ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA
La influencia soviética en la Guerra de España (III)
Permítasenos una pequeña digresión relacionada con la intervención soviética, y de otros países, ya al principio de la contienda y por tanto muy lejos del final de la misma cuando encontramos sólo la Unión Soviética de Stalin (la ayuda de Méjico sería más bien simbólica) y la postura de Negrín de que sólo la URSS puede tomar la defensa a ultranza de las fuerzas progresistas españolas frente al avance imparable de las fuerzas de Franco; momentos finales en los que Negrín, “gran patriota”, comprende que sin la entrega abierta a la patria del proletariado la guerra está perdida.
La ayuda del Frente Popular francés
La historiografía revisionista de Negrín, silencia o más bien menosprecia la ayuda descarada del gobierno francés del Frente Popular en los primeros meses del Alzamiento, con casos tan concretos y flagrantes como el del ministro del Aire, Pierre Cot, éste sí abiertamente agente de influencia de Moscú quien no sólo accede sino que impulsa la entrega de aparatos que pudo haber resultado decisiva en esos primeros meses dada la precariedad de la aviación nacional.
Pierre Cot (18951977)
Después de la segunda guerra mundial pudo saberse la pertenencia activa de Pierre Cot a los servicios de información soviéticos, a la NKVD desde 1930. Y tras el conflicto (según los archivos del KGB) su vuelta al servicio activo bajo el nombre de código “Dedale”. Por tanto hablar exageradamente de indiferencia francesa respecto a la suerte de la república no corresponde a la realidad.
Agentes comunistas en España
La labor de estos últimos adquirió especial relieve durante la guerra de España: los trabajos de Grigulevitch del que ya hemos hablado en su relación con Carrillo, pero al que el sucesor del KGB en el exterior, el SVR, elogia su labor en 1997 en la Rusia post soviética. De Sudoplatov, más tarde a la cabeza de las “misiones especiales”, pero quien durante el invierno de 19381939 escapó por poco a una de las tantas purgas dentro de los órganos, de su subordinado Eitingon, de Serebryansky, etc.
Bajo Alejandro Orlov, y su segundo Leonid Alexandrovitch Eitingon, encargados de los “asuntos húmedos”, denominación soviética para la eliminación física de opositores, figuró un horno crematorio para no dejar rastro de las ejecuciones de opositores de izquierdas o comunistas disidentes, siendo el encargado de su funcionamiento un hombre reclutado por Eitingon : José Castelo Pacheco, alias “Pancho” y “Teodoro”, nacido en Salamanca en 1910, y cuyos deudos reclamarían en 1982, años después de su muerte, una pensión al KGB. En 1983 el “presidente” (dirigente al cargo de los “órganos especiales”) de la embajada soviética en Madrid, convocó en la misma a sus familiares, haciéndoles saber que aunque no tenía derecho a ninguna pensión les hizo entrega de 5.000 rublos convertibles equivalentes a 6.680 dólares de la época.
La intervención soviética
Y centrándonos ya en la intervención propiamente soviética hay que añadir un factor particularísimo a los importantes factores citados en anteriores apartados (la intervención militar rusa no sólo en ayuda sino en la organización del Ejército Rojo, la propaganda, el control total del partido comunista español a través de la Komintern, la labor de los servicios de información soviéticos…). Nos referimos a los enviados especiales de Stalin.
Aunque englobados en distintas formas del aparato soviético revisten una característica peculiar, y es la de informar directamente a la “máxima autoridad”, como ya hemos señalado eufemismo con el que se hacía referencia a Stalin al ordenar y transmitir cualquier disposición, ya fuera militar, del partido, gubernamental o en los “órganos especiales”.
Los enviados especiales de Stalin
En tal categoría podemos citar a dos personajes: Mijail Koltsov e Ilya Eherenburg. También podría con salvedades citarse a Orlov, pero para nuestra opinión éste entra más acusadamente dentro de la labor encomendada y desarrollada por los “órganos especiales”, aún rebasando a veces ese campo específico al reportar directamente a Stalin, por encima de superiores jerárquicos, los Yagoda, Iejov, Beria. Pero en los casos de Koltsov y Eherenburg sí se trata de informadores directos de Stalin, aún convenientemente camuflados al servicio de otras misiones.
Mihail Koltsov (a la derecha)
Sobre Stalin ya hemos comentado en varias ocasiones que no sólo era un ser extraordinariamente malvado y cruel, sino también una persona sumamente inteligente como demostraría a lo largo de toda su carrera política, desde su primitiva labor como “Koba”, “Sosso”, u otros varios apodos hasta llegar a “padre de los pueblos”, “gran ingeniero de la revolución”, y un larguísimo etc. como parte de la aberrante mitificación, verdadera latría en el culto a la personalidad. Tal inteligencia, por ejemplo, al tratar a Roosevelt en Teheran y Yalta, resulta evidente.
