Los médicos católicos y el supuesto uso terapéutico de la marihuana
No se puede dar a un enfermo un conglomerado de productos de cualquier manera solo porque una machacona propaganda lo diga desde las diversas atalayas comunicativas.
Después de la aparición del magnífico artículo del Secretario General de la FIAMC (Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos) sobre el difícil uso médico de la marihuana hemos recibido numerosos comentarios y valiosas aportaciones de médicos de diversas partes del mundo. La FIAMC organizará en marzo en Barcelona una Jornada sobre la marihuana como mal en sí y como caballo de Troya de otros problemas, especialmente en personas jóvenes.
Desde el punto de vista moral parece que la utilización terapéutica de la planta de la marihuana solo sería aceptable en caso de no tener ninguna otra alternativa al alcance. En occidente, ello significa que solo en una isla desierta… Del mismo modo que se podría emplear el ron (alcohol) como anestésico en caso de no disponer de fármaco alguno en una intervención quirúrgica de urgencia en la misma isla desierta.
La buena Medicina y la buena Farmacia nos dicen hoy que de las plantas hay que extraer y estudiar sus productos activos. Cada principio activo se extrae o se sintetiza y se estudian todas y cada una de sus propiedades. Si reúne los requerimientos farmacológicos, se transformará en una medicina con sus indicaciones, contraindicaciones, efectos secundarios, posología, etc. No se puede dar a un enfermo un conglomerado de productos de cualquier manera solo porque una machacona propaganda lo diga desde las diversas atalayas comunicativas. La aceptación acrítica de una droga por parte de tantos medios de comunicación que se consideran profesionales constituye un problema de salud pública.
No es aceptable como tratamiento del glaucoma ya que existen colirios muy eficaces. No es aceptable como antiemético después de una quimioterapia contra el cáncer ya que hay fármacos más eficaces. Además, ¿tiene el pobre enfermo que aprender a fumar la planta o comerse pasteles a base de cannabis?
Los médicos católicos italianos (AMCI) ya se pronunciaron en contra de una larvada liberalización del cannabis. Parece que algunos se empeñan en su legalización o popularización con la excusa de su uso terapéutico. Sería un atajo para la sustancia ilícita más consumida del mundo. Parece que el 4% de la población mundial la toma con uso “recreativo”.
No hay que se ingenuos en el caso de las drogas. El volumen de negocio que representan asegura su publicidad masiva por todos los medios: boca a boca, cine, literatura, propaganda electoral, intentos de legalización como producto terapéutico.
Hoy no tenemos ninguna duda de que la marihuana formatea en mal el cerebro hasta los 25 años de edad. Más allá de esta edad, su ingesta provoca intoxicaciones agudas con gran riesgo para la salud.
Esta droga modifica la maduración del cerebro del adolescente, cambia su personalidad y su capacidad de tomar decisiones. Produce déficit de atención y altera la memoria y el aprendizaje. Afecta a la correcta interpretación de la realidad, a la motivación, al juicio y al autocontrol. Produce accidentes de tráfico, trifulcas y bajas laborales.
Desde el punto de vista moral parece que la utilización terapéutica de la planta de la marihuana solo sería aceptable en caso de no tener ninguna otra alternativa al alcance. En occidente, ello significa que solo en una isla desierta… Del mismo modo que se podría emplear el ron (alcohol) como anestésico en caso de no disponer de fármaco alguno en una intervención quirúrgica de urgencia en la misma isla desierta.
La buena Medicina y la buena Farmacia nos dicen hoy que de las plantas hay que extraer y estudiar sus productos activos. Cada principio activo se extrae o se sintetiza y se estudian todas y cada una de sus propiedades. Si reúne los requerimientos farmacológicos, se transformará en una medicina con sus indicaciones, contraindicaciones, efectos secundarios, posología, etc. No se puede dar a un enfermo un conglomerado de productos de cualquier manera solo porque una machacona propaganda lo diga desde las diversas atalayas comunicativas. La aceptación acrítica de una droga por parte de tantos medios de comunicación que se consideran profesionales constituye un problema de salud pública.
No es aceptable como tratamiento del glaucoma ya que existen colirios muy eficaces. No es aceptable como antiemético después de una quimioterapia contra el cáncer ya que hay fármacos más eficaces. Además, ¿tiene el pobre enfermo que aprender a fumar la planta o comerse pasteles a base de cannabis?
Los médicos católicos italianos (AMCI) ya se pronunciaron en contra de una larvada liberalización del cannabis. Parece que algunos se empeñan en su legalización o popularización con la excusa de su uso terapéutico. Sería un atajo para la sustancia ilícita más consumida del mundo. Parece que el 4% de la población mundial la toma con uso “recreativo”.
No hay que se ingenuos en el caso de las drogas. El volumen de negocio que representan asegura su publicidad masiva por todos los medios: boca a boca, cine, literatura, propaganda electoral, intentos de legalización como producto terapéutico.
Hoy no tenemos ninguna duda de que la marihuana formatea en mal el cerebro hasta los 25 años de edad. Más allá de esta edad, su ingesta provoca intoxicaciones agudas con gran riesgo para la salud.
Esta droga modifica la maduración del cerebro del adolescente, cambia su personalidad y su capacidad de tomar decisiones. Produce déficit de atención y altera la memoria y el aprendizaje. Afecta a la correcta interpretación de la realidad, a la motivación, al juicio y al autocontrol. Produce accidentes de tráfico, trifulcas y bajas laborales.
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