Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Transhumanismo y cristianismo

Johnny Depp en 'Transcendence'.
En 'Transcendence' (2014), de Wally Pfister, el personaje interpretado por Johnny Depp parece culminar el sueño transhumanista: un hombre 'liberado' del cuerpo y de la naturaleza para alcanzar por sí mismo la perfección. Una versión actualizada del antiguo gnosticismo.

por Stefano Abbate

Opinión

El nombre de Albert Cortina se ha convertido en España en uno de los máximos referentes del pensamiento crítico acerca del transhumanismo, esta nueva cosmología cientificista que exalta la técnica y sus múltiples aplicaciones para la superación de lo humano. Su enfoque plantea desde ya hace años unas serias reservas sobre los planteamientos transhumanistas y una honda preocupación acerca de los alcances de este movimiento advirtiendo que no se trata de simples ensueños de científicos visionarios sino un peligro urgente que ya se encuentra delante de nosotros.

A partir de una perspectiva antropológica genuinamente cristiana, las advertencias de Cortina han despertado un creciente interés sobre la cuestión del transhumanismo. A lo largo de los últimos años, se han hecho populares sus intervenciones en varios medios de comunicación y redes sociales. Sus recientes publicaciones han planteado la incompatibilidad de los dictámenes transhumanistas con una visión cristiana de la vida y del hombre. Su último trabajo, Transhumanismo: la ideología que desafía a la fe cristiana (Palabra), sigue en esta línea y aborda la misma temática desde una vertiente más divulgativa, sin perder el rigor expositivo, para un público más amplio y poco familiarizado con estos debates.

Portada de 'Transhumanismo' de Albert Cortina.

El transhumanismo es realmente un gran desafío para la fe cristiana. Muchos cristianos no acaban de entender cuál es el problema del planteamiento transhumanista y en qué medida sus postulados representan una amenaza para la vida humana. Al vivir en un contexto cultural embebido de técnica, somos incapaces de ver el mensaje que esta trae consigo. No es solamente falta de discernimiento, sino sobre todo la asunción acrítica de la técnica como algo incuestionable y sin graves consecuencias para nuestro “estar en el mundo”. El hecho de no percatarse de la falta de neutralidad de la técnica es, de algún modo, un signo muy evidente del cambio de paradigma cultural que ésta produce. Este paradigma se rige por la infinitud de posibilidades que la técnica ofrece a nuestra vida y por la supuesta neutralidad con respecto a la vida moral y a la indiferencia con la fe cristiana. Como si los planteamientos transhumanistas no fueran un desafío directo a la concepción natural y cristiana del hombre. En este sentido, el texto apunta a provocar en el lector una reflexión que profundice en la distancia que hay entre el paradigma transhumanista que cada vez se asume acríticamente como algo posible y quizás deseable y la fe cristiana.

El libro se compone de 33 breves capítulos que plantean una serie de conceptos a modo de espejo y que son colocados paralelamente para ilustrar la perspectiva transhumanista y la perspectiva cristiana. En la exposición, resulta claro el carácter de subrogado religioso del transhumanismo al ofrecer una salvación al hombre a través de la técnica eliminando el dolor, la muerte y las limitaciones de la condición humana además de prometer un incremento de todas las facultades humanas.

El objetivo del texto es finalmente dar una respuesta clara a la pregunta: “¿En qué contradice el transhumanismo a la fe cristiana?”. No resulta ser, como decíamos anteriormente, una respuesta fácil. El fenómeno del transhumanista se enmarca, según el autor, en un proceso más amplio de control social por medio del control poblacional que se ejerce a través del cuerpo y de la mente. En este mismo sistema de control social, se insertarían el ecologismo antihumanista, la ideología de género y la ideología de la salud en aras de la calidad de vida.

El carácter seductor del transhumanismo se plasma en ofrecer una solución a bajo coste a un problema que es constitutivo de la condición humana. Sin embargo, la victima sacrificial es el mismo hombre, que debe ser superado pues ha quedado obsoleto delante de los avances de la técnica, transformada definitivamente en la nueva gracia divina que sana al hombre herido.

En definitiva, el transhumanismo es una bioideología que rechaza la vida humana como algo finito e imperfecto y oculta detrás del paradigma de mejoría de lo humano, una ideología profundamente peligrosa para el futuro de la humanidad.

El paradigma transhumanista, al descubierto

A lo largo del texto, Albert Cortina va desgranando los puntos salientes de la ideología transhumanista. La nueva humanidad denominada “plus” abrazaría optimistamente los potenciales que ofrece la técnica para la superación de lo humano. La insatisfacción con respecto al hombre tal y como lo conocemos terminar por liquidar lo humano como naturaleza biológica. El nuevo hombre es contemplado a modo reduccionista y mecanicista como mera materia maleable. De hecho, todo lo natural es contemplado desde una visión totalmente inmanente con el único recurso explicativo de la ciencia.

Este reduccionismo materialista se encuentra ya muy presente en nuestras vidas y resuena en la cultura nihilista de nuestro tiempo. Es el mismo patrón promovido por el neocapitalismo que se mueve únicamente por la sed de riqueza y poder y se promueve de forma continuada en la producción cultural a la cual estamos expuestos. Este materialismo se traduce en una profunda indiferencia para con la naturaleza, que se convierte en la posibilidad de manipularla sin consecuencia alguna. Todo es calculable, predecible y transformable, también el alma, la conciencia y las emociones.

