Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

LA HISTORIA CON NOMBRE PROPIO

Escorza del Val

En su autobiografía, El eco de los pasos, Juan García Oliver cualifica a Manuel Escorza del Val como a un «tullido de cuerpo y alma». Desde la antigua casa Cambó, Vía Layetana número 30, tejió un implacable y siniestro servicio de información y espionaje. Sabía todo de todo el mundo y nadie se escapaba de ser investigado por él, incluso llegó a investigar a Lluís Companys y a otros consellers de la Generalitat.

César Alcalá


Combates en Barcelona durante la revolución
"Foto preparada" de Centelles

Escorza del Val nació en Barcelona en 1912. Era hijo de un militante de la CNT del Sindicato de la Madera. De pequeño padeció una poliomielitis que le dejó como secuela una parálisis permanente. De muy baja estatura, a causa de la atrofia de las piernas, utilizaba unas enormes alzas en los zapatos que, añadido al uso de las muletas, le daba un aspecto lastimoso y dificultaba enormemente su movilidad. De carácter extremadamente agrio y duro poseía una gran cultura y fuerza de voluntad y no permitía que nadie le ayudara a moverse. En un primer momento militó en las Juventudes Libertarias, pasando luego a formar parte del Comité Peninsular de la FAI.


Entre revolución y represión

Una vez iniciada la guerra civil intervino en una asamblea de la CNT-FAI, celebrada el 20 de julio de 1936, defendiendo una tercera vía, frente a la defendida sin convicción por Juan García Oliver de ir a por todo, y la ampliamente mayoritaria de Diego Abad de Santillán de colaborar lealmente con el gobierno de la Generalidad. Escorza del Val propugnaba el uso del gobierno de la Generalidad como un instrumento para socializar y colectivizar, y deshacerse de ella en cuanto dejara de ser útil a la CNT.

Fue el máximo responsable de los Servicios de Investigación de la CNT-FAI, que desde julio de 1936 ejecutó todo tipo de tareas represivas, así como de espionaje e información. El Comité de Investigación estaba organizado en dos secciones: Minué estaba encargado del espionaje en el extranjero y el propio Escorza de la información en el interior. Las tareas represivas no sólo se ejercieron contra organizaciones y elementos facciosos, sino también contra militantes cenetistas. Escorza fue responsable de la ejecución de José Gardeñas, del ramo de la construcción y Fernández, presidente del Sindicato de la Alimentación, por orden de la Organización confederal, con el conocimiento y asentimiento de Federica Montseny y Abad de Santillán. Su labor de información y espionaje fue calificada como excelente por García Oliver. Las labores policiales, informativas y represivas de la quinta columna, tanto de elementos fascistas como clericales, y de sus actividades, así como de los llamados incontrolados del propio bando antifascista, incluido el cenetista, le dieron una fama siniestra que, sumada a su parálisis y aparatosa presencia física, lo convirtieron en una figura repulsiva y contrahecha, temida por su poder sobre la vida y la muerte de los demás, teñida de una aureola mítica que, a caballo entre el desprecio y el terror, le calificó (en palabras de García Oliver) como «un tullido de cuerpo y alma». Sin embargo no puede negársele una sobresaliente eficacia (reconocida por el propio García Oliver) en sus tareas de espionaje, información y represión, que siempre ejerció por estricta delegación de la Organización confederal.

Profanaciones en la Barcelona del Frente Popular

Durante el verano de 1936 intervino destacadamente en las conversaciones del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMAC) con el Comité de Acción Marroquí (CAM), que propusieron al gobierno de la República la independencia a Marruecos como medio para desmovilizar a las tropas marroquíes que habían sido enroladas en el ejército de Franco.

Junto a Dionisio Eroles

El 22 de octubre de 1936, Manuel Escorza y Dionisio Eroles, en nombre del Comité Regional de la CNT, y Pedro Herrera, por la FAI, firmaron el pacto de unidad de acción de la CNT-FAI con el PSUC y la UGT, que el día 27 fue refrendado y explicado en un mitin monstruo reunido en la plaza de toros Monumental, en el que tomaron la palabra, Antonio Sesé, Federica Montseny, Joan Comorera y Mariano Rodríguez Vázquez ‘Marianet’, además del cónsul soviético en Barcelona Antonov-Ovseenko.

