«Mañana, la luz», la historia de una niña ciega que marcó a un misionero bregado en mil batallas
El religioso Rafael Marco Casamayor, miembro de la Sociedad de Misiones Africanas, lleva una vida entera entregada a la misión en el continente que tanto ama. Llegó a África hace más de 50 años, primero en Benín y ahora Níger, donde sigue llevando el Evangelio y la esperanza en medio de la pobreza y la injusticia.
“Tuve que salir de la ciudad de Gaya y ahora estoy en Dosso, a unos 140 kilómetros de distancia, de donde, por razones de seguridad, no puedo moverme”, escribe estos días a la Agencia Fides el padre Rafael.
Sin embargo, el misionero explica que ha estado “en contacto casi diario con los responsables del Centro de Iniciativas y Ayuda Social (CIES) que abrimos en Gaya y que se dedica a acoger y formar a niños ciegos. Me enteré de estos pequeños que asistían a una escuela católica en la ciudad y, durante una de mis visitas, me impresionó profundamente Hamida, una niña que me recitó un poema titulado 'Mañana, la luz'”.
“He vuelto frecuentemente a esta escuela hasta que la directora me sugirió verme con el inspector educativo. De ese encuentro nació el proyecto CIES para ayudar a los niños de las familias más humildes con comida, transporte, ropa y material escolar. Empezamos con un grupo de voluntarios, algunos profesores y otros formadores. Descubrí entonces que hay muchos niños ciegos en toda la región, sobre todo por oncocercosis, y que muchos son una vergüenza para la familia, una maldición; por eso, los esconden y encierran en casa, los privan de toda vida social que no sea pedir limosna por las calles”, añade este misionero español.
El padre Rafael habla de la casa que alquilaron para poder acogerlos, equipada con mesas, sillas, literas, vajilla, cocina. Explica que les ofrecen de lectura y escritura en braille, ejercicios de orientación, juegos para ciegos y clases para aprender a tocar instrumentos musicales. “Durante el último año pusimos en marcha un taller para que todos, tanto para los niños como para nosotros, animadores y fundadores, pudiéramos descubrir juntos este mundo nuevo”, cuenta el misionero.
“Unos días antes de Navidad, todas las personas que trabajan y colaboran en el CIES vinieron a saludarme a Dosso y celebramos y recordamos las dificultades superadas, el esfuerzo y la alegría de haber realizado un sueño que ensancha nuestras almas”, concluye el misionero de la Sociedad de Misiones Africanas.