la beatificación).
"No hay chicos malos", decía Flanagan
Edward Flanagan nació en 1886 en Irlanda, llegó a Estados Unidos en 1904 y se ordenó sacerdote en 1912, sirviendo en la diócesis de Omaha. En las afueras de la ciudad fundó un hogar formativo para muchachos de la calle, donde los chicos aprendían a ser protagonistas de su formación. Fue creciendo, incluyendo una escuela, dormitorios, edificios administrativos... y los chicos elegían quién gobernaba la comunidad, que llegó a ser un pueblo reconocido por el estado en 1936. Con la película de 1938 su obra se hizo internacionalmente famosa.
Uno de los lemas más famosos de Flanagan era: "no hay chicos malos; sólo hay malos ambientes, mala formación, malos ejemplos y mal pensamiento".
Denunció los abusos en Irlanda... lo ignoraron
En 1946, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, Flanagan acudió a Europa por petición del presidente norteamericano Harry S. Truman, que le había pedido que le orientase sobre la atención a huérfanos de la guerra. Se detuvo unos días en su Irlanda natal, entre el entusiasmo orgulloso de sus paisanos, y allí visitó los centros de los Hermanos Cristianos, unos correccionales donde la violencia contra los chicos internos era cotidiana.
Flanagan no calló. Ante un auditorio numerosísimo en el Cine Savoy de Cork, habló a los irlandeses: "sois el pueblo que permite que vuestros hijos y los niños de vuestras comunidades vayan a esas instituciones de castigo. Podéis hacer algo contra eso". Dijo que las instituciones penales de Irlanda eran "una desgracia para la nación", y añadió: "no creo que un niño pueda ser reformado con cerraduras y llaves y barrotes, o que el miedo pueda desarrollar el carácter del niño".
Condenó además todo el sistema de "escuelas industriales" (lavanderías, talleres, etc...) en el que trabajaban niños de la calle, abandonados o pequeños delincuentes juveniles, bajo la supervisión a menudo de religiosos legos o religiosas. Dijo que el sistema era "un escándalo, anticristiano y erróneo", y que la orden de los Hermanos Cristianos, especializada en esos centros, había perdido su sentido.
Las autoridades irlandesas, civiles, religiosas y mediáticas, se mostraron muy ofendidas y enfadadas. El país era muy pobre, hacía sólo unos 20 años que se había independizado del Reino Unido y no podía admitir que un "forastero" viniera a decir que no sabían cuidar ni de sus niños.
El ministro de Justicia, desdeñoso
Incluso se realizó un debate en el Senado (el Dáil Éireann) el 23 de julio de 1946 en el que se interpeló al ministro Boland, de Justicia, para que respondiese a las acusaciones que Flanagan había hecho desde Nueva York. (El debate puede leerse aquí íntegro en inglés, en el diario de sesiones).
- ¿El ministro dirá si han atraído su atención las afirmaciones de monseñor Flanagan publicadas en la prensa americana, de que en las escuelas reformatorio aquí y en Irlanda del Norte, se usa el castigo físico, incluyendo el gato de nueve colas [látigo victoriano acabado en 9 cuerdas con bolitas de hierro, usado en la marina contra los indisciplinados], el bastón y el puño? - preguntaron miembros de la oposición.
- No quise darme por enterado de lo que decía monseñor Flanagan mientras estaba en nuestro país porque sus afirmaciones eran tan exageradas que no pensé que la gente les daría ninguna importancia. Pero cuando al volver a América ha continuado insistiendo en ellas, creo que es hora de que alguien le responda - respondió el ministro. Además, añadió que " esas escuelas están bajo la gestión de órdenes religiosas, que funcionan por sí mismas y no requieren ninguna recomendación mía".
Si el ministro hubiera hecho caso al futuro Siervo de Dios que asesoraba al mismísimo presidente Truman, el mundo se habría ahorrado los horrores de los años 50, 60, 70 y 80 en esos centros supuestamente reformatorios, un horror estudiado a conciencia en el "Informe Ryan" que se presentó públicamente en mayo de 2009 y sacudió el catolicismo irlandés.
La verdad se supo en 2009
En el informe, hablaron 1.090 personas que habían estado internas en esos centros y habían sido golpeadas, humilladas o agredidas sexualmente, entre 1930 y 1990. De los 216 centros analizados, el 70% eran de entidades eclesiales. El informe localizaba a 800 agresores distintos: 241 eran mujeres, religiosas en las lavandereías, escuelas y centros reformatorios. Había 16 instituciones que acumulaban menciones por parte de 20 personas distintas cada una. Cuatro centros masculinos y tres centros femeninos concentraban la mitad de los casos de violencia registrados en el informe por los testigos. Pero todos los demás registraban algún caso.
En realidad, las agresiones sexuales no fue lo más común en estos reformatorios. Pasaron por ellos 25.000 niños y niñas por ellos en 60 años, de los que 253 chicos y 128 chicas sufrieron abusos sexuales, casi todos ya como adolescentes. Casi ningún abusador era sacerdote, pero sí podían ser religiosos, hermanos legos no sacerdotes, o -en los centros de religiosas- trabajadores laicos que pasaban por allí buscando chicas vulnerables.
Pero sí eran mucho más frecuentes las palizas, los golpes, la violencia. Se trataba de cárceles encubiertas, donde religiosos sin apenas ninguna formación humana o religiosa, no sacerdotes, mantenían la disciplina de la única forma que habían conocido en sus casas, de padres a menudo alcoholizados: a golpes. También entrenaban a algunos "chicos de confianza" para que pegasen a otros, para mantener el orden. Algunos de éstos se mantenían trabajando en esos centros, ejerciendo la violencia que habían conocido siempre.
Mucho de esto se habría evitado, si Irlanda hubiese escuchado al padre Flanagan y hubiese realizado una reforma profunda de esas instituciones siguiendo el modelo de la Ciudad de los Muchachos.