Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Padres, despertad

Joven se cubre la cara por tristeza ante la vía del tren.
Muchos jóvenes lamentan haber perdido la inocencia porque nadie, ni padres ni maestros, hizo el más mínimo esfuerzo por enseñarles a distinguir el bien del mal y a evitar la mancha del pecado sobre sus almas. Foto: TaniaVdB / Pixabay.

por Pedro Trevijano

Opinión

Esta semana he tenido una conversación con un sacerdote italiano al que le preocupan las mismas cosas que a mí, y en concreto la educación sexual de nuestros niños y adolescentes.

Nos hemos intercambiado material y en concreto me ha dejado una carta de un joven de dieciocho años que refleja un problema muy serio y acuciante.

El joven empieza reflexionando sobre una película cuyo título es ya un enunciado del problema Mañana es ya demasiado tarde y continúa:

“El director tiene razón. Es preciso enseñar a los niños. Los padres hasta cierta edad no dicen nada, pensando y esperando que el muchacho no sepa nada, después de repente dicen las cosas, como si el chico, por un desconocido fenómeno de iluminación divina, supiese todo. ¿Por qué actúan así? ¿Por qué permiten algunas cosas? La vida es amor, Dios es amor y protege a los que aman. Pero no. El joven hasta cierta edad no debe saber nada, después debe saber todo, siempre por sí mismo.

»En mi opinión, en ciertas cosas no se debe ser autodidacta. Tal vez nadie ha pensado cómo los jóvenes aprenden ciertas cosas. La cosa que es la más santa del mundo llega a nuestros oídos rodeada de una asfixiante nube de pecado, que no se tendría si le diesen otras convicciones morales. He aprendido que ciertas cosas se hacen no para conservar la especie humana, sino para divertirse, como si se tratase de jugar al fútbol. Y como me ha pasado a mí, a todos los demás. ¿Por qué? ¿Por qué nadie ha pensado en decirnos cómo son las cosas de verdad, dejando que nosotros, como animales, siguiésemos nuestros instintos, o que hiciésemos, bajo la dirección de un compañero mayor, cosas por las que tendremos remordimientos toda la vida? Cuando ya es demasiado tarde, alguno intenta educarnos. Demasiado tarde… Si Mireya hubiese sabido cómo eran las cosas, no habría intentado suicidarse, porque habría sabido distinguir el bien del mal.

»La frase que hoy se oye más es ésta: 'Los jóvenes modernos son viciosos e inmorales'. ¿Pero de quién es la culpa? No ciertamente de ellos. Si les hubiesen acostumbrado desde pequeños a mirar el mundo con ojos limpios, no lo verían con ojos impuros y no lo harían todavía peor de lo que lo es ya. Nuestros hijos nacerán en un mundo sucio, malvado y lleno de peligros. Dios nos ha dado a nosotros la responsabilidad de ayudarles a pasar entre las porquerías sin mancharse y de ello deberemos dar cuenta a Dios.

»Muchas veces, los padres no son capaces de enseñar y educar a sus hijos, lo que es consecuencia del hecho de que a ellos tampoco les enseñaron. Entonces, ¿quién debe educar? Los maestros. La escuela no puede estar hecha sólo para enseñar las aburridas e inútiles reglas de gramática y ciencias; traicionaría su más alta misión, que es enseñar a vivir.

»Tal vez esto se realizará un día y entonces el mundo será mejor. Los hospitales tendrán menos desgraciados por sus vicios, y el mundo será feliz y tendrá paz, porque los pueblos serán más sanos y fundados sobre principios sanos. El hombre es un animal racional, pero usa demasiado poco de esta facultad suya.

»Hoy por el camino he visto un hermoso niño con dos bellos ojos, y pensé que un día fui tan inocente como él y casi lo envidié. El mundo está lleno de porquería y yo estoy tan sucio como el mundo. Es duro escribir esto, casi me repugna, pero después tal vez me sienta mejor. También yo fui inocente, pero nadie me ayudó. Un día me enseñaron que no nací en una berza. Maldito sea ese día.

»No tengo madera de santo. A mi vez he enseñado a otros, y la vergonzosa cadena de iniquidad no sé dónde terminará, si algún día termina. Un día también yo me casaré y tendré familia, pero prometo que tendré cuidado de ellos de modo que mis hijos no conozcan el mal, sino en todas partes vean sólo el bien. He añorado demasiadas veces el tiempo feliz en el que creí que el mundo había sido hecho sólo de cosas buenas, como así lo sería, si nosotros no lo hiciésemos ser del todo malo”.

Hasta aquí la carta de este chico. A mí me ha impactado porque nos presenta una serie de problemas muy reales, a los que padres y educadores debemos hacer frente. Pero ¿cómo? Creo que esto debe ser el tema de mi próximo artículo, pero desde luego admito sugerencias.

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