Domingo, 22 de septiembre de 2024

Religión en Libertad

Juan del Carmelo publica «Desear la santidad»: su blog ya roza 8 millones de entradas de lectores

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El deseo del bien y de la unión con Dios está en el corazón de cada ser humano
El deseo del bien y de la unión con Dios está en el corazón de cada ser humano
Juan del Carmelo, que mantiene un popular blog en ReligionEnLibertad, acaba de publicar su libro número 20 bajo el título “Desear la santidad".

Hace pocos días alcanzó el número 1.000 de glosas publicadas en ReligiónEnLibertad.

A estos dos eventos habría que añadir que en solo le faltan en este mes de diciembre, unos pocos días para alcanzar la cifra de 8 millones de entradas de lectores.

Juan del Carmelo es el seudónimo que emplea un seglar converso que se sintió llamado por Dios a mediados de la década de los 80.

Juan del Carmelo vivió conversión silenciosa, llena de entusiasmo y empuje.

Frosard decía que los conversos son peligrosos, porque no dudan de lo que creen y carecen de freno alguno para expresar sus convicciones.

Juan del Carmelo advierte que sus textos carecen de aparato teológico pero dice que han sido pasadas por el tamiz de la oración personal. 

Durante casi 20 años se dedicó a escribir para sí mismo notas de lo que más le impactaba en sus lecturas espirituales, realizadas la mayoría de las veces en sucesivos retiros en monasterios, desiertos carmelitanos y en eremitorios en Tierra Santa.

Después sintió que Dios le pedía dar gratis lo que gratis había recibido y difundir sus notas. 

A ello le animó la enseñanza de Santo Tomás que decía que debíamos comunicar a los demás el fruto de nuestra contemplación. También San Vicente de Paul animaba a las Hijas de la Caridad a que pusieran en común las inspiraciones sentidas por cada una en su oración personal. "Siempre ha enriquecido a los cristianos, conocer las experiencias de otro, porque cada alma, por individual que sea, al final transita por el mismo camino que no es sino el del amor Jesucristo", nos explica.
 
Considera que "el agua refrescante de la oración, unida a la mortificación personal, son las dos alas que se necesitan para volar al cielo".



-¿Que más nos podría decir acerca de Juan del Carmelo?
-Es un seudónimo que empecé a utilizar a raíz de ese cambio que se inició en mi vida con mi conversión. El uso del nombre de una persona, determina siempre un cierto grado de posesión sobre la misma, esto se tenía muy en cuenta en la antigüedad sobre todo en oriente, de aquí que el nombre del Señor, jamás era pronunciado en Israel, nadie podía ni puede, tomar posesión del Señor. Moisés cuando recibió el encargo de liberar al pueblo israelita, le preguntó al Señor: “Cuando me pregunten: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?” Y le dijo el Señor a Moisés: “Yo soy el que soy”.

»En la vida espiritual cuando una persona sufre un cambio gozoso, es frecuente el escoger un nuevo nombre, como signo de su entrega al Señor, a fin de que Él tome posesión, de quien se le ha entregado a su amor, así tenemos que el Señor cambió el nombre a varios patriarcas en el A.T. Como es el caso, por ejemplo de Abraham, el de Sara o el de Jacob que pasó a llamarse Israel. Dentro de la Iglesia, tenemos el caso de los miembros de órdenes religiosas, que al tomar estado, generalmente cambian de nombre, o el del Sumo pontífice que cuando es elegido, lo primero que se le pregunta es por el nombre, con que quiere ser conocido.

»Tras mi conversión, pensé que el corte con mi vida anterior debía de ser profundo, tenía necesidad de quemar mis naves tal como hizo Hernán Cortés, y como había iniciado el servicio al Señor mediante la escritura, ello me generó el deseo de utilizar un seudónimo, que a más de uno le ha hecho pensar que soy una personas consagrada, pero como Vd. bien sabe, esto no es así.
Cuando escogí el nombre de Juan del Carmelo, tuve muy en cuenta mi amor al Carmelo Teresiano, pues la espiritualidad carmelitana es para mí, la que más se acomoda a mi forma de pensar y de ser y es en ella, donde me encuentro más a gusto.

