Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

A mí no me ha tocado nadie

Sacerdotes rezando.
Para la mayoría de personas, la experiencia en el trato con sacerdotes se traduce en un profundo agradecimiento a ellos... y a Dios por ellos. Foto: Esimrothlc / Cathopic.com

por Jorge López Teulón

Opinión

A veces hay que callar por prudencia. Tal vez, por no hacer más doloroso el sufrimiento del que ha pasado por algo tan humillante y delictivo como son los abusos de aquellos que nunca deberían haber llegado a ser sacerdotes o religiosos. Y como hoy hay que aclararlo todo para que no viertan, desde el minuto uno, acusaciones contra el que quiere mantener otro discurso, pues quede dicho:

-Aquellos pederastas que hayan abusado de un menor, ¡de uno solo!, que sean condenados y se les retire del ministerio, faltaba más. Si no lo hemos hecho bien, hagámoslo. Estemos más pendientes sobre los candidatos desde los seminarios e institutos y órdenes. Y, además, reparemos el daño moral y resarzamos económicamente a las víctimas.

-Aprovechemos todos para hacer una limpieza general y que el Gobierno y los que quieren subirse al carro del oportunismo -que nunca van a faltar- hagan frente a este grave delito, pero contra todos. No solo contra la Iglesia católica.Perfil del agresor en casos de abuso infantil, según el estudio de la Fundación Anar.

Perfil del agresor en casos de abuso infantil, según el estudio de la Fundación Anar.

-Los tres casos que conozco y que, prácticamente, son los únicos en la archidiócesis de Toledo, donde somos más de 500 sacerdotes: el primero, ha sido absuelto por lo civil y lo eclesiástico; el segundo, ha sido absuelto tres veces por la Audiencia provincial de una ciudad española; y el tercero hace pocos meses ha sido absuelto en el tribunal eclesiástico, mientras se dirimen las cuestiones definitivas por las penas civiles y se recurre en tribunales.

-Lo que yo expreso ahora no quita nada a que la experiencia dolorosa del que haya pasado por ese calvario innecesario sea tan veraz como la mía.

Dicho todo esto, puedo decir en voz muy alta que a mí no me ha tocado nadie.

Toledo: en el Seminario Menor de Santo Tomás de Villanueva y en el Seminario Mayor de San Ildefonso con los Operarios de Mosén Sol.

No hace ni quince días estábamos sacerdotes que estudiamos en el Seminario de San Ildefonso de Toledo, de distintas edades y con distintos arzobispos (Don Marcelo, Don Francisco y Don Braulio): Fernando (70 años), Pedro (69 años), un servidor (51 años), Daniel (46 años), Juan María (41 años) e incluso alguno joven, con un par de años de ordenación…

La conversación transcurría sobre las bromas que se hacían hace décadas en el seminario y, sobre todo, lo que disfrutamos -mucho frío y algo de hambre- con nuestros compañeros y superiores. La época más álgida fue la que me tocó vivir a mí, en la que llegamos a ser 120 seminaristas (en el Mayor también vivíamos los tres últimos cursos del Menor: los actuales 4º de la ESO y los dos Bachilleratos, de 15 a 18 años).

Así que desde los 15 años a los más de 30 -y alguno más mayor, Federico debía tener casi 60 años- se trata de un arco muy grande de edad, más el grupo de superiores -ahora los llamamos formadores- de los cuales no tengo nada que decir, ni un solo reproche. ¡Benditos operarios diocesanos que estuvieron a cargo de nuestra formación!

Bendición del belén en 1992, seminario de Toledo.

Navidad de 1992. Don Mariano Herrera, rector durante los años de mi seminario mayor, con casulla; a su derecha, don Vicente Hernández. Solo puedo dar gracias a Dios por ellos.

Hablo de nueve años: desde 1986 hasta la ordenación en junio de 1995. Fueron los años más felices. Luego supe por mis padres que se quedaron cariacontecidos y pesarosos -en un lejano septiembre de 1986- por si se equivocaban dejándome en aquel caserón (me dejaban en Toledo y se volvía al domicilio familiar en Barcelona, ¡sin redes sociales!)

