El Papa Francisco reúne a los misioneros de la Misericordia y pide sacerdotes alegres y coherentes
El Papa Francisco recibió este martes a los Misioneros de la Misericordia procedentes de los cinco continentes y posteriormente celebró misa en la basílica de San Pedro. En su homilía, el Papa les dijo que “son confirmados en la misión de ofrecer a todos los signos de Jesús elevado de la Tierra, para que la comunidad sea signo e instrumento de unidad en medio del mundo”.
El Santo Padre ha comentado el Libro de los Hechos de los Apóstoles y dijo que ellos daban testimonio de la resurrección de Jesús con mucho valor. Señaló que es precisamente de la Resurrección de Jesús, de donde deriva el testimonio de los discípulos y, a través de esto, son generadas la fe y la vida nueva de los miembros de la comunidad, con su genuino estilo evangélico.
"Nacer de lo alto"
Según recoge Vatican News, Francisco señaló que las lecturas de la Misa de este martes hacen emerger bien estos dos aspectos inseparables: el renacer personal y la vida de la comunidad. Dirigiéndose a los Misioneros de la Misericordia, el Pontífice les dijo que el ministerio que desarrollan desde el Jubileo de la Misericordia, se mueve en ambas direcciones: al servicio de las personas, para “renazcan de lo alto”, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría y coherencia el mandamiento del amor.
Asimismo, el Papa Francisco recordó a los Misioneros de la Misericordia que, quien es llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo debe él mismo, en primera persona, “nacer de lo alto”. De lo contrario, precisó el Papa, se termina convirtiéndose como Nicodemo que, a pesar de ser maestro en Israel, no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para “ver el reino de Dios” se necesita “nacer de lo alto”, nacer “del agua y del Espíritu”.
Ser testigos en medio de la Comunidad
La segunda indicación que el Papa Francisco dirigió a los Misioneros de la Misericordia tenía que ver con el servicio a la comunidad, ser sacerdotes capaces de elevar en el desierto del mundo el signo de la salvación, es decir, la Cruz de Cristo, como fuente de conversión y de renovación para toda la comunidad y para el propio mundo.
En particular, “quisiera subrayar – señaló el Pontífice – que el Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia y, a través de la Iglesia, en toda la humanidad”.
Esta comunión se convirtió en un intercambio concreto de bienes, afirmó el Santo Padre, de modo que “todo era común el uno al otro” y “ninguno de ellos era necesitado”. Este estilo de vida de la comunidad era incluso “contagioso” hacia el exterior: la presencia viva del Señor Resucitado produce una fuerza de atracción que, a través el testimonio de la Iglesia y a través las diferentes formas de anuncio de la Buena Noticia, tiende a llegar a todos, nadie es excluido.
De hecho, tanto la Iglesia como el mundo de hoy tienen una necesidad particular de Misericordia porque la unidad deseada por Dios en Cristo prevalece sobre la acción negativa del malvado que aprovecha muchos medios actuales, en sí mismos buenos, pero que, mal utilizados, en lugar de unir, dividen.
El Santo Padre ha comentado el Libro de los Hechos de los Apóstoles y dijo que ellos daban testimonio de la resurrección de Jesús con mucho valor. Señaló que es precisamente de la Resurrección de Jesús, de donde deriva el testimonio de los discípulos y, a través de esto, son generadas la fe y la vida nueva de los miembros de la comunidad, con su genuino estilo evangélico.
"Nacer de lo alto"
Según recoge Vatican News, Francisco señaló que las lecturas de la Misa de este martes hacen emerger bien estos dos aspectos inseparables: el renacer personal y la vida de la comunidad. Dirigiéndose a los Misioneros de la Misericordia, el Pontífice les dijo que el ministerio que desarrollan desde el Jubileo de la Misericordia, se mueve en ambas direcciones: al servicio de las personas, para “renazcan de lo alto”, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría y coherencia el mandamiento del amor.
Asimismo, el Papa Francisco recordó a los Misioneros de la Misericordia que, quien es llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo debe él mismo, en primera persona, “nacer de lo alto”. De lo contrario, precisó el Papa, se termina convirtiéndose como Nicodemo que, a pesar de ser maestro en Israel, no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para “ver el reino de Dios” se necesita “nacer de lo alto”, nacer “del agua y del Espíritu”.
Ser testigos en medio de la Comunidad
La segunda indicación que el Papa Francisco dirigió a los Misioneros de la Misericordia tenía que ver con el servicio a la comunidad, ser sacerdotes capaces de elevar en el desierto del mundo el signo de la salvación, es decir, la Cruz de Cristo, como fuente de conversión y de renovación para toda la comunidad y para el propio mundo.
En particular, “quisiera subrayar – señaló el Pontífice – que el Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia y, a través de la Iglesia, en toda la humanidad”.
Esta comunión se convirtió en un intercambio concreto de bienes, afirmó el Santo Padre, de modo que “todo era común el uno al otro” y “ninguno de ellos era necesitado”. Este estilo de vida de la comunidad era incluso “contagioso” hacia el exterior: la presencia viva del Señor Resucitado produce una fuerza de atracción que, a través el testimonio de la Iglesia y a través las diferentes formas de anuncio de la Buena Noticia, tiende a llegar a todos, nadie es excluido.
De hecho, tanto la Iglesia como el mundo de hoy tienen una necesidad particular de Misericordia porque la unidad deseada por Dios en Cristo prevalece sobre la acción negativa del malvado que aprovecha muchos medios actuales, en sí mismos buenos, pero que, mal utilizados, en lugar de unir, dividen.
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