Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Las dificultades de la integración europea: el problema balcánico (I)

Milenko Bernadic



El panorama general
Las imágenes de la guerra en la antigua Yugoslavia han llenado las pantallas de televisión en la década de los 90 y sobre esos hechos se escribieron muchos artículos, libros y hasta alguna que otra película. No obstante, la mayor parte de lo escrito se puede incluir en lo “políticamente correcto”, una forma de la descripción de la realidad que deja al lector patéticamente confuso, con una rara sensación de haber sido manipulado. Por eso no es de extrañar que tantas veces en los últimos años haya podido oír la pregunta: “Pero ¿qué es lo que está pasando allí?”
 
Para abarcar satisfactoriamente esta cuestión daremos un esbozo básico mas no superficial de la historia de los pueblos de la antigua Yugoslavia porque el obrar de los individuos y los pueblos de los Balcanes está profundamente incrustado y condicionado por su historia.

Siguiendo esa línea, partiremos de la época romana pasando luego por los momentos claves de su particular trayectoria: la creación de los estados croata y serbio, el cisma de la Iglesia bizantina, la invasión turca, las guerras mundiales y finalmente el período comunista, permitiéndonos la comprensión de esta secuencia un análisis riguroso de la turbulenta década del final del milenio.

Es más, a partir de este escenario, muchas veces incómodamente profético, procuraremos extrapolar conclusiones de cara al futuro próximo de Europa.

La llegada de los eslavos
Más que el hecho histórico de la llegada de los pueblos eslavos a la península balcánica nos interesa el escenario que se encuentran los nuevos pobladores de la región.

La misma penetración de los eslavos se produce en los siglos VI y VII d. C. dejando, a diferencia de otros pobladores anteriores, colonias estables desde los territorios de la actual Austria hasta incluso el Peloponeso. Pero lo más importante de este escenario histórico es la división del Imperio Romano, del año 395, en la parte oriental y occidental que tendrá gran trascendencia en los futuros acontecimientos en la zona.

De hecho, la parte occidental, habitada por eslovenos y croatas, estará bajo la influencia directa de los episcopados de las ciudades situadas en el Adriático (de la Italia actual), mientras la parte oriental, ocupada por serbios, montenegrinos y macedonios, mantendrá ritos y costumbres bizantinas. En la antigua Yugoslavia tenía un papel destacado otro pueblo, no eslavo, del que proceden los albaneses actuales. Se trata de los ilirios, situados originariamente en la península de Istria, de donde fueron expulsados por los emperadores romanos todavía antes de la llegada de los eslavos. Los ilirios se refugian en las inhóspitas montañas albanesas y su presencia en el sur de Serbia se empieza notar a principios del siglo XX. Como podemos intuir, Yugoslavia tenía un sello peculiarísimo: fue entrelazada con hebras muy distintas. En las páginas siguientes trataremos de ir separando cada una de ellas.


Eslovenia

La parte más occidental de Yugoslavia fue poblada por los eslovenos, que originariamente abarcaban mucho más territorios que hoy en día. Los dominios de los imperios eslovenos de Samo (siglo VII) y el imperio eslavo de Otocar de Bohemia (del siglo XIII, que incluía a los eslovenos) comprendían Viena y Praga (de ahí la gran similitud entre el checo y el esloveno), pero con el paso de los siglos fueron sufriendo una fuerte germanización. Los eslovenos pasaban de un imperio al otro manteniendo a duras penas sus costumbres y lengua, que fue hablada pero no reconocida.

El impulso a la conciencia nacional lo da la Reforma protestante por una razón simple: la traducción del Nuevo Testamento a la lengua vernácula en el siglo XVI. La Contrarreforma católica, que fue rápida y eficaz, advierte esta circunstancia y acentúa la atención cultural y religiosa en el idioma autóctono. Pasados los siglos, ya en el tiempo de la invasión napoleónica, las provincias ilirias creadas por Napoleón con el fin de debilitar las influencias de la casa de Habsburgo suponen un nuevo auge de la conciencia nacional eslovena. El siglo XIX está marcado por el romanticismo y los poetas y novelistas más destacados han contribuido enormemente a la difusión del sentimiento y orgullo nacional sobre todo en los estratos más desfavorecidos de la sociedad.

Al final del siglo XIX y principios del XX, la idea de una unión paneslava (comprendiendo más bien a los eslavos del sur; porque los húngaros, pueblo no eslavo, desde el final del primer milenio separaban como una cuña a los eslavos de Polonia, República Checa y Eslovaquia de los eslavos del sur) tenía una aceptación significativa entre los intelectuales eslovenos.

