Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Los niños y el cariño que merecen

Bebé sonriendo tumbado en la cama.
Jesucristo reservó algunas de sus palabras más duras para quienes escandalicen a los niños. Foto (contextual): Filip Mroz Oko / Unsplash.

por Pedro Trevijano

Opinión

En estos días mi familia se ha visto incrementada con una nueva sobrinilla. En el embarazo la Seguridad Social de La Rioja le detectó dos cardiopatías, por lo que el parto y la primera operación, a los diez días del nacimiento, han tenido lugar en Barcelona. Si se me pregunta qué nota le pondría a la Seguridad Social, respondería que no un diez, sino un once.

Me parece fenomenal tener un país con tecnologías muy avanzadas para salvar vidas, también de bebés, y  que mucha gente se sienta muy concernida. Como me decía el padre de  la criatura, varios de sus amigos, más bien agnósticos, le han dicho:  “He vuelto a rezar, por primera vez en muchos años, por Anna”.

En cambio, me parece muy triste que en España se produzcan unos cien mil abortos al año, que no sólo cuentan con protección legal, sino que se los considera un derecho.  Es cierto que nuestra Ley del Aborto, haciendo gala de una gran hipocresía, sostiene nada menos que cinco veces el derecho del feto a la vida con su afirmación de que “la vida prenatal es un bien jurídico merecedor de protección”. Pero para defender lo contrario le basta una sola frase: “Se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida”, con la que se considera el aborto como un derecho que prevalece sobre el derecho del feto a la vida.

Hoy está ya claro que la vida humana empieza en la fecundación. Aunque el desarrollo del bebé es dentro de su madre, lo hace separadamente de ella, con sangre distinta y propia y con vida individual, si bien ya desde los primeros tiempos se establece un conjunto muy complejo de relaciones con su madre. Hoy se sabe que desde antes del nacimiento se desarrolla una vida afectiva, la cual está ampliamente influida por los sentimientos y sensaciones de la madre. El hijo empieza a ejercer su vida propia como ser diferenciado en el seno de la madre, según su propio código genético, y tiene ya definida su sexualidad fundamental.

La tarea de la madre es especialmente importante en los primeros años del hijo, por la necesidad que tienen éstos de cuidado, amor y afecto para poder desarrollarse como personas responsables, psicológicamente equilibradas y maduras moral y religiosamente. Pero la actitud del padre también cuenta, no sólo en lo que se refiere a transmitirle afecto y cariño, sino también en que representa la figura de autoridad y es el modelo de identificación de los hijos varones. Este entorno, de afecto o no, es el que permitirá o entorpecerá el buen despliegue de los procesos madurativos.  A partir de los seis meses tienen una sociabilidad creciente y simpatía hacia otras personas, necesitando el amor hasta tal punto que está demostrado que se crían mejor los niños que tienen unos padres amantes que los que carecen de este amor, aunque sean mejores las demás condiciones.

Religiosamente vemos cómo Juan Bautista salta de alegría en el seno de su madre al reconocer la voz de María (Lc 1,44). En cuanto a Jesucristo, es famosa su frase: “Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios” (Lc  18,16; Mt 19,14; Mc 10,14).

Cariño que también expresa en otros lugares, como Mt 18,1-6: “En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: '¿Quién piensas que es el mayor en el Reino de los Cielos?' Entonces llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: 'En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos;  y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y lo hundieran en el fondo del mar'.”

O Mt 18,10: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial”. 

A mí me gustó también mucho una expresión que oí en cierta ocasión: “Los niños son así porque están recién salidos de las manos de Dios”.

Termino con una petición: rezad por Anna. Gracias.

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