Aborto: drama, ideología… y dinero
El año 1948 la ONU proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un hito cimentado en una idea clave para el sano desarrollo de cualquier sociedad: la común dignidad de todos los seres humanos, con independencia de su cultura, de su religión y de sus costumbres. En el artículo tercero de dicha Declaración se lee: “Todo individuo tiene derecho a la vida”. Una afirmación cuya lectura directa no ofrecería dudas respeto a la inclusión del no nacido en el concepto de individuo. Sin embargo, no ha sido así.
Aspiraciones políticas, intereses económicos y ‘desnortamiento’ ético han desplazado paulatinamente el centro del debate a lo largo los últimos sesenta años: ya no es la protección de la vida en todas sus etapas el objetivo primordial de cualquier estado de derecho, porque el aborto se ha convertido en ‘el rey de la función’.
Un momento decisivo en esta historia de tensiones fue la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso Roe v. Wade. El 22 de enero de 1973 los jueces (siete a favor y dos en contra) declaraban la protección constitucional del aborto. A partir de ahí, la propaganda abortista y los gobernantes afines han hecho el resto, de modo que se ha ido instalando en la mentalidad de muchas personas una percepción del drama del aborto como derecho, idea que carece de sustento jurídico y constitucional. Un artificioso cambio conceptual que no puede evitar, sin embargo, el sufrimiento de tantas mujeres.
Pero volvamos un poco atrás. ¿Es creíble que aquellos siete jueces estuviesen convencidos de su decisión? La pregunta tiene sentido porque cinco de ellos eran conocidos, al menos antes de su nombramiento, por su postura a favor de la vida. ¿Y qué pasó con Roe, la litigante que deseaba ver legitimado su ‘derecho’ a abortar? En realidad se llamaba Norma McCorvey y, según reconoció ella misma al cabo de unos años, no fue solo su nombre la única falsedad que utilizaron las abogadas que defendían su causa. Y a estas abogadas, ¿quién las contrató? ¿Tuvo algo que ver Planned Parenthood? ¿Hubo presiones, intrigas políticas o intereses monetarios en el proceso? ¿Cómo actuó el movimiento provida?
A las anteriores preguntas quiere responder la película El grito silencioso. El caso Roe v. Wade, que se estrena en España este viernes 23 de septiembre.
Sus productores, Cathy Allyn y Nick Loeb, no imaginaban que tres años después de su rodaje, el 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos revocaría la sentencia del caso Roe v. Wade. Película oportuna, que no oportunista, no solo para quienes difunden la cultura de la vida, sino también para quienes decidan aceptar el reto de oír otra campana. Al frente del elenco está Jon Voight, ganador de un Oscar en 1979 por El regreso y que será recordado también por su interpretación de San Juan Pablo II en la miniserie de TV de 2005.
Después de ver la película y de leer la nueva sentencia revocatoria de Roe v. Wade surge fácil la pregunta: ¿qué pasará ahora en Estados Unidos? De momento, más de veinte estados han prohibido el aborto en su jurisdicción, mientras otros lo seguirán permitiendo o lo liberalizarán más aún. O sea, que el debate público continuará porque hay muchos intereses en juego: ideológicos y pecuniarios.
Lo que sí parece claro, y así lo reclaman muchas voces, es que el país necesita el desarrollo de un feminismo favorable a la maternidad y una política familiar más generosa: para mejorar la atención a las necesidades inmediatas de las mujeres que afrontan embarazos imprevistos; simplificar el sistema de ayudas fiscales a las familias; o promover medidas que alivien el coste de la vida en tres de los puntos que más preocupan a los padres: la asistencia sanitaria, el cuidado infantil y la vivienda.
Y en España, ¿qué pasará? El futuro marco legal es desalentador, desde luego, pero también hay mucha gente dispuesta a ayudar para convertir en risas ‘los gritos silenciosos’.