Entrevista al eurodiputado popular
Mayor Oreja: «La secularización, en parte, ha llevado al País Vasco a los fenómenos que ha padecido»
«El nacionalismo sustituyó a la religión y luego eso derivó en que además se podía matar para defender la nación».
Acaba de pronunciar una conferencia y, antes de tomar un vuelo a Bruselas, araña unos minutos al tiempo para hablar con Misión. Jaime Mayor Oreja, eurodiputado del Partido Popular, es un político experimentado de dilatada carrera que explica con claridad lo que sucede hoy en día en las socieda¬des europeas: la primera consecuencia de una crisis de valores, en plural, suele ser una crisis de valor, en singular.
- ¿Es difícil para un político confesar su adhesión a la fe?
- Hoy hay una moda dominante en la que parece que el mejor demócrata es aquel que no tiene querencias o convicciones religiosas, porque parece que tenerlas es una limitación a su libertad. Esto es lo que hay que saber superar: que la crisis de valores en plural no te lleve a una crisis de valor en singular, de valentía.
También en política, hay quienes tienen valores y convicciones, pero consideran que en el debate político no se debe entrar en el gran debate cultural o antropológico de fondo de nuestra sociedad. Creen que los políticos solo debemos administrar la sociedad. Yo no coincido. Esos valores hay que defenderlos hoy más que nunca.
- ¿Es quizá porque nos hemos dejado vencer por el relativismo?
- El relativismo es evanescente, no se encierra en una sigla, es contagioso. Y porque nos hace dudar de nosotros mismos, por eso a veces nosotros somos nuestros peores enemigos y nos contagiamos de esta enfermedad.
- ¿La verdad tiene un precio?
- Yo viví una primera etapa en mi vida muy determinada por un fenómeno tan terrible como era el terrorismo. Viví el miedo reverencial, no físico, que produce un fenómeno nacionalista muy instalado en tu tierra. Al cabo de los años, cuando he puesto mi granito de arena simplemente en atreverme a decir la verdad, he sufrido represalias. Pero eso no es lo más importante. Tienes que sufrir por defender la verdad.
- ¿Cómo es vivir amenazado?
- Lo viví cuando empezaron a matar a los compañeros de mi partido. Fue muy duro porque aprendí lo que era el miedo. Cuando vi cómo mataban al número dos, al número tres… Yo era el número uno. Cuando tienes que vivir una situación así te acostumbras a vivir en cualquier circunstancia. El hombre tiene una capacidad infinita de supervivencia. Uno no es un héroe ni un superhéroe. Cuando te toca, te toca y se puede soportar. Hay ayudas como la fe, las raíces; pensar que es una obligación moral hacer lo que estás haciendo, darle trascendencia a tu acción…
- ¿Cómo se le da trascendencia?
Jesucristo es la referencia de nuestra vida. Él fue al Calvario. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, ¿por qué no vamos a entender que en nuestra vida también tenemos que llevar el sacrificio y el dolor en lo que nos corresponda? Claro que en este sentido, la trascendencia te ayuda a aceptar el sacrificio y el momento de la dificultad.
- ¿Hemos expulsado a Dios de la sociedad europea?
- La sociedad vasca, por ejemplo, ha vivido fundamentalmente de espaldas a Dios en una secularización muy profunda y en parte eso ha llevado al País Vasco a los fenómenos que ha padecido. Antes Dios estaba en las conciencias de miles de vascos y era su principal referencia, su norte. Cuando eso se rompió, el nacionalismo sustituyó a la religión y luego eso derivó en que además se podía matar para defender la nación. Esto es el fenómeno terrorista, un problema moral; ni siquiera nacionalista o terrorista. Lo que cambió fue la conciencia de las personas.
- En esta crisis de valores, ¿cómo ve el papel de la Iglesia?
- La doctrina de la Iglesia está siendo un soporte esencial que yo aplaudo. En las líneas de acción, el día a día, todos tenemos que hacer más cosas porque todos somos parte viva de la Iglesia. No pensemos en los obispos y en lo que hacen o dejan de hacer, sino en qué hacemos cada uno de los que pertenecemos a la Iglesia. Hay muchas cosas que hemos dejado de hacer los católicos y los cristianos en España y en Europa.
- ¿Qué hemos dejado de hacer?
- Creer y, desde luego, ser coherentes en muchas ocasiones con lo que decimos creer. Considero esencialmente que ese adversario tan temible que es el relativismo avanzará sin resistencia en nuestra sociedad. Me preocupan los jóvenes a los que hemos dejado sin referencias y, desde luego, los jóvenes que terminan de estudiar y no tienen trabajo. Me preocupa un joven que se pueda desesperar.
¿Se conculcan derechos en la España del siglo XXI?
Sí, en España y en Europa. El derecho a la vida se ha transformado en un derecho al aborto. Se ha producido una mutación absolutamente grave y dañina para nuestros valores y principios. Lo más grave de todo lo que hemos aprobado en los últimos años en España es una ley que afirma que el aborto es un derecho. Es una vulneración básica del derecho a la vida y sustituir el derecho a la vida por el derecho al aborto es una aberración. Yo creo que no podemos resignarnos a que el aborto pueda ser un principio que se instale en nuestro ordenamiento jurídico y en nuestras conciencias, ese no puede ser el camino.
¿Nos pasará factura?
