Los domingos de Cuaresma
Nos parece hoy en día impensable -especialmente a la gente más joven- imaginar un mundo como el de nuestros abuelos (o bisabuelos, en algunos casos), en el que el cómputo del tiempo, parcial o total, diario o anual, se realizaba sin relojes ni calendarios. Resulta tarea más que ardua intentar explicar a los mozalbetes de hogaño que la gente se guiaba por las campanas de iglesias o conventos -del pueblo o del vecindario- para saber en qué momento del día vivía. O que cifraban las fechas dignas de recordar, no por número de día y mes (“tú naciste el 13 de octubre…”), sino por unos santorales (“nos casamos tu padre y yo por San Andrés…”) que no necesitaban de almanaques colgados en las paredes o metidos en las carteras… y menos en el móvil… porque se recordaban de memoria.
'El Ángelus' (1859) de Jean-François Millet: un alto en el trabajo ante la llamada de las campanas a la oración. Musée d'Orsay.
Viene esto a cuento de que siempre, al llegar la Cuaresma, se me viene a las mientes el delicioso remoquete aprendido de los mayores que se usaba para ir recontando los domingos previos a la Semana de Pasión, en aquellos tiempos sin calendarios ni relojes.
Me atrajo desde siempre, no sólo por su sencillez y aplicación, sino por el misterio de su origen, que aun hoy en día no tengo yo completamente desvelado. Desde su inicio hasta el final, la claridad de explicación se va a haciendo progresiva, siendo los primeros nombres los que menos diáfanos son en cuanto a su significado y clarísimos los últimos, cada vez más. En todo caso, a mí me ha servido, desde tiempos añejos, para ir desgranando el paso de estas semanas cuaresmales.
Rezaba, en efecto, la susodicha cantinela, que ponía nombre propio a cada uno de los domingos -y semanas correspondientes- que van del Miércoles de Ceniza al Domingo de Resurrección:
Ana, Badana,
Rebeca, Susana,
Lázaro, Ramos…
y en Pascuas estamos.
Para poder comprender la etimología de cada uno de ellos, siempre se ha recurrido a lecturas litúrgicas que se hacían, ya sea en dichos domingos, ya en días inmediatos. Y, por supuesto, no hay que olvidar (si queremos contrastar la veracidad con textos actuales) que los leccionarios se han ido modificando con el paso del tiempo, y quizá las lecturas que se proponen a día de hoy no son exactamente las mismas que hace 150 ó 200 años. Con todo, la adecuación de las citas bíblicas al mensaje del tiempo litúrgico es ajustada.
Ana: Primer domingo de la Cuaresma, tras el Miércoles de Ceniza. Se refiere a una lectura que se haría ese domingo o más probablemente el sábado anterior, narrando la presentación del Niño en el Templo (Lc 2, 22-40), en que es reconocido no sólo por el anciano Simeón, sino también por la sacerdotisa Ana. Coincide aproximadamente con la fiesta de la Presentación (o de las Candelas) del día 2 de febrero, pues es una fecha normalmente bastante cercana al inicio de la Cuaresma.
Badana: Es ésta la más oscura y enigmática de las denominaciones. Es la única que no alude a un nombre propio. La explicación que se da más habitualmente -y que a mí nunca me ha convencido- tiene que ver con la expulsión de los mercaderes del templo (Jn 2, 13-25), en que Jesús les "zurra la badana". Ni es propio de la época litúrgica, ni es una expresión muy asentada históricamente. Demasiado traído por los pelos.
Prefiero otra versión que señala que procedería en realidad de Vadana, contracción de “Vade retro, Satana”, exclamación propia del evangelio de las tentaciones en el desierto (Mt 4, 1-11), que siempre se ha leído al inicio de Cuaresma.
Como curiosidad, en una estancia laboral en Benavente (ya el siglo pasado), conocí de boca de un curita de pueblo, de muy grato recuerdo, profesor de religión en el instituto, la variante Reana para el nombre de este domingo. Ignoro la posible elucidación de su origen; se me antoja una mezcla de Ana y de Rebeca, que sería el siguiente domingo.
Rebeca: Que da nombre al tercer domingo de la Cuadragésima. Resulta evidente que la lectura que rememora esta denominación tiene que ver con la narración del engaño a Isaac -ya anciano y ciego- por parte de Jacob y su madre Rebeca, en detrimento de su gemelo Esaú (Gn 27, 1-40). Dicha lectura se hace aún por estos días en alguno de los ciclos actuales.
Susana: También estos días suele leerse en determinados años el episodio de la casta Susana, la calumnia que lanzan los dos viejos jueces de Israel contra la esposa de Joaquín, hija de Jilquías, lo cual se narra en el capítulo 13 del libro de Daniel, y que ha sido tan abundante y maravillosamente representado a lo largo de toda la historia del arte por innúmeros artistas. Coincidiría con nuestro domingo de laetare.
'Susana acusada de adulterio' (detalle, 1696), de Antoine Coypel. Museo del Prado.
Lázaro: Aún en la actualidad suele reservarse este quinto domingo para la lectura del evangelio de la resurrección de Lázaro de Betania, hermano de Marta y María, los mejores amigos del Señor (Jn 11, 32-45). Este episodio es claramente una prefiguración de la propia resurrección de Jesucristo y por eso suele dejarse para el último domingo antes de Ramos.
Que será este próximo, Dios mediante, a la sazón, último siempre de Cuaresma, en que (por poner un ejemplo) es tradición inmemorial celebrar la Comunión General -o Fiesta Principal- de la Ilustre y Venerable Congregación de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Santo Entierro.
El último remate de la coplilla no hace falta que sea explicado de ninguna manera, pues menciona los dos domingos propios de la Semana Santa, el de Ramos y el de Pascua (o Resurrección).
Ojalá que estos tesorillos de nuestros mayores se transmitan y mantengan a las nuevas generaciones. No ya sólo por gozar de estas rarezas de ingenio tan antañonas, sino también para ir viviendo más intensamente la práctica cuaresmal al tiempo que profundizando en el conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Tomado de Pasión en Salamanca.