Una señaladísima característica de su personalidad cual la de la paranoia, aguzada hasta el delirio con el paso de los años, su desconfianza enfermiza, el hecho de no confiar nunca en nadie, se comprueba, refiriéndonos tan sólo al caso de la guerra de España, en que no le bastaba la amplísima información que recibía a través de los canales ordinarios y extraordinarios; no resultaban suficientes para su innato recelo, y por eso se veía en la necesidad de recurrir a los enviados especiales (aún convenientemente camuflados) que citábamos anteriormente.
Koltsov y el terror
El periodista Mijail Yefimovich Koltsov (18981940), fue durante un tiempo favorito de Stalin. Refiriéndonos a la guerra civil española fue un ejemplo arquetípico de esa faceta de control de Stalin rebasando los medios ordinarios y los extraordinarios. Koltsov había llamado la atención de Stalin por sus trabajos en “Pravda” fuera de la insoportable prosa oficialesca descriptiva de las maravillas y logros del sistema soviético. Koltsov de pluma ágil y muy popular, a la vez acataba la línea estalinista de denuncia y condena de los “enemigos del pueblo”.
Bajo el pretexto de eliminar a la quinta columna formada por los partidarios de Franco en los primeros días de noviembre de 1936, el agente personal de Stalin en Madrid, Mijail Koltsov procede con esa mentalidad iniciada en Rusia ya desde los primeros días del triunfo de la revolución soviética en octubre de 1917 a la aplicación del terror. Terror científicamente planeado por el propio Lenin (No conviene olvidar que el auténtico creador del terror rojo sería Lenin y no Stalin. Este si lo desarrollaría y perfeccionaría en un grado mayor y más completo, pero no sería el inventor). Terror no fruto de la improvisación y la pasión, sino proyectado para conseguir la exterminación total de los enemigos de clase.
Paracuellos del Jarama: uno de los escenarios del terror de inspiración comunista en España
En gran parte gracias al eficaz aparato soviético de propaganda en Europa que tan hábilmente manejaba ese as de la propaganda Willy Munzenberg, se hizo conocido y con reputación en los medios progresistas, no sólo comunistas, de Europa por sus crónicas sobre la guerra de España por su “Diario español”, inventándose un personaje “Don Miguel” que confería a sus crónicas algo distinto de la plúmbea propaganda comunista con sus escritores siempre dispuestos a cantar las loas del Partido. En Koltsov se inspiraría Hemingway para su personaje Karpov en “¿Por quién doblan las campanas?”.
Al recibir a Koltsov, Stalin jocosamente le llamaría “Don Miguel”. Stalin le citaría posteriormente, parece ser que fue el 14 de mayo de 1938, a una reunión reservada con Vorochílov y con Iejov, máximas figuras del Ejército y de la NKVD, para les explicase, lo que ya había comunicado a Stalin, el porqué la república española perdía claramente la guerra contra Franco.
Pero la personalidad excepcionalmente paranoide y vengativa de Stalin, a pesar de los informes y la simpatía manifestada hacia “Don Miguel”, guardaba el recuerdo de 1935 cuando en ocasión del Congreso Mundial de Escritores, convocado para la lucha contra el fascismo, organizado y dirigido por Koltsov, los participantes se emplearon con la máxima energía en condenar a Hitler, pero no recibieron la consigna de que con el mismo entusiasmo cantasen las glorias de Stalin.
Stalin recibía complacido las informaciones de Koltsov sobre la guerra de España, señalando en información exclusiva para el, los errores del PCE, de la Internacional, de los enviados soviéticos, denunciando las actuaciones de los mismos ante Stalin etc, pero este desconfiaba profundamente a su vez de “Don Miguel”, considerándole peligrosamente inteligente.
En diciembre de 1938 sería detenido, y ya interrogado por hombres del nuevo jefe NKVD, Lavrenti Beria. El terrible Iejov ya había caído en desgracia. En su paranoia Stalin desconfiaba de todo aquel, aunque fuese por él enviado, de todo ruso que hubiese participado en la guerra civil española considerando que cualquiera fuese quien fuese, dirigente del partido, militar, hombre de los órganos, era sospechoso de portar la infección del trotskysmo. Hace años que insistimos en que para Stalin eran más peligrosos los sospechosos de trotskysmo que los combatientes de Franco.
Koltsov además había conocido en España a dos altos representantes de los “órganos especiales”, que habían desertado, Vladimir Orlov y Walter Krivitsvsky. El 1 de febrero de 1940, Koltsov, sería liquidado mediante el correspondiente disparo en la nuca, y a su vez consecuencia de sus confesiones forzadas implicando a personajes variados: intelectuales, miembros del partido, escritores, eliminados de forma similar.
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