Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Capellanes españoles en la Cruzada contra el comunismo

Pablo Sagarra Renedo

El Capellán 1º (Capitán), Ovidio Rodríguez Castañé, y su asistente, arrodillados ante el altar de campaña en el frente del Volchov en octubre de 1941 (Archivo autor)

Ninguna nación del mundo ha estado tan disponible a las llamadas del Espíritu como la española” [1]

Hace no mucho tiempo, 70 años tan sólo, una porción granada de la juventud de nuestro país se integró en la unidad de combate, si no la más famosa, la más singular de nuestro Siglo XX: la División Española de Voluntarios, más conocida como la División Azul. Durante casi tres años dicha División y su sucesora, la Legión Española de Voluntarios o Legión Azul, junto a sus hermanas en la Luftwaffe, las Escuadrillas Azules, combatieron en el frente ruso encuadradas en la Wehrmacht. Fueron casi cincuenta mil los españoles que sirvieron en el Ejército Alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Este episodio tan concreto de nuestra historia sigue haciendo correr ríos de tinta.

Ha sido tal el interés que ha despertado y sigue despertando la División Azul allende sus fronteras, entre historiadores y literatos españoles y extranjeros, y a nivel popular, que la producción bibliográfica se ha incrementado hasta el punto que comienza a ser inabarcable, siendo de justicia recordar, con Stanley G. Payne, que acaso constituya la unidad militar tipo División de todos los Ejércitos de la Segunda Guerra Mundial que más literatura ha generado. Carlos Caballero Jurado y Rafael Ibáñez Hernández, en 1989, en su libro Escritores en las trincheras, dataron 132 publicaciones de temática divisionaria. A fecha de hoy ese trabajo ha quedado obsoleto tras la riada de libros editados en España y en el extranjero en los años 1990 y siguientes. Manuel Liñán Pérez, a comienzos de la primera década del Siglo XXI, tenía localizados más de 1.200 artículos y más de 400 libros y folletos históricos, políticos, de memorias, de lance..., dedicados a la División Azul o en los que, por diversos motivos, aparecen capítulos, pasajes, referencias o ilustraciones de cierta entidad, referentes a la misma. La filmografía relacionada con el tema es muy escasa –alguna película y varios documentales- mientras que la Informática e Internet han abierto un campo sin límites a través de las páginas webs, los foros interactivos, los blogs o los wargames (juegos de guerra) [2].

A nivel académico o historiográfico, el análisis histórico de la campaña de Rusia asombra por su extensión e intensidad. No hay hecho de similar magnitud en la historia de España, por supuesto en su historia militar, que esté cosechando tan alta proporción de estudios de índole científica. Al margen de multitud de relatos testimoniales, novelísticos o de ficción, que arrojan en ocasiones importantes luces sobre la División Azul, el tratamiento histórico que la misma acumula en la última treintena abruma por su cantidad y calidad. En los últimos años, pues, se han publicado numerosas obras de autores españoles y extranjeros, algunas de carácter general y otras increíblemente específicas. Tales obras denotan la valoración in crescendo por esta parcela de la historia de España que constituye un elemento clave del primer franquismo y de la “participación” de nuestro país en la mayor conflagración que conocieron los siglos, la Segunda Guerra Mundial. Insistimos, no hay nada semejante en el campo de la historiografía española, ni siquiera en la dedicada al ámbito de lo militar [3].

Capellán de la División Azul dando la Comunión en el frente (Archivo autor)

En la actualidad se quiere conocer más en profundidad a la División Azul, se palpa un mayor interés por ella en muchos ambientes. Por ello y para conmemorar la efeméride de los 70 años, se están organizando congresos y jornadas, conferencias, viajes a Rusia, ferias de militaria, aparte la edición de libros y la publicación de artículos monográficos. Hay que ampliar y volver a contar a la sociedad española lo que fue y lo que significó la División Azul. Su trascendencia histórica sigue siendo no sólo cautivadora si no imperecedera. Este artículo pretende sumarse a esta gran cadena de eventos y publicaciones tocando un asunto hasta ahora muy poco conocido: la presencia de sacerdotes en el seno de la División Azul y las Escuadrillas Azules. En este artículo hablaremos no tanto de ellos como de lo que representaron en el contexto de la campaña de Rusia. Estas líneas son un adelanto de la monografía que este mismo año saldrá publicada en la editorial ACTAS. Un libro poderoso, de investigación, dedicado a ellos y a la cruzada que protagonizaron las armas españolas en el frente del Este.

Ideológicamente hablando, en la génesis de la División Azul convergen diversos factores: la germanofilia de buena parte de la juventud española, la presión del falangismo que cree en una Europa nueva –de aire fascista- triunfante sobre la Rusia soviética y las plutocracias occidentales, y hasta el ánimo belicoso de tantos excombatientes de la Guerra Civil que languidecían cruzados de brazos…; pero la idea fuerza, lo que aúna todos los factores y todos los sentimientos, es un anticomunismo radical, plenamente definido. Los perfiles de este anticomunismo se enraízan en la Guerra Civil. En la mañana del 13 de julio de 1941, José Enrique Varela Iglesias declama ante los voluntarios que se despiden de Madrid y de España: “a la severa e implacable realización de esa justicia histórica, vais a contribuir con el impetuoso esfuerzo de vuestro bien templado ánimo, llena el alma del recuerdo, ejemplar y doloroso, de nuestros héroes, de nuestros mártires, de cuantos sufrieron persecuciones y torturas por confesar a Cristo y bendecir y honrar la tierra en que habían nacido”. El tono de arenga de la alocución potencia el trasfondo ideológico de la empresa de la División Azul dirigida y controlada, precisamente y entre otros, por el propio General Varela, Ministro del Ejército a la sazón. El que habla no es un cardenal ni un eclesiástico siquiera; es un Ministro de la España de la época. Dice lo que piensa y su pensamiento no es otro que animar a los voluntarios para que luchen en el frente ruso partiendo del recuerdo de la recién terminada Guerra Civil. Las premisas de combate son claramente de orden espiritual, más aún, eminentemente religiosas. No hay espacio para motivaciones de tipo material; de conquista, de honores o de soldada, ni nada parecido [4].

