Lunes, 30 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El Papa y la mujer de Lot


¿Qué es lo que de verdad importa al Papa? Con claridad creciente la respuesta llega del propio Benedicto XVI

por Giovanni Maria Vian

Opinión

¿Qué es lo que de verdad importa al Papa? Con claridad creciente la respuesta llega del propio Benedicto XVI, quien de nuevo ha optado por lo esencial en el balance del año que inexorablemente se cierra. Con una lectura perfectamente adherida a la realidad y que al mismo tiempo sabe dirigirse al corazón de las cuestiones, desbrozándolas de las contingencias y confirmando que en la cima de las preocupaciones del Papa Benedicto está la crisis de fe, en cierto modo simbolizada en la imagen bíblica de la mujer de Lot.

Pero la preocupación no equivale a pesimismo, a pesar de representaciones ya un poco gastadas que los hechos desmienten día tras día. No; Benedicto XVI no es pesimista ni está cansado, y su estilo amable de gobierno, atento y concreto, radica precisamente en lo esencial, como anticipó en el inicio del pontificado presentando su verdadero programa, o sea, el abandono a la palabra y a la voluntad del único Señor, "de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia", dijo en la misa inaugural.

En su adhesión a la realidad, el Papa ha vuelto a hablar de la crisis económica y financiera que oprime Europa, y ha repetido que aquella se funda en una crisis ética porque falta frecuentemente la fuerza que persuada a renuncias y sacrificios. Entonces ¿cómo encontrarla? Es ésta la pregunta a la que debe responder el anuncio del Evangelio en sociedades que lo han olvidado o suprimido, una urgencia que motivó la institución de un nuevo organismo curial, que explica la elección del tema en el centro de la próxima asamblea sinodal y la convocatoria de un "año de la fe" en el cincuentenario del Vaticano II, el mayor acontecimiento religioso del siglo pasado.

Existe una crisis de la Iglesia en Europa y su núcleo es precisamente la crisis de fe, que se resume en un cansancio y hasta en un "tedio de ser cristianos". Pero el análisis de Benedicto XVI no se detiene en este diagnóstico despiadado ni deja espacio, sobre todo, a pesimismo alguno. Precisamente dos de los viajes internacionales más recientes —a África y a España— han mostrado que en la alegría de ser cristianos se halla el remedio, es más, la "gran medicina" contra este cansancio de creer.

El Papa la traza sobre la base de la experiencia de la Jornada mundial de la juventud de Madrid. Así, la catolicidad de la Iglesia permite experimentar la unidad profunda de la familia humana, mientras las opciones cotidianas en el empleo del tiempo son decisivas. Y he aquí la imagen —elegida por Benedicto XVI como emblema de la crisis de fe— de la mujer de Lot, que miró atrás preocupada de sí misma y se convirtió en estatua de sal, irremediablemente vacía.

Es en cambio la relación personal con el único Dios lo que salva, una relación auténtica no motivada por el deseo de ganar el cielo o por el temor al infierno —dijo el Papa—, sino sencillamente "porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás". Con el alimento de aquello que es el corazón de la fe católica, la adoración a Dios realmente presente en la Eucaristía: el Dios que perdona y vence la fuerza de gravedad del mal en la Penitencia y ama verdaderamente a cada ser humano.

Giovanni Maria Vian, director de L´OR
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