Croacia

La historia de Croacia ya son palabras mayores. Junto con Serbia es la pieza clave para la comprensión del puzzle yugoslavo. Su rico y agitado pasado —con doscientos años de soberanía reconocida por los papas desde el siglo X al XII, y posterior lucha constante por mantener vivas las señas de identidad cultural y nacional frente a los apetitos imperialistas de Hungría, Venecia y los imperios austro-húngaro y otomano— ha marcado profundamente la psicología del pueblo croata. Rudos, indómitos y ferozmente independientes, hacían saber a todos que no se les podía tomar como súbditos o simples vasallos, aunque durante ocho siglos fueron privados de estado propio.

Como una muestra de su posicionamiento político (dentro de los parámetros de la no renuncia pertinaz a su independencia por un lado, y por otro de la necesidad más que real de unirse y depender de otros para asegurar sus fronteras de las incursiones de los otomanos), citamos la comunicación de la Dieta de Croacia a la Dieta húngara de 1712: “Ni por la fuerza, ni por la conquista nos uniríamos a los húngaros, sino que por nuestra libérrima voluntad nos someteremos nosotros mismos, no al reino [de Hungría], sino a su rey.”

No es mi objetivo en este artículo dar un exhaustivo repaso de la historia de los pueblos de la antigua Yugoslavia, sino destacar los momentos decisivos de su pasado con el fin de poder entender el presente. Uno de los primeros elementos clave a tener en cuenta es la existencia de un estado propio y fuerte en el periodo ya señalado, que abarcaba aproximadamente los territorios de la actual Bosnia-Herzegovina y Croacia.

El segundo acontecimiento de capital importancia es la penetración de los turcos en todos los Balcanes, con especial ensañamiento en Serbia y Bosnia-Herzegovina. El avance de los turcos produce un significativo desplazamiento de la población serbia desde Kosovo hacía el norte y el oeste, cruzando el río Drina, la frontera natural (del año 395) de los imperios romanos occidental y oriental, y todavía hoy entre Bosnia-Herzegovina y Serbia, asentándose en aquélla y en la parte colindante, montañosa e inhóspita, de Croacia. Esta región es llamada Krajina (lo que quiere decir “región fronteriza”) y será todo un problema en las disputas territoriales entre Serbia y Croacia en la guerra de 1991. Hay que subrayar que esta colonización se produce en los siglos XVI y XVII a iniciativa del imperio Austriaco con el fin de fortalecer y defender la frontera del avance de los turcos, generando un cierto resentimiento de los croatas. Por otra parte, al ser carne de cañón, la población serbia de Krajina es fuertemente militarizada más en su mentalidad que materialmente. La tradición bélica y guerrillera formará parte de su espíritu nacional.

Como en el caso de Eslovenia, el siglo XIX supone un renacimiento del sentimiento nacional croata. No obstante, a finales del siglo XIX, va cuajando en determinados sectores intelectuales liderados por el obispo católico croata Strossmayer (1815-1905) la idea de la unión de los eslavos del sur en un solo estado. Éste, entre otras cosas, publicó ediciones de los primitivos poetas y documentos pertenecientes a la historia de los eslavos del Sur. Strossmayer fundó también la Universidad Nacional Croata de Zagreb en 1874, en medio del general regocijo. Estaba convencido de que sólo fomentando la cultura podrían superarse las diferencias entre los croatas católicos y los serbios ortodoxos, y hasta su muerte, a los noventa años de edad, hizo todo cuanto pudo por la unión de los eslavos del Sur. Sin embargo, sus honestas, entusiastas y ecuménicas ideas no encontraron eco en las mentes nacionalistas croatas y serbias. En efecto, las pretensiones de una Gran Serbia formalizadas desde mediados del siglo XIX y la desconfianza de los croatas respecto a los serbios de Krajina suponían un elemento del desencuentro que en el siglo XX aumentará con fuerza hasta proporciones trágicas.

