Problemas con la educación de los hijos
por Pedro Trevijano
Hace unos días, un amigo mío profundamente cristiano, padre de cuatro hijos, me expresaba su preocupación por sus dificultades para darles una educación católica. En concreto, no le había gustado nada lo que había visto de imágenes obscenas en el móvil de su hijo mayor de trece años.
Pienso que los adolescentes y jóvenes de hoy tienen mayores dificultades, aunque éstas siempre han existido, para vivir conforme a la fe cristiana. En mis años jóvenes el sustrato cultural en que nos movíamos era bastante cristiano, mientras que hoy es palpable cómo nuestra sociedad ha vuelto la espalda en buena parte a los valores tradicionales y religiosos. Más aún, con frecuencia se trata de una guerra abierta y declarada.
En estas circunstancias, ¿qué deben hacer unos padres creyentes? Evangelizar y educar están íntimamente relacionados, pues la educación integral comprende también la dimensión religiosa. Son los padres, ayudados con frecuencia por los abuelos, quienes, al enseñar a rezar, transmiten las primeras nociones de la fe e inician la formación religiosa. La fe se transmite en los hogares y se fortalece a través de la oración y de la práctica cristiana. Unos padres creyentes que estimen, vivan y practiquen su fe deben intentar, por puro sentido común, que también sus hijos vivan y participen de lo que para ellos es un gran valor: su fe.
El inicio del cristianismo es un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1,35-39). La mejor riqueza que unos padres creyentes desean transmitir a sus hijos es la experiencia de Dios, el que sus hijos se sepan y sientan profundamente amados por Dios. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y la testimonia. Educar es educar en el amor. Pero para ello los padres deben dar ejemplo a sus hijos, con su oración y el testimonio de sus vidas.
Esto hay que tenerlo muy en cuenta porque hoy muchos intentan arruinar moralmente a los niños. Conozco un policía municipal de mi tierra, Logroño, muy preocupado por el tema y que intenta dar charlas a los niños para prevenirles de que no se vayan con desconocidos a fin de evitarles riesgos de pederastia e incluso de asesinato. Vi un vídeo de cámara oculta -pero con permiso de las madres- de niños de tres, cinco y siete años, en el que el que más tardaba en irse con un desconocido no llegaba al minuto y medio. Y no tengo la menor duda que, aunque el móvil y el ordenador sean muy útiles, también pueden hacer mucho daño a los niños, adolescentes e incluso adultos, y de hecho parece que alguno de los magnates de estos medios no permite usarlo a sus hijos, porque su uso exige madurez, especialmente cuando tenemos unas leyes y unos lobbys que favorecen la perversión y la destrucción de la persona.
La sexualidad es una dimensión íntima de la persona, que empapa a toda ésta. Es indiscutible que nuestro cuerpo y su sexualidad debieran estar al servicio de la dignidad personal, tanto mía como de los demás, y en consecuencia mi actuación, según esté o no de acuerdo con el orden moral, puede ser buena o mala, responsable o irresponsable. Hay que enseñar a nuestros educandos que tienen ante ellos dos caminos; o seguir sus instintos, lo que les lleva a ser esclavos de sus pasiones, o poner su vida al servicio del Amor, de la Verdad y del Bien, cosa que es posible realizar si sabemos pedir a Dios que nos conceda su gracia por medio de la oración.
Nuestros chavales lo tienen hoy más difícil que nosotros lo tuvimos. Pero sepamos hablarles del tema, a fin que encuentren en nosotros una ayuda que les permita superar sus dificultades. Convenzámosles que con la ayuda de Dios y la nuestra, pueden lograrlo, como lo hacen tantos chicos de los que sus padres se sienten legítimamente orgullosos. Y no nos olvidemos de que hay muchos libros y vídeos que pueden sernos y serles de gran ayuda.
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