Nunca, nunca, nada. Ni una insinuación, ni una falta de decoro, ordinariez, nada… He tenido que leer en estos años todas esas declaraciones dolorosas e infames contra clérigos indignos (e indeseables) para saber de qué se hablaba.

Tuvimos como superiores al que llegaría a ser arzobispo de Burgos, monseñor Santiago Martínez Acebes -el primer Operario con el que se escribió mi padre-; don Mariano Herrera, todavía en la brecha, pues es actualmente rector en el Seminario de La Habana, en Cuba; don Marino, don Tomás Amable, don Francisco José, don Carlos Blas… los padres espirituales: don Justo López Melús y don Agustín Flores

Estas líneas, estoy seguro de ello, las podrían firmar más de 120 sacerdotes.

Barcelona: con los Salesianos de Sarriá

Antes de ir a Toledo estuve un curso con los salesianos de Sarriá de Barcelona, mientras mi hermana cursaba bachillerato con las salesianas. Cuando ella tuvo que ir a hacer COU al Colegio San Miguel, junto al famoso santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de los Misioneros del Corazón de Jesús, estuve otro año con ellos. Lo mismo. Reconozco que después de estar hasta los 14 años en un colegio de barrio y familiar… las cosas luego fueron algo difíciles… Pero no tengo que decir nada respecto a los religiosos que regían estas instituciones.

Dos sacerdotes en el Domingo de Ramos.

Mi querido párroco, mosén Boltá, a la derecha, en un Domingo de Ramos junto al querido claretiano padre Manuel Esqué, que salió de Barbastro semanas antes de que sus compañeros claretianos fueran detenidos y sacrificados en 1936.

Desde los 6 años

Ya termino. Y aunque alguno pueda estar pensando, ¡qué va a decir un cura!, pues este cura fue niño. Mi hermano mayor me enseñó a ayudar a misa. Tenía 6 años y unos meses. A los siete años hice la primera comunión. Estuve, como solía decirse, pegado a las faldas de mi cura (porque siempre fue con sotana) desde esa edad: me refiero a mosén Jordi Boltá Cañellas… Traté desde niño con sus profesores y compañeros de curso, por ejemplo, el doctor Ramón Roca-Puig, un prestigioso papirólogo… Los curas de Corbera de Llobregat, a los que veía en las fiestas (en su pueblo o en mi parroquia). Con claretianos: el padre Manuel Esqué, encargado de la catequesis parroquial, y el padre José María Solé, un santo religioso que un 10 de mayo de 1981 sufrió un atentado en la Travesera de Dalt de Barcelona. De la Compañía de Jesús: como el padre Francisco de Paula Solá, fundador de la Sociedad Mariológica Española, el padre Isidre Burunat o el padre Enric Llorens, vicario parroquial de Sant Joan Maria Vianney. Los campamentos de la Unión Seglar con el santo jesuita padre José María Alba. Los sacerdotes jubilados de la residencia San José Oriol que venían a confesar y a celebrar, como un cura burgalés, muy mayor, que se llamaba Celso Antón.

* * *

Nada de nada, de nada. Estamos hablando de un número muy considerable de sacerdotes que, desde los 6 años hasta los 25 en que me ordené, pasaron por mi vida…

Denunciemos y aclaremos. Ojo con robar la presunción de inocencia. Querida Santa Madre Iglesia, misericordia pero ejemplaridad contra los delitos… Pero yo hoy quería dar las gracias a Dios por todos los sacerdotes que han pasado por mi vida… Y que nadie piense que soy un privilegiado: es solo el 0,2% (acabemos con esa cifra infame para nosotros, hasta conseguir que no haya un solo corazón consagrado que se desvíe pecaminosamente contra el mismo Dios). El 99,8 % intentamos vivir al estilo de Jesús de Nazaret, nuestro Dios Redentor.

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