Bosnia-Herzegovina

Considerada como “pequeña Yugoslavia” por albergar sus principales nacionalidades, desde sus orígenes era la tierra de encuentro y desencuentro no solo de culturas, sino de civilizaciones. Tierra de guerras y mártires, amores, odios y desconfianzas, hospitalidad y limpieza étnica, vio tanta sangre y crueldad que el corazón del hombre enmudece ante tanto estupor. Aquí también vamos a subrayar algunos puntos clave de su pasado. Como ya se ha dicho, Bosnia-Herzegovina formaba parte del estado croata hasta el siglo XII e incluso después de la desaparición de Croacia como estado, era en efecto un sucedáneo de él. De hecho, los reyes de Bosnia-Herzegovina hasta la invasión de los turcos eran croatas católicos. Uno de los últimos reyes tenía el título de Duque de San Sava, otorgado por el papa y por Federico III de Austria. Este título, en alemán Herzog, dio origen al nombre de Herzegovina (mientras que Bosnia es el nombre de un río que nace cerca de Sarajevo).

Con la invasión de los turcos, se produce un hecho central en la historia de Bosnia-Herzegovina. En su interior estaba bastante extendida la herejía cristiana de los “bogomilos”, que negaba la encarnación del Hijo de Dios. Fueron los franciscanos quienes la combatieron con bastante éxito, pero con la llegada de los turcos los bogomilos prefirieron el Islam (junto con los privilegios que les otorgaban los turcos) antes que estar unidos al papa en la fe. Aparte de ellos, algunos croatas y serbios renegaron también de su fe creando un gran recelo entre la población autóctona cristiana.

Precisamente estos conversos serán más crueles con los cristianos que los propios turcos. Desde la capitulación en 1463 hasta el control provisional del Imperio Austro-Húngaro de 1878 y la anexión de 1908, eran raros los decenios sin revueltas campesinas contra los opresores turcos, y más que turcos los musulmanes eslavos, que formaban la aristocracia local. Los cuatro siglos de dominio turco dejaron a este estado europeo en la penumbra del subdesarrollo. En cambio, en las tres décadas de control austro-húngaro vino el ferrocarril, la industrialización, escuelas, bibliotecas, hospitales y... el intento de germanización, mal recibido por la población local, sobre todo serbia.

El recuerdo del yugo turco quedará en la memoria colectiva del ser histórico del pueblo serbio. Los croatas tampoco olvidaron a sus primeros maestros en la fe, los franciscanos, a los que prácticamente deben la conservación no sólo de su fe católica sino también de su nacionalidad y la supervivencia en ese periodo tan difícil. Lo sabían muy bien los turcos que despellejando, crucificando y quemándolos vivos “premiaban” la perseverancia de más de uno. 

Serbia

La cuna de la nación serbia esta en Kosovo. Todavía en esa zona quedan muchos monasterios de la Iglesia ortodoxa serbia de la época. Digo “todavía” porque algunos monasterios, patrimonio de la humanidad, están siendo saqueados y socavados por los musulmanes albaneses sin que las tropas internacionales se hayan molestado mucho en impedirlo. Y dudo que esto lo podamos ver en televisión. El máximo esplendor del pasado de Serbia tiene lugar con el reinado del zar Dusan en el siglo XIV. Sus territorios abarcaban desde el Danubio en el norte hasta el golfo de Corinto. Fue entonces cuando los emperadores bizantinos, una vez más, cometen el trágico error geopolítico con gravísimas consecuencias futuras.

Los emperadores bizantinos, en sus afanes por luchar contra el avance serbio, se atrajeron la ayuda de los turcos otomanos de Asia Menor en 1345 y 1349. Era una política peligrosa, pues cuando los turcos respondieron a una invitación parecida en 1353 se quedaron luego atrincherados en la península de Galípoli. Todos los pueblos balcánicos empezaron a darse cuenta del peligro turco. La diplomacia de Dusan en aquel tiempo demuestra que intentaba de un solo golpe conquistar Constantinopla y detener toda posibilidad de avance turco en Europa. Entró en negociaciones para conseguir ayuda de Venecia e incluso del Papado; pero en 1355, cuando preparaba la marcha sobre Constantinopla, murió de unas fiebres a los cuarenta y seis años. El momento era crítico para la historia de Europa: Dusan murió en el preciso instante en que los otomanos establecían posiciones en el continente.

Mientras sus descendientes estaban más ocupados en repartirse el imperio que en su defensa, los turcos asestan un golpe tras otro, hasta la carnicería de la batalla de Kosovo. El 15 de junio de 1389, en el funesto Campo de los Pájaros Negros (en la llanura de Kosovo), el ejercito cristiano se componía de serbios, albaneses, croatas, búlgaros y húngaros. La victoria fue, sin embargo, para los turcos, y la flor de la aristocracia serbia murió en el combate. El imperio serbio, ya en completa ruina, no volvería a recuperarse. La historia de los siguientes siglos se compone, como en la vecina Bosnia-Herzegovina, de continuas rebeliones campesinas.

