Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La reforma litúrgica anglicana… y otras reformas

E. Montes


Thomas Cranmer

Como la Historia debe ser “maestra de la vida” nos ha parecido útil recordar una de las características de la Misa tradicional que no aparecen para nada en el Misal reformado por Pablo VI… por muy bien que se celebre.
La Misa tradicional está acompañada por el testimonio de miles de mártires que murieron defendiéndola a veces con muertes atroces. Y bien se puede comprender que tanta sangre derramada no lo fue simplemente por el Rito sino sobre todo por la Fe que expresaba, porque el cambio de Rito traía consigo el cambio de religión.
 
No fue sin duda el de Inglaterra un caso único pero el libro del benemérito Michael Davies (1936-2004) sobre la reforma litúrgica anglicana (La réforme liturgique anglicane, Clovis, 2005) nos permite un acercamiento detallado a aquellos acontecimientos que tanto nos pueden motivar en nuestro combate por la misa tradicional, combate que, como podremos ver a continuación, tiene raíces seculares y gloriosas. Extractamos y resumimos las aportaciones de este historiador, inéditas hasta ahora en España
 
* * *
 
El historiador protestante W.G.Hoskins (19081992) nos dice lo que sucedió hace 462 años en los campos del Oeste de Inglaterra (1549):
 
“La bandera de las cinco llagas de Cristo ondeaba a la cabeza de la multitud, un copón llevado bajo un dosel ricamente adornado avanzaba al lado de la cruz, estandartes y candelabros…los granjeros y trabajadores de Devon y de Cornuailles formados en procesión y dirigidos por algunos nobles, alzados sin saberlo contra todo el poder del Estado, marcharon hacia Exeter. Iban precedidos de sus sacerdotes revestidos de ornamentos litúrgicos y cantando a lo largo del camino…Desconocemos el número exacto de campesinos, conservadores obstinados, del Oeste de Inglaterra que tomaron parte en esta rebelión sin esperanza: eran sin duda algunos millares y eran probablemente los portavoces de otras decenas de miles que no sentían sino disgusto y aborrecimiento por los cambios. Pero en la mayoría de las parroquias el párroco y los fieles aceptaron las órdenes de la autoridad superior y al menos exteriormente se conformaron a ellas”.
 
El carácter religioso de la rebelión destaca muy claramente en las quince exigencias de los rebeldes de las que ofrezco algunas muestras: “Nosotros, pueblo de Devonshire y de Cornuailles, actualmente en diversos campos al este y oeste de Exeter, por los artículos que siguen, declaramos…
 
- queremos la Misa en latín, como siempre, celebrada por el sacerdote sin que nadie más, hombre o mujer, comulgue a su lado…
 
- queremos que el Santo Sacramento sea conservado encima del altar para que se le adore según la costumbre
 
- queremos el pan y agua benditos cada domingo, y los ramos y ceniza en los dias habituales y que vuelvan a su lugar las imágenes en las iglesias y queremos las antiguas ceremonias utilizadas hasta ahora por nuestra Santa Madre Iglesia.
 
- rehusamos adoptar el nuevo rito porque nos parece como un juego navideño [expresión utilizada por los firmantes de la reclamación]. Queremos nuestros antiguos oficios, maitines, misa, vísperas y procesiones. En latín y no en inglés, como antes. Y nosotros Cornualleses, entre los cuales algunos no comprenden el inglés rehusamos categóricamente este nuevo rito en inglés
 
- queremos que cada predicador en su sermón y cada sacerdote en su misa ruegue especial y nominalmente por las almas del purgatorio, como lo hacían nuestros antepasados”.
 
Y habían reclamado para todos aquellos que rechazaran sus exigencias “la muerte como herejes contra la santa fe católica”.
 
Al final fueron ellos – los rebeldes – quienes murieron una vez aplastada la rebelión gracias esencialmente a la ayuda de mercenarios extranjeros mandados por Lord Russell y ayudado por Lord Grey de Wilton que se le había unido después de reducir la rebelión religiosa en Oxfordshire. Las únicas tropas seguras del ejército real eran los mercenarios italianos, españoles y alemanes. Muchos de los cuales eran católicos y no había comprendido el carácter religioso del conflicto y cuando más tarde lo descubrieron muchos estuvieron tan afligidos que pidieron la absolución por lo que habían hecho.