-¿Cómo se realizó su conversión?
- Las conversiones pueden ser de dos clases; espectaculares o silenciosas. Las primeras son las que más llaman la atención. Una persona de vida licenciosa de pronto, siente la llamada del Señor y su vida da un cambio espectacular, llamando la atención de todo el mundo que gira a su alrededor. Sufre una “metanoia”, que es el término griego que expresa un cambio de la escala de valores de una persona, en la que su amor a Cristo empieza a ocupar todo su ser.

»Pero la conversión es solo un primer paso, es como el arranque de un tren en la estación cuando la locomotora que lo arrastra sus émbolos dan las primeras pistonadas, poniendo lentamente en movimiento las ruedas. Una vez iniciado el arranque, se necesita mucha perseverancia, para aprovechas los beneficios espirituales de ese comienzo. Muchas son las personas que salen de ejercicios plenas de buenas intenciones. Tengamos en cuenta lo que decía un autor: El suelo del infierno esta enlosado con ladrillos de buenas intenciones.

»Hay una segunda clase de conversiones nada espectaculares, son conversiones silenciosas, y les suelen suceder a aquellas personas, que sin llegar a ser tibios perfectos, si bordean la tibieza, aunque nunca falten un domingo a misa y vayan en la semana varios días a misa. Habitualmente si se siente pecadores acudan a un confesionario. Se podría decir de ellas que son buenas, no roban ni matan y teniendo en cuenta lo que circula por este mundo son buenas y como buenas ellas se consideran.

»Pero no es eso lo que el Señor quiere de ellas, que viven un cristianismo frio y triste y sobre todo lo que es peor, un cristianismo débil y aletargado. Y es a esta clase de personas a las que el Señor un día les hace ver, que su vida falta una correspondencia al amor que Él le tiene.

»Tanto en un caso como en el otro, hay que tener presente, que el que ama al Señor debe estar diariamente convirtiéndose, porque en la vida espiritual el que no avanza siempre retrocede. Lo importante no es el primer impulso que se llama conversión, sino la continua perseverancia, en tratar todos los días en aumentar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad o amor a Dios. Todo aquel que tiene una inquietud espiritual está convirtiéndose continuamente.
La vida espiritual de una persona es siempre una continua conversión, es la ascensión hacia el Señor por una escalera en la cual, cada peldaño de ella es una pequeña conversión.

-¿Cuáles son las características técnicas de este último libro recién publicado? ¿Dónde y cómo se puede adquirir? 
-Es mi libro número 20 y se titula Desear la santidad. Llega un poco tarde, pues el número 21 con el título Vida de nuestra alm, se adelantó por razones de imprenta y edición.

»El número 20 tiene el ISBN 978-84-617-2274-7 y se puede obtener en http://www.readontime.com/ISBN=9788461722747

»El número 21 tiene el ISBN 978-84-612-6636-4 y se puede obtener en http://www.readontim.com/ISBN=9788461266364

»Ambos libros se complementan, aun tratándose de temas diferentes. Porque una cosa es tener deseos de santidad, que quien lógicamente los tiene es siempre nuestra alma y no nuestro cuerpo y otra es organizar la vida de nuestra alma para que se logre la meta de la santificación final.

»Solo se puede desear, aquello que sabemos que existe y los que somos creyentes, sabemos que la santidad existe y no solo existe, y que es necesaria adquirirla y conservarla, primeramente para tenerla en este mundo y luego para acceder a la gloria que nos espera.
 
»Pero en este libro no se hace referencia a la santidad de los que aquí nos rodean, sino a la santidad que nosotros necesitamos para alcanzar la gloria que nos espera. Y para alcanzar esta santidad, que necesitamos para llegar al cielo, el primer paso necesario que hemos de dar es desearla, desear nuestra santidad.

