Andaba en búsqueda del «hombre perfecto»... y lo encontró
Se hizo monja gracias a Dios... y a Elvis Presley
No sólo Sor Rose Mary Esseff se encontró con Cristo de una manera "inesperada" sino también el español Mario Ortega, que agradece a Juan Pablo II su sacerdocio.
Sor Rose Mary Esseff dice que debe su vocación a Elvis Presley. Ella nació en Washington hace 40 años. Estaba terminando sus estudios de música, quería casarse y buscaba al hombre perfecto.
Durante el último curso quiso visitar el convento de las Hermanas Dominicas de Santa Cecilia de Nashville, en Tennessee. Pero no tenía dinero ni transporte para ir.
Una amiga suya iba a visitar la casa de Elvis Presley, Graceland, donde está enterrado el Rey del Rock, y se ofreció a llevarla al convento porque estaba en la misma dirección. Y por esa visita decidió incorporarse a esta comunidad de 270 hermanas.
“La vida religiosa, la vocación a la vida religiosa es un misterio porque requiere sacrificar algo tan natural y bueno como el matrimonio y la familia. En esta vocación Jesús llama a algo más profundo: imitar a Cristo de la manera más perfecta”, dice Sor Rose Mary .
Al principio fue un choque cultural. Le costaba renunciar a cosas tan corrientes como llamar por teléfono o ver la televisión cuando lo deseaba. Tenía que obedecer a sus superiores y había mucho trabajo ya que su congregación tiene muchos colegios por todo el mundo.
“La obediencia no es un obstáculo o una carga. En realidad es una mayor libertad porque dejas todas las cosas que te impiden hacer exactamente lo que Dios quiere que hagas en este preciso momento”, continúa.
Debo mi vocación a Juan Pablo II
Mario Ortega nació el mismo año que Sor Rose Mary. Es de Cuenca, España, y es sacerdote desde hace 15 años. Forma parte del Instituto Secular Servi Trinitatis y estudia Comunicación institucional en Roma. Dice que debe su vocación a Juan Pablo II. Cuando empezó la universidad, fue a un evento que le cambió la vida.
“Coincidió con un acto precioso en España que fue la Jornada Mundial de la Juventud en el año 89 en Santiago de Compostelana y ahí me parecía que de alguna manera el Papa me estaba hablando a mí al decir: No tengáis miedo a ser santos, no tengáis miedo a dar vuestra vida por Cristo”, dice el sacerdote.
A su familia le sorprendió su decisión, pero cuando vieron que era feliz, se sintieron orgullosos. Ya ha trabajado en dos diócesis, varias parroquias, en el servicio militar, de profesor de religión y como periodista. Desde hace 22 años es religioso del “Servi Trinitatis”, un instituto secular nacido hace treinta años y formado por mujeres y hombres consagrados, sacerdotes y laicos que ayudan a los demás en su vocación, colaboran en parroquias y como misioneros.
“Hay muchos carismas, -continúa- que se llaman así, en la vida de la Iglesia. Muchos carismas distintos pero todos convergen en lo mismo: un testimonio directo y claro de Cristo porque la vida consagrada es llevar hasta el fondo las exigencias propias del Bautismo mediante una nueva consagración”.
De la forma más inesperada Sor Rose Mary y el padre Mario conocieron su vocación. Nadie diría que un sólo viaje puede cambiarte la vida.