Hagamos un punto y a parte en la narración para hablar de Dionisio Eroles.

Dionisio Eroles y Batlló fue un dirigente anarquista y sindicalista catalán. Militante de la CNT, el noviembre del 1920 fue encarcelado en el barco ‘Giralda’ y deportado al castillo de la Mola de Mahón (Menorca) condenado a 20 años de prisión. En 1931 fue puesto en libertad y nombrado dirigente del Sindicato del Arte Fabril y Textil de Cataluña y miembro del comité regional catalán de la CNT. En el año 1932 fue encarcelado de nuevo por firmar un manifiesto contra Ángel Pestaña y los trentistas. El 22 d’octubre de 1936 fue uno de los firmantes del pacto de unidad de acción entre la CNT, la UGT, la FAI y el PSUC. A la vez fue Jefe de Servicios de la Comisaría general de Orden Público de la Generalidad de Cataluña, desde donde se enfrentó tanto al dirigente de Unió Democràtica de Catalunya Lluís Vila i d’Abadal, encargado de salvar católicos perseguidos por incontrolados de la FAI, como a Estat Català tras el complot que tenía que acabar con la vida del presidente Luis Companys, noviembre de 1936. Fue destituido tras los Fets de Maig de 1937. Al finalizar la guerra emigró a Francia, residiendo en Montauban, cerca de Toulouse, y lugar donde fue enterrado Manuel Azaña. En esta población se perdió el rastro de Dionisio Eroles. Era a mediados de 1940. Según algunas fuentes, fue entregado a la policía franquista y enviado a Andorra, donde fue ejecutado. Según otras fuentes, en marzo de 1941 fue ejecutado por miembros del grupo anarquista de Francisco Ponzán.

Hacia los sucesos de mayo del 37

En abril de 1937 Pedro Herrera y Escorza del Val, fueron los responsables de la CNT que negociaron con Companys una salida a la crisis gubernamental, a causa de la dimisión del conseller Francisco Isgleas. Companys decidió abandonar la táctica de Tarradellas, que no imaginaba un gobierno de la Generalidad que no fuera de unidad antifascista, y en el que no participara la CNT, para adoptar la propugnada por Comorera, que consistía en imponer por la fuerza un gobierno fuerte, que no tolerase a una CNT incapaz de poner en cintura a sus propios militantes. Companys estaba decidido a romper una política de pactos con la CNT y creyó que había llegado el momento de imponer por la fuerza la autoridad y decisiones del gobierno de la Generalidad.

El fracaso de las conversaciones de Companys con Escorza del Val y Herrera, al no hallar solución política alguna en dos meses de conversaciones, desembocó en los enfrentamientos armados de mayo de 1937 en Barcelona, cuando Companys, sin avisar a Tarradellas, dio la orden a Artemi Aiguader de ocupar la Telefónica, que fue ejecutada por Rodríguez Salas, comisario de Orden Público, hacia las tres menos cuarto de la tarde del 3 de mayo de 1937.

Pasos finales y exilio

En abril de 1938 Escorza intervino en el Pleno que creaba en Barcelona el Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario, formando parte, junto a García Oliver y Federica Montseny  de la ponencia que redactó y aprobó su constitución, que entre otras cosas reafirmaba la aceptación de la militarización, la resistencia a ultranza en la guerra antifascista, la intensificación de la producción bélica, la persecución de desertores y saboteadores y la colaboración de la CNT con los gobiernos de la República y de la Generalidad y la salvaguarda de la unidad antifascista.

En 1939 se exilió en Chile. Ejerció la crítica teatral, cinematográfica y literaria en los diarios  La Unión y La Estrella, gozando de fama y  reconocimiento por su notable erudición y cultura. Murió en Valparaíso en 1968.
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