- Todo lo que significa no aceptar el derecho a la vida, no defenderlo y no comprometerte con él, siempre pasa factura. La historia nos lo dice. Cuando se produce un deterioro en el derecho a la vida hay falsos derechos que surgen como puede ser el derecho a matar a una persona o el derecho a abortar. Eso fue el nazismo y eso también fue el régimen soviético. Uno ponía el acento más en el derecho a la eutanasia, el nazismo, y el otro más en el aborto, el régimen soviético. Son los totalitarismos los que se apropian de esos falsos derechos. Y aunque en Europa no hay totalitarismos hoy en día, sí hay una gravísima vulneración.
- ¿Es difícil para un político confesar su adhesión a la fe?
- Hoy hay una moda dominante en la que parece que el mejor demócrata es aquel que no tiene querencias o convicciones religiosas, porque parece que tenerlas es una limitación a su libertad. Esto es lo que hay que saber superar: que la crisis de valores en plural no te lleve a una crisis de valor en singular, de valentía.
También en política, hay quienes tienen valores y convicciones, pero consideran que en el debate político no se debe entrar en el gran debate cultural o antropológico de fondo de nuestra sociedad. Creen que los políticos solo debemos administrar la sociedad. Yo no coincido. Esos valores hay que defenderlos hoy más que nunca.
- ¿Es quizá porque nos hemos dejado vencer por el relativismo?
- El relativismo es evanescente, no se encierra en una sigla, es contagioso. Y porque nos hace dudar de nosotros mismos, por eso a veces nosotros somos nuestros peores enemigos y nos contagiamos de esta enfermedad.
- ¿La verdad tiene un precio?
- Yo viví una primera etapa en mi vida muy determinada por un fenómeno tan terrible como era el terrorismo. Viví el miedo reverencial, no físico, que produce un fenómeno nacionalista muy instalado en tu tierra. Al cabo de los años, cuando he puesto mi granito de arena simplemente en atreverme a decir la verdad, he sufrido represalias. Pero eso no es lo más importante. Tienes que sufrir por defender la verdad.
- ¿Cómo es vivir amenazado?
- Lo viví cuando empezaron a matar a los compañeros de mi partido. Fue muy duro porque aprendí lo que era el miedo. Cuando vi cómo mataban al número dos, al número tres… Yo era el número uno. Cuando tienes que vivir una situación así te acostumbras a vivir en cualquier circunstancia. El hombre tiene una capacidad infinita de supervivencia. Uno no es un héroe ni un superhéroe. Cuando te toca, te toca y se puede soportar. Hay ayudas como la fe, las raíces; pensar que es una obligación moral hacer lo que estás haciendo, darle trascendencia a tu acción…
- ¿Cómo se le da trascendencia?
Jesucristo es la referencia de nuestra vida. Él fue al Calvario. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, ¿por qué no vamos a entender que en nuestra vida también tenemos que llevar el sacrificio y el dolor en lo que nos corresponda? Claro que en este sentido, la trascendencia te ayuda a aceptar el sacrificio y el momento de la dificultad.
- ¿Hemos expulsado a Dios de la sociedad europea?
- La sociedad vasca, por ejemplo, ha vivido fundamentalmente de espaldas a Dios en una secularización muy profunda y en parte eso ha llevado al País Vasco a los fenómenos que ha padecido. Antes Dios estaba en las conciencias de miles de vascos y era su principal referencia, su norte. Cuando eso se rompió, el nacionalismo sustituyó a la religión y luego eso derivó en que además se podía matar para defender la nación. Esto es el fenómeno terrorista, un problema moral; ni siquiera nacionalista o terrorista. Lo que cambió fue la conciencia de las personas.
- En esta crisis de valores, ¿cómo ve el papel de la Iglesia?
- La doctrina de la Iglesia está siendo un soporte esencial que yo aplaudo. En las líneas de acción, el día a día, todos tenemos que hacer más cosas porque todos somos parte viva de la Iglesia. No pensemos en los obispos y en lo que hacen o dejan de hacer, sino en qué hacemos cada uno de los que pertenecemos a la Iglesia. Hay muchas cosas que hemos dejado de hacer los católicos y los cristianos en España y en Europa.
- ¿Qué hemos dejado de hacer?
- Creer y, desde luego, ser coherentes en muchas ocasiones con lo que decimos creer. Considero esencialmente que ese adversario tan temible que es el relativismo avanzará sin resistencia en nuestra sociedad. Me preocupan los jóvenes a los que hemos dejado sin referencias y, desde luego, los jóvenes que terminan de estudiar y no tienen trabajo. Me preocupa un joven que se pueda desesperar.
¿Se conculcan derechos en la España del siglo XXI?
Sí, en España y en Europa. El derecho a la vida se ha transformado en un derecho al aborto. Se ha producido una mutación absolutamente grave y dañina para nuestros valores y principios. Lo más grave de todo lo que hemos aprobado en los últimos años en España es una ley que afirma que el aborto es un derecho. Es una vulneración básica del derecho a la vida y sustituir el derecho a la vida por el derecho al aborto es una aberración. Yo creo que no podemos resignarnos a que el aborto pueda ser un principio que se instale en nuestro ordenamiento jurídico y en nuestras conciencias, ese no puede ser el camino.
¿Nos pasará factura?
- Todo lo que significa no aceptar el derecho a la vida, no defenderlo y no comprometerte con él, siempre pasa factura. La historia nos lo dice. Cuando se produce un deterioro en el derecho a la vida hay falsos derechos que surgen como puede ser el derecho a matar a una persona o el derecho a abortar. Eso fue el nazismo y eso también fue el régimen soviético. Uno ponía el acento más en el derecho a la eutanasia, el nazismo, y el otro más en el aborto, el régimen soviético. Son los totalitarismos los que se apropian de esos falsos derechos. Y aunque en Europa no hay totalitarismos hoy en día, sí hay una gravísima vulneración.
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