Se cumplen 25 años de la presencia de la Iglesia Católica en Mongolia: hoy es una comunidad muy viva
En un territorio tres veces más grande que España, con grandes zonas inhóspitas, y en el que viven 24 millones de personas, unos mil católicos hacen presente a la Iglesia Católica en un país en el que el catolicismo apenas tiene un cuarto de siglo de existencia.
Este 2017 se cumplen los 25 años de presencia de la Iglesia católica en Mongolia y de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y este país. El “Jubileo de Plata” fue celebrado el pasado el 9 de julio de 2017 con una misa en la catedral de San Pedro y San Pablo en Ulán Bator. Durante la celebración, Wenceslao Padilla, prefecto Apostólico de Mongolia, expresó su agradecimiento a Dios y a todos los colaboradores por lo que se ha hecho durante los últimos 25 años.
“En este momento, puedo decir, y quiero gritarlo al mundo, las palabras del profeta Isaías: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, haced conocer entre los pueblos sus obras, haced recordar que su nombre es enaltecido. El Dios de nuestros padres está realmente lleno de gracia, de amor, ha protegido y guiado en cada paso nuestro camino de fe y nuestras pequeñas comunidades de creyentes en Mongolia”, aseguró, tal y como recoge la agencia Fides.
Una Iglesia que crece
Monseñor Padilla también remarcó que “la estabilidad de la Iglesia en Mongolia, con su presencia en diferentes sectores de la sociedad, ha crecido y se ha fortalecido. La llegada de los misioneros de diversas congregaciones religiosas y de diferentes países, la colaboración y la la fe de muchos mongoles han ayudado a construir una fuerte presencia de la Iglesia en Mongolia”.
Muchos niños celebrando la Navidad en una de las pequeñas y humildes iglesias mongolas
La misa fue concelebrada por más de 30 sacerdotes, con algunos invitados especiales como Marco Sprizzi, Primer Consejero de la Nunciatura Apostólica en Corea del Sur y Mongolia, y el padre Gilbert Sales, uno de los primeros misioneros que llegaron al país en 1992. Muchos funcionarios extranjeros y locales asistieron además al evento. La comunidad budista ha estuvo representada por el Dambajav del monasterio Dashchoilin, cuya presencia fue muy apreciada por toda la comunidad católica.
Tres misioneros abrieron camino
A principios de los años 90, el gobierno tomó la iniciativa de pedir entablar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y pidió a los misioneros católicos que trabajasen en el país. El 4 de abril de 1992, estableció relaciones diplomáticas, y el primer grupo de misioneros, tres miembros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM), llegaron a Mongolia el 10 de julio de ese año. Los primeros misioneros que llegaron en Mongolia fueron: el padre Wencesalo Padilla (ahora obispo de Mongolia) el padre Robert Goessens (que regresó a Japón) y el padre Gilbert Sales, actualmente presidente de la Universidad de Saint Louis en Baguio City, Filipinas.
En la celebración que se vivió en Ulán Bator, Marco Sprizzi recordó que “la Santa Sede ha sido uno de los primero Estados en reconocer Mongolia en la comunidad internacional, después de su independencia. Desde entonces las relaciones han sido muy buenas. El Papa está preocupado por el bienestar espiritual y material del pueblo mongol. Ya que no promovemos nuestro interés, sino el interés de la gente de Mongolia, las relaciones son muy buenas y continuamos sirviendo a la población en este país”.
Este 2017 se cumplen los 25 años de presencia de la Iglesia católica en Mongolia y de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y este país. El “Jubileo de Plata” fue celebrado el pasado el 9 de julio de 2017 con una misa en la catedral de San Pedro y San Pablo en Ulán Bator. Durante la celebración, Wenceslao Padilla, prefecto Apostólico de Mongolia, expresó su agradecimiento a Dios y a todos los colaboradores por lo que se ha hecho durante los últimos 25 años.
“En este momento, puedo decir, y quiero gritarlo al mundo, las palabras del profeta Isaías: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, haced conocer entre los pueblos sus obras, haced recordar que su nombre es enaltecido. El Dios de nuestros padres está realmente lleno de gracia, de amor, ha protegido y guiado en cada paso nuestro camino de fe y nuestras pequeñas comunidades de creyentes en Mongolia”, aseguró, tal y como recoge la agencia Fides.
Una Iglesia que crece
Monseñor Padilla también remarcó que “la estabilidad de la Iglesia en Mongolia, con su presencia en diferentes sectores de la sociedad, ha crecido y se ha fortalecido. La llegada de los misioneros de diversas congregaciones religiosas y de diferentes países, la colaboración y la la fe de muchos mongoles han ayudado a construir una fuerte presencia de la Iglesia en Mongolia”.
Muchos niños celebrando la Navidad en una de las pequeñas y humildes iglesias mongolas
La misa fue concelebrada por más de 30 sacerdotes, con algunos invitados especiales como Marco Sprizzi, Primer Consejero de la Nunciatura Apostólica en Corea del Sur y Mongolia, y el padre Gilbert Sales, uno de los primeros misioneros que llegaron al país en 1992. Muchos funcionarios extranjeros y locales asistieron además al evento. La comunidad budista ha estuvo representada por el Dambajav del monasterio Dashchoilin, cuya presencia fue muy apreciada por toda la comunidad católica.
Tres misioneros abrieron camino
A principios de los años 90, el gobierno tomó la iniciativa de pedir entablar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y pidió a los misioneros católicos que trabajasen en el país. El 4 de abril de 1992, estableció relaciones diplomáticas, y el primer grupo de misioneros, tres miembros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM), llegaron a Mongolia el 10 de julio de ese año. Los primeros misioneros que llegaron en Mongolia fueron: el padre Wencesalo Padilla (ahora obispo de Mongolia) el padre Robert Goessens (que regresó a Japón) y el padre Gilbert Sales, actualmente presidente de la Universidad de Saint Louis en Baguio City, Filipinas.
En la celebración que se vivió en Ulán Bator, Marco Sprizzi recordó que “la Santa Sede ha sido uno de los primero Estados en reconocer Mongolia en la comunidad internacional, después de su independencia. Desde entonces las relaciones han sido muy buenas. El Papa está preocupado por el bienestar espiritual y material del pueblo mongol. Ya que no promovemos nuestro interés, sino el interés de la gente de Mongolia, las relaciones son muy buenas y continuamos sirviendo a la población en este país”.
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