Eduardo VI y el papa (c. 1570, autor anónimo)

Nunca en el pasado los gobernantes de Inglaterra se habían servido de soldados extranjeros contra su propio pueblo y apenas sus columnas tuvieron ante su vista a los aldeanos de Clyst se abalanzaron con ellos furiosamente. Me gustaría poder decir que esta hubiera sido la mejor de las causas porque tuvo los mejores defensores. Los labradores del condado de Devon, armados sólo a medias, no estaban en condiciones de hacer frente a tropas profesionales y disciplinadas. De todos los que intentaron tomar al asalto la colina sólo unos pocos volvieron, hombres valientes y animosos cayeron al crepúsculo de aquel día en defensa de sus hogares y sus altares…
 
Pero los dos días siguientes las batallas decisivas de la campaña se desarrollaron en Clyst Saint Mary y en Clyst Heath …En el ataque a Clyst Saint Mary los rebeldes pusieron en fuga todo el ejército real, mercenarios incluidos. Si los labradores del Oeste hubieran dispuesto solamente de unos centenares de caballeros para perseguir a sus enemigos en su huida las fuerzas de Lord Russell habrían quedado completamente desorganizadas, pero como no disponían de caballería y no pudieron, por tanto, llevar a cabo la persecución los capitanes reagruparon sus tropas y lanzaron un segundo asalto sobre Clyst donde cada casa había sido fortificada…Esta vez las tropas avanzaron prudentemente incendiando los techos de las chozas que ardieron una tras otra; obligados a abandonar esta protección los defensores sufrieron entonces el fuego cerrado de los mosqueteros que estaban al acecho mientras que los heridos bañaban con su sangre la tierra en que habían caído y aquellos defensores del lugar que estaban aún indemnes se preparaban a batirse en retirada y ganar la otra rivera. Una robusta retaguardia se organizó y ocupó posiciones en medio del poblado con el fin de cubrir la retirada. La infantería de Russell cargó lanza en ristre y se emprendió una sangrienta pelea hasta el momento en que los hombres del Oeste sucumbieron ante el número abrumador de sus adversarios….Un millar de hombres cayeron ese día…otros muchos fueron hechos prisioneros y en cuanto a Russell sus pérdidas no fueron ciertamente ligeras. Concluida la batalla los prisioneros fueron despiadadamente masacrados. Hayward, cronista del reinado de Eduardo VI, eleva a 900 el número de victimas…
 
La batalla prosiguió el día siguiente. Y aun no teniendo posibilidad alguna de vencer, los rebeldes resistieron y sostuvieron un combate desesperado hasta que sólo un puñado de ellos continuaba en pie.
 
Pero aún no terminó la lucha. Poco después en el condado de Devon, el 17 de agosto, tuvo lugar la última batalla campal en Sampford Courtenay allí donde había comenzado la rebelión de los condados del Oeste. Dos mil labradores lucharon con bravura contra un ejército real cuatro veces superior…la derrota era inevitable. 1200 rebeldes encontraron allí la muerte y entre ellos Thomas Underhill, el sastre de Sampford Courtenay que el lunes de Pentecostés había obligado al cura de su parroquia, el señor Harper, a revestirse de los ornamentos tradicionales y a celebrar la antigua misa en latín en lugar de la nueva en inglés.
 
Poco después un último y agotado grupo de rebeldes libraba el último combate en el que fueron naturalmente vencidos y aquellos que cayeron prisioneros – unos 400 – fueron todos ahorcados a lo largo de los diversos pueblos del camino.
 
Al menos 5.000 habitantes del Oeste de Inglaterra fueron muertos por el ejército real por su defensa de la misa tradicional. Número enorme para la época: el Prayer Book de Cranmer recibió así su bautismo de sangre. Y el profesor Bindoff escribe: “En miles de casas de labradores se llevaba luto por sus hombres masacrados en los campos de batalla; y en unos cuantos centenares llevaban también luto por los otros que expiaron su traición en las horcas de una docena de condados”. Y añade el historiador benedictino cardenal Gasquet (18461929): “El nuevo servicio religioso fue impuesto por la masacre de muchos miles de ingleses realizada por el gobierno inglés con la ayuda de mercenarios extranjeros. Se vio el retorno de los días de terror de la Peregrinación de Gracia. Para implantar en el país el nuevo rito se recurrió a los mismos métodos fundados en la astucia y se llevó adelante la misma efusión de sangre igualmente despiadada para castigar a los vencidos. Por todas partes se sacudió el espíritu de las gentes por el terror del espectáculo de las ejecuciones programadas en los días de mercado, de los párrocos balanceándose en la horca que descendía del campanario de sus iglesias y por el de las cabezas de los laicos expuestas en las plazas mayores de las villas”.
 