»Porque el deseo, si es que de verdad se quiere obtener algo, el que lo desee, le es imprescindible poner en marcha su voluntad, porque el deseo en la persona es la palanca que mueve nuestra voluntad.

»Todos sabemos que desear algo, sin movernos para obtenerlo, es no obtenerlo jamás, si no nos movemos, no conseguiremos la realización de nuestro deseo. Por ello para alcanzar la santidad lo primero de toda persona ha de hacer, es tener un ardiente deseo de lograrla, porque cuanto mayor sea nuestro deseo, mayor será la gloria que alcancemos y lógicamente mayor será nuestra futura glorificación en el cielo.

»Dios que nos ha creado, solo por amor y este amor suyo, le mueve a desear fervientemente que todos nos salvemos, y no abandonemos su ámbito de amor, en el que todos nos encontramos, ya sea que le amemos o le odiemos. Toda persona de este mundo, está en el ámbito de amor de Dios.

»Él mantiene el principio, que en teología se conoce con el nombre de voluntad salvífica universal de Dios. Todo el que abandone este mundo, amando a Dios, aunque haya sido en el último momento de su vida terrenal, permanecerá dentro de su ámbito de amo del Señor, y se salvará.

»Pero aquel que no haya sido capaz de aceptar, aunque sea en el último momento, el amor que el Señor le ha estado ofreciendo a lo largo de su vida, hasta su último momento, saldrá del ámbito de amor de Dios y a partir de ese momento, habrá perdido eternamente su capacidad de amar que ahora, si tiene incluso aunque odie a Dios.

»El deseo de santidad, que una persona pueda tener, es un bien espiritual y por ello es mucho más fácil de obtener que si se tratase de un bien material. Dios con su omnisciencia absoluta ve que cuando nuestras peticiones son de bienes materiales, que estos bienes que pedimos, muchas veces pueden atentar contra nuestra vida espiritual y nuestra futura salvación, cosa que nosotros no podemos ver y al no obtener lo solicitado, nos sentimos frustrados.

»Pero cuando se trata de bienes espirituales, Dios no los dona enseguida, y muchas veces los recibimos sin haberlos solicitados y también lo que es peor sin haberlos aprovechado.

-¿No siente deseos de descansar?
- No, lo que hago me absorbe a pesar de mis 82 años, para cumplir los 83. Hago lo que yo estoy convencido que Dios quiere que haga y seguiré haciéndolo hasta que tenga la dicha de ser llamado a la casa del Padre, aunque cabe la posibilidad de que mis condiciones mentales no me lo permitan y si ello sucede será para mí lo que Dios entiende que más me conviene.

»Cuando el profeta Elías era perseguido por la reina Jezabel, por haber acuchillado a los 450 profetas del dios Baal. Elías caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

»"Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: ¿Qué haces aquí Elías? 10 Él dijo: Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela”. (1R 19,9-10). Por segunda vez Elías fue interrogado por el Señor y él le respondió una vez más: “Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot”. El término “Sebaot”, en hebreo venía a significar “Dios de los ejércitos”

»Cuando se ama al Señor, con el fuego de su amor, el celo de su casa nos mantiene gozosamente en lo que el desee de nosotros. Es importante mirar siempre adelante, el hombre sin futuro aunque tenga una edad avanzada, es hombre muerto ya.

»Dios nos quiere siempre activos, porque la actividad humana es el cumplimiento del mandato divino del Génesis: “Vosotros pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominada”. (Gn 9,7). No sabemos, nadie sabe cuándo será llamado, cada uno de nosotros cualquiera que sea su edad, si físicamente puede, debe de estar activo.

»Un jubilado o una jubilada, que se encierra en casa y se limita a ver la T.V. mental y espiritualmente él o ella, se están suicidando. Nunca es tarde para nadie, ni para dirigirse a trabajar en la viña del Señor, aunque la tarde esté ya cayendo.
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