Esta promesa de superación de la naturaleza abre las puestas a la superinteligencia, la superlongevidad y el superbienestar. Se promete la inmortalidad cibernética y la interacción con inteligencia artificiales indistinguibles de las humanas, así como una felicidad que consiste en la superación del dolor y de la tristeza. Tendremos así un humano aumentado con su realidad virtual, la biometría, los exosqueletos y los dispositivos tecnológicos integrados con el cuerpo humano. El ciborg es así el destino del hombre nuevo, en el que será transfigurada nuestra obsoleta naturaleza. Se trata del nuevo hombre-Dios autorrealizado a través de un esfuerzo fáustico gracias a la ciencia.

El transhumanismo es enmarcado así en una nueva gnosis que seduce al hombre prometiendo una nueva perfección por la superación de la corporeidad. Así como los gnósticos auspiciaban un retorno al Pleroma originario del cual provenían, la nueva gnosis tecno-cientificista promete a los hombres convertirse en las células de un organismo mayor, “un cerebro planetario”, colectivo, que estará conectado a través de la nube.

Anuncio de un coloquio sobre el transhumanismo en el seminario de Barcelona.

El 20 de febrero, a las 18.30 h, tendrá lugar en el Seminario de Barcelona (Diputació, 231) un coloquio sobre 'Transhumanismo, cristianismo y gnosticismo' en el que participarán, entre otros, el autor de este artículo, Stefano Abbate, profesor adjunto de Filosofía social en la Universitat Abat Oliba CEU, y Albert Cortina, autor de 'Transhumanismo. La ideología que desafía a la fe cristiana'.

A esta realidad apunta también el Metaverso, una construcción de una realidad no física donde encontrar unas experiencias que en la vida real son imposibles. El hombre se desprende de este modo de su corporalidad y reaparece en forma de androide, cyborg y avatar. Al mismo tiempo, Cortina señala cómo florece un nuevo poder, el Cyberleviathan, un nuevo orden mundial que domina a una humanidad desarraigada y apóstata; en fin, una distopía que es una pesadilla también para el supuesto hombre transhumano.

La visión cristiana frente al desafío transhumanista

Frente a los desafíos transhumanistas, el autor ofrece una serie de respuestas que varían desde la antropología, la moral y la ciencia hasta la teología. A partir del llamado “humanismo integral cristiano y avanzado abierto al Absoluto”, Cortina plantea la problemática de la superación de lo humano en un contexto de transformación social y política que podría desembocar en un sistema de absoluto control y falta de libertad. Al mismo tiempo, Cortina plantea la cuestión en términos de fe: la liberación transhumanista choca de pleno con la verdadera liberación prometida por Cristo que se inserta en una economía de salvación en la cual nuestra corruptibilidad ha sido asumida por la segunda Persona de la Trinidad y espera la inmortalidad prometida por la resurrección de la carne.

No es verdad que la naturaleza, como decía Sartre, es muda e incapaz de comunicar: en la misma naturaleza se encuentra un mensaje moral que invita a contemplar lo humano como la obra de la creación más importante en todo el universo. La condición humana es algo distinto de la naturaleza humana. Que el hombre sufra las limitaciones del dolor y de la muerte, el envejecimiento y los límites propios del estado presente es fruto del pecado original que ha sido sanado por la muerte y resurrección de Cristo. El tiempo presente es entonces una espera de la liberación definitiva por la gracia y no por la técnica. El transhumanismo es así una violación de la dignidad humana, entendida como un don de Dios.

Se requieren límites en la acción de la técnica sobre el hombre, pues, como decía Benedicto XVI, “no todo lo científicamente posible es éticamente lícito”. La absolutización de la técnica impide un desarrollo genuino de lo humano pues olvida constantemente su dimensión más allá de lo corporal. El nuevo evangelio de la “disrupción biodigital” promete una liberación que solo puede darse a través de la gracia entendida como intervención de Dios sobre la naturaleza. Frente a la lógica del bienestar transhumanista, el cristianismo presenta las bienaventuranzas de Cristo.

Cortina intuye que detrás de las promesas del transhumanismo se esconde una secularización de la esperanza cristiana de plenitud: especialmente en la línea transhumanista de aplicación al cuerpo de las ventajas técnicas que apuntan a la inmortalidad o a la transmigración de la mente a cuerpos, se pueden oír los ecos de la doctrina acerca del cuerpo glorioso resucitado y el alma inmortal. De algún modo, la doctrina transhumanista es una versión secularizada hasta el ateísmo de las doctrinas escatológicas cristianas.

Tenemos delante una nueva salvación al margen de Cristo, una reedición del Homo Deus que se autorrealiza en la historia sin reconocer nada previo a la voluntad de redención de sí mismo. Es lo que ya advertía Juan Pablo II hablando de la “gradual secularización de la salvación” y a la cual oponía la “salvación integral” que trajo Jesús.

Según Cortina, detrás de los planteamientos transhumanistas se esconde la antigua gnosis que pretende arrebatar al cristianismo “su condición de religión universal y convertirse en una nueva tecno-religión gnóstica de carácter global”. En el esfuerzo de re-creación del mundo a modo gnóstico, el transhumanismo se convierte en la ideología del Nuevo Orden Mundial que asume la esclavitud y la obsolescencia de los hombres mientras deshumaniza nuestra civilización. A esta falsa promesa de redención, Cortina contrapone la escatología cristiana que espera un nuevo orden instaurado por una sobreabundancia de gracia, un “Segundo Pentecostés” que hará todas las cosas nuevas.

A modo de conclusión, Cortina nos invita a repensar el tiempo de la historia como el tiempo del triunfo de Dios. A pesar de las incertidumbres y de los graves peligros que supone el transhumanismo, la fe cristiana invita a mirar a aquel tiempo de paz que en Fátima, la Virgen María, la verdadera nueva mujer, ha prometido como triunfo de su Corazón Inmaculado.

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