Dios, en el centro del culto y de la sociedad
Hace un tiempo ya, a propósito de la publicación de una nota conjunta firmada por Dom Jean Pateau, abad de Nuestra Señora de Fontgombault, Pierre Amar, sacerdote diocesano, Christophe Geffroy, Director de La Nef y Gerard Leclerc, escritor, que resaltaba la importancia de la comunión en la Iglesia entre los afectos al Vetus o al Novus Ordo del rito romano, envié un mensaje de whatsapp a algunos amigos en el que, además de destacar la reflexión de los autores sobre ese mismo espíritu de comunión, agregaba mi acuerdo a la feliz solución propuesta por Benedicto XVI en Summorum Pontificum respecto del mutuo enriquecimiento de ambas modalidades del mismo rito.
Reflexión litúrgica aparte, me llamó la atención la respuesta de uno de mis amigos. Resumidamente, me exhortaba a dedicar mis esfuerzos a temas vinculados con la cultura cristiana a propósito de un tema de interés común como es la doctrina social de la Iglesia.
Como señalé, se trataba de un comentario interesante en la medida en que reclama pensar y, a la vez, llamativo. Esto último por la idea equivocada subyacente en su comentario.
Apuntaré dos ideas al respecto. La primera, la estrecha relación -por no hablar de identificación- que existe entre la cultura y el culto. Basta remitir, por ejemplo, a La Ciudad Antigua de Fustel de Coulanges, quien afirmaba en su clásica obra: "La comparación de las creencias y de las leyes muestra que una religión primitiva ha constituido la familia griega y romana, ha establecido el matrimonio y la autoridad paterna, ha determinado los rangos del parentesco, ha consagrado el derecho de propiedad y el derecho de herencia. Esa misma religión, luego de ampliar y de extender la familia, ha formado una asociación mayor, la ciudad, y ha reinado en ella como en la familia. De ella han procedido todas las instituciones y todo el derecho privado de los antiguos. De ella ha recibido la ciudad sus principios, sus reglas, sus costumbres, sus magistraturas".
La segunda idea está, si se quiere, más inmediatamente relacionada con la doctrina social de la Iglesia. Me explico. El problema de las sociedades modernas y que da cuenta de las sucesivas "cuestiones sociales" es que han olvidado, cuando no silenciado o combatido, a Dios. Él, a diferencia de las sociedades tradicionales (simplificadamente, la Antigüedad y la "Edad Media"), ha sido quitado del centro de las modernas. O, mejor dicho, habiendo dejado a Dios de lado, el hombre o "la Humanidad" se ha puesto en el centro.
Esta centralidad de Dios en las sociedades tradicionales, porque Él mismo estaba en el centro de la celebración del culto, en el Vetus Ordo es evidente en sentido literal y simbólico: el sacerdote celebra la Santa Misa ad orientem y los fieles se posicionan en el mismo sentido. ¿No deberíamos preguntarnos si la adaptación de la celebración de la liturgia ad populum ha podido contribuir a la descristianización de las sociedades en las que vivimos al haber quitado a Dios del centro? La pregunta nos parece válida dado que, como puede apuntarse nuevamente, en el centro de la cultura se encuentra el culto.
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