En Serbia, antes de la llegada de los turcos, había pocos bogomilos y las conversiones al Islam eran bastante minoritarias, con lo cual, en cuanto al enemigo externo, los serbios se mantuvieron unidos esperando el momento de la expulsión de los turcos. Eso ocurre en la primera guerra balcánica (1912), cuando la alianza de serbios, griegos y búlgaros inflige una fuerte derrota a los otomanos obligándoles a la capitulación. No contentos con el reparto del botín territorial, los búlgaros declaran la guerra a los serbios al año siguiente, pero salen perdiendo de la contienda. En esos momentos, la ex república yugoslava de Macedonia forma parte de Serbia.

Montenegro

Pequeña república yugoslava de gran pasado. En 1990 tiene tan solo 600.000 habitantes. Fue el único territorio de los Balcanes que nunca sucumbió a los turcos, con lo que eso significa. Ésa es una de las razones de su escasa población, cuyos antepasados se desangraban en continuas guerras. Sus reyes eran descendientes del Zar Dusan, de religión cristiana ortodoxa, como la gran mayoría de los montenegrinos. Son aliados tradicionales de los serbios.

Macedonia

La república septentrional de Yugoslavia, que comparte frontera común con Grecia, Bulgaria, Albania y Serbia. Esta república tiene problemas hasta con su nombre. De hecho, Grecia no permite que se pueda llamar simplemente “Macedonia”, por coincidir ese nombre con una de sus provincias históricas. Por eso en la esfera internacional Macedonia es “La antigua república federal yugoslava de Macedonia”. Como ya la misma problemática de su nombre anticipa, Macedonia está rodeada de nacionalismos reivindicativos: albanés (el 30 % de su población es albanesa), serbio, búlgaro y griego. Los búlgaros consideran a los macedonios llanamente búlgaros, y la verdad es que sus idiomas son muy parecidos. El hecho es que antaño formaban parte del imperio de Dusan, y en 1913 vuelven a formar parte de serbia. Desde 1919 forman parte de Yugoslavia, pero la nacionalidad macedonia es incluida oficialmente con el gobierno comunista, en el pasado reciente.

El concepto de nación en los Balcanes
Naturalmente Albania no formaba parte de Yugoslavia y sin embargo hablamos de albaneses como de una nacionalidad dentro de Yugoslavia; no constituyente, pero sí reconocida oficialmente. A propósito de esta circunstancia tenemos que aclarar el concepto de nacionalidad que existe (todavía) en los estados provenientes de la antigua Yugoslavia. Este concepto es bien distinto del concepto occidental (excluyendo Alemania) de nacionalidad, basado en el lugar de nacimiento.

Es decir, por poner un ejemplo: uno es francés si ha nacido en Francia o si adquiere la nacionalidad francesa por permanecer durante un número determinado de años dentro de Francia en las condiciones requeridas. En Yugoslavia no fue así, sino que uno es considerado croata si es hijo de croatas. Y lo mismo para otras nacionalidades. También, en términos generales, una persona se puede llamar serbia si sus costumbres y rasgos culturales lo son, dando igual si vive en Croacia o en Serbia. Por eso es muy común hablar de serbios de Bosnia-Herzegovina, croatas de Serbia, etc. Para un europeo esto puede parecer un sinsentido, pero en los Balcanes uno es lo que es también en función de sus rasgos socio-culturales, y de esos rasgos se considera que le impregna más su propia familia que la sociedad en la que vive de hecho. Todo eso, junto con el hecho de que la tradición particular se cultiva celosamente, explica ese estado de cosas.

Por otra parte, hay que recordar que el concepto occidental de nación proviene de la necesidad de mantener la población sobre todo después de las sangrientas revueltas del siglo XIX, ofreciendo el derecho de ciudadanía a los que se instalen en sus países. Tanto un modelo como el otro tienen sus ventajas e inconvenientes, pero el hecho es que tratar a los pueblos yugoslavos pasando por alto su ser histórico, es un gravísimo error. Esta afirmación quedará más patente en el siglo XX.

Milenko Bernadic
Doctor e investigador en Matemáticas.
Presidente de la Asociación de docentes Santo Tomás de Aquino

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