Entre los sacerdotes ejecutados figuraba Robert Welsh, párroco de la iglesia de Sto.Tomás de Exeter que cuando ejerció como capellán de los rebeldes les había impedido bombardear Exeter con proyectiles inflamados que en unas pocas horas habrían transformado la ciudad en un montón de cenizas pues la mayoría de sus edificios en aquella época eran de madera. Si los rebeldes hubieran mostrado la misma inflexibilidad que Lord Russel cuando quemó la ciudad de Clyst habría caido la ciudad y hubiera sido otro el resultado de la guerra. Pero el hecho de haber salvado Exeter no supuso ninguna muestra de piedad para mister Welsh cuando fue hecho prisionero. El principal cargo que se le hizo fue “su oposición a la religión reformada…y su rechazo a abandonar los ritos y ornamentos papistas”.
 
Y fue un protestante fanático, Bernard Duffield, el encargado de ejecutar la sentencia. La horca fue colocada en lo más alto del campanario de la propia iglesia de Welsh. El párroco fue alzado por medio de una cuerda atada a su cintura y después colgado de unas cadenas revestido de sus ornamentos sacerdotales y llevando atados en torno a su cuerpo un hisopo, un calderillo de agua bendita, una campanilla, un rosario y “otras pacotillas papistas parecidas”. Largo tiempo estuvo balanceándose de esta forma a modo de advertencia para la población…se le dejó morir de hambre y frío. Y el cronista Froude nos dice: “Estuvo pendiendo del campanario incluso después de que sus ornamentos se hubieron caído en pedazos y él reducido a un esqueleto por los cuervos. Durante todo este tiempo reinaba el orden en la iglesia de Sto.Tomás y un nuevo rector decía en inglés las plegarias del culto”.
 
Sin esperar a que los jefes de la rebelión hubieran muerto o sido ejecutados, Lord Russell había distribuido sus tierras entre sus partidarios. El último acto de la tragedia de los combates del Oeste de Inglaterra fue la ejecución de los jefes de la insurrección que tuvo lugar en Tyburn el 27 de enero de 1550. Cuando estos fueron trasladados de Exeter a Londres pudieron ver en cada encrucijada del camino suspendido de una horca los cuerpos en proceso de descomposición de tantos humildes labradores y artesanos católicos que ellos habían mandado en los combates en defensa de la antigua misa…
 
Primero se encerró a los jefes en la prisión de Fleet y después se les trasladó a la Torre. Fueron juzgados en la misma sala que se empleó para el juicio de San Juan Fisher y Sto. Tomás Moro pero el fallo de su causa ya había sido decidido lo mismo que sucedió con los dos santos. Fueron arrastrados por las calles sobre alfombras de paja y llevados hasta Tyburn donde fueron ahorcados. Después de esto se les extendió en el suelo para abrir sus entrañas, sacarles las vísceras y quemarlas ante sus ojos pues aun estaban con vida. Finalmente fueron decapitados y sus cuerpos despedazados en cuatro partes para ser expuestos a voluntad del rey. La voluntad del rey fue que sus cabezas y otras partes de su cuerpo fueran colocadas en las puertas de la ciudad de Londres. Y Davies concluye: “Tanto por su muerte como por su vida mostraron que lo verdaderamente importante para ellos era la Misa. Y es de esta manera como se impuso a los labradores de los condados del Oeste de Inglaterra a aceptar el santísimo servicio promulgado por el Parlamento para la plegaria común en la lengua materna”.
 
* * *
 
El 4 de noviembre de 2009 publicó la Santa Sede la Constitución apostólica denominada Anglicanorum coetibus de la que citamos el párrafo siguiente que sólo desde un total olvido de la historia ha podido ver la luz y del que sus autores no deberían sentirse muy orgullosos, precisamente:
 
“… el Ordinariato (ExAnglicano) tiene la facultad de celebrar la Eucaristía y los demás sacramentos, la Liturgia de las Horas y las demás acciones litúrgicas según los libros litúrgicos propios de la tradición anglicana aprobados por la Santa Sede, con el objetivo de mantener vivas en el seno de la Iglesia católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión anglicana, como don precioso para alimentar la fe de sus miembros y riqueza para compartir.”

 
Y concluyamos a pesar de todos los pesares expresando nuestra confianza en el tesoro de méritos de los mártires. Hoy precisamente de aquellos muchos miles de mártires ingleses de la primera mitad del siglo XVI —labradores, artesanos, párrocos rurales y aristócratas católicos— con los que contamos para que el Señor del Tiempo y de la Historia nos conceda alcanzar la gracia de ver a Su Iglesia libre de toda opresión y floreciente de santidad y de espíritu misionero.

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Título: La rèforme liturgique anglicane Clovis
Autor: Michäel Davies  
Editorial: Clovis  
Páginas: 368  
Precio 22 euros  
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