LA RELIGIÓN, COMO LA CIENCIA, ES UNA CONSTANTE
La fe no naufraga en una de las grandes series de culto: «Perdidos»
La serie, con un trasfondo profundamente religioso en el que el encuentro entre la fe y la razón es una constante, cautiva a miles de espectadores. El cristianismo y el Antiguo Testamento, el islam, el budismo o las antiguas mitologías son la fuente de sus guiones.
Se acaba. «Perdidos» se acaba y, después de cinco intensas temporadas, miles de espectadores de todo el mundo siguen pendientes de una serie a la que muchos consideran «una religión». Las teorías sobre «la isla» invaden el ciberespacio y los guionistas mantienen en vilo a sus seguidores pero el éxito de la serie –saltos espaciotemporales aparte– radica, sin duda, en su habilidad para conectar con las inquietudes del ser humano, con su capacidad para hacer frente a la adversidad, de asumir la trascendencia de su existencia, siempre a través del humano y eterno debate entre la lógica, la ciencia y la fe en algo que no se alcanza a comprender.
Cristianismo, budismo, islam, mitologías grecorromanas y egipcias, cábala y numerología, literatura... todo ha sido una fuente valiosa para los creadores y guionistas de la serie, conscientes de que la religión y todo lo que ésta significa está profundamente arraigado en el corazón del hombre.
En «Perdidos», la religión –como la ciencia– es una constante. Una dualidad reflejada, sobre todo, en dos personajes: John Locke, el «hombre de fe», y Jack Shepard –en inglés «pastor», otra referencia bíblica a su función protectora en la isla– el «hombre de ciencia», el médico racional que, conforme avanza la serie, da un «salto a la fe» pulsando un botón que podría salvar el mundo y que termina por abrir una la puerta a la esperanza («nada es irreversible», le hemos oído decir hace poco). Hay personajes que han sido monaguillos (Charlie), mujeres que rezan (Rose), devotos musulmanes (Sayid) y sacerdotes nigerianos (Eko) que llevan bastones con misteriosas inscripciones bíblicas. La isla es un lugar para el milagro, donde un discapacitado camina y un adicto se cura, donde hay templos con piscinas de agua que ayudan a «renacer», donde se bautiza a los niños y se entierra a los muertos bajo el signo de la cruz.
Una nueva vida
Pero sobre todo, la isla –la serie– es un lugar para la redención: «Todo el mundo recibe una nueva vida en esta isla», dice John Locke, el personaje más carismático de la compleja trama de «Perdidos». Cada uno de los personajes se enfrenta a situaciones que se asemejan a las de su pasado y, en cierto modo, «la isla» les permite corregir sus errores, aunque sólo sea a través del arrepentimiento. En una época marcada por el narcisismo y el individualismo, «Perdidos» recupera el valor de la comunidad y la conciencia de que el hombre necesita ser «salvado». Desparecidas las falsas seguridades, sólo queda afrontar el «misterio» y hacerlo desde la esperanza. Independientemente de lo que los guionistas tengan previsto para cada uno de los personajes en esta «grand finale», el éxito de la serie ya es un hecho.
Alusiones bíblicas
La Biblia, como libro, aparece en numerosas ocasiones a lo largo de la serie, en diversos escenarios (una avioneta, dos de las estaciones de la isla, la casa de Jack...) Pero el Antiguo Testamento es también la inspiración de muchos de los nombres y de las historias de los personajes de «Perdidos». Así por ejemplo, «Jacob», el personaje más misterioso de la serie podría estar basado en la historia bíblica de Jacob y su hermano Esaú, hijos gemelos de Isaac y enfrentados por la progenitura. O «Benjamín», en la Biblia hijo favorito de Jacob junto con José, que nació en el camino de Efratá a Belén y su nacimiento le costó la vida a su madre (igual que el personaje de la serie). También encontramos en este paraíso “perdido” a unos esqueletos bautizados como «Adán y Eva», un niño que nace con el nombre de «Aarón»... Otro importante recurso de la serie son los diversos libros del Antiguo Testamento. Muchos capítulos llevan sus nombres: «Éxodo»; «Números»; «El Salmo 23» o expresiones como «Extraño en tierra extraña».