Entre los divisionarios había un gran espíritu militar y falangista, y también religioso, heredado de la reciente Guerra de España (Archivo autor).

Es irrefutable que lo que animó socialmente a la División Azul fue la Guerra Civil. Sin ella difícilmente se hubiera formado la Unidad; por muy intervencionista y germanófila que fuera la sociedad española de la época no hubiera sido posible reclutar a tantos miles de jóvenes para luchar, bajo bandera extranjera, en los confines de Europa, en la remota Rusia. Esa es la realidad ideológica de la campaña; por encima de cualesquiera otras motivaciones, más o menos intensas y dependiendo también del período de reclutamiento –no es igual el corpus humano de la 1ª División Azul que la de los siguientes relevos-, los divisionarios fueron a luchar contra el mismo enemigo contra el que se luchó en la Guerra Civil: el comunismo. A éste se le consideraba responsable –sin que realmente fuera él el único responsable, ni siquiera el mayor- de todos los males derivados de la Revolución desatada en España a raíz del Alzamiento Nacional y de la subsiguiente guerra.

Esta guerra no debe olvidarse que los que la ganaron la consideraron, entre otras cosas, una Cruzada. La consideraron así y por ello, las generaciones posteriores pero en especial los que ahora oficiamos de historiadores, debemos respetar tal opinión. Nuestra Guerra Civil fue una verdadera Cruzada porque fue una guerra en defensa de la Religión, una guerra contra la violencia anticlerical que desplegaba el bando republicano. Eso pensaba una parte notable de los partidarios del bando nacional y así lo sancionó la jerarquía católica en España. Estos dos son los elementos decisivos que la configuran como tal Cruzada aunque debamos admitir que no fue solo una Cruzada, una guerra religiosa; fue también una guerra más compleja ya que supuso un colosal enfrentamiento civil en el orden social, patriótico y político. Esa es la verdad histórica. Con independencia de lo que los españoles de hoy puedan pensar, incluso eclesiásticos. Se vivió como Cruzada por gran parte de los partidarios del bando nacional y se consideró como tal por quien tenía autoridad para ello: los obispos de la época. Los juicios posteriores que niegan el carácter de Cruzada a la Guerra Civil son eso, juicios posteriores. Tales juicios no pueden alterar, no pueden subvertir lo realmente acontecido en aquellos años.

La División Española de Voluntarios, y la 1ª Escuadrilla Azul, salieron para Alemania en julio de 1941 acompañadas de sacerdotes. Merece la pena detenerse en ellos, en primer lugar, porque formaron parte del secular Cuerpo Eclesiástico, uno de los grandes desconocidos de nuestras Fuerzas Armadas. Aún no ha sido escrita la historia de este Cuerpo militar y pocos saben de su existencia cuando, en nuestra milicia, desde la Edad Media, siempre ha habido sacerdotes. En la Reconquista los hubo en las huestes cristianas que batían al moro, aunque fue en la Edad Moderna cuando su presencia se consolidó en los formidables Tercios de Infantería de los Austrias así como en los ejércitos reales de los Borbones. A comienzos del Siglo XVIII nació el Cuerpo Eclesiástico como cuerpo militar especializado integrado por sacerdotes y responsable de la atención espiritual de los ejércitos de tierra y de la mar. Y en la España contemporánea, con la salvedad del Ejército Popular de la II República, por motivos obvios, todos los ejércitos de España han tenido sus capellanes, incluidos los carlistas en las guerras civiles del XIX. Los cuerpos eclesiásticos militares -en la época de Franco se creó además el Cuerpo Eclesiástico del Ejército del Aire-, se han mantenido en España durante siglos, con ciertas incidencias, hasta la ley aprobada en la segunda legislatura del Felipe González, la Ley 17/1989, de 19 de julio, reguladora del Personal de las Fuerzas Armadas [5].

Esta norma los declaró a extinguir y estableció un ente nuevo, el Servicio de Asistencia Religiosa (SARFAS), cuyos integrantes carecen de la condición de militares. El hecho de que los nuevos curas castrenses españoles no sean verdaderos militares no impide que, a efectos orgánicos, queden vinculados por una relación de servicios profesionales de carácter permanente (o no) con el Ministerio de Defensa. A fecha de hoy, en el año 2011, ya sólo quedan nueve capellanes del extinto Cuerpo Eclesiástico, la mayoría con la graduación de Coronel y, por consiguiente, con muy pocos años de permanencia en activo por delante. Son los últimos de los últimos. El día que se jubile el más joven de ellos, se cerrará una página gloriosa; habrán desaparecido 300 años de historia de los Ejércitos de España. Sin dejar de advertir que esta maniobra forma parte de un plan más vasto para expulsar la religión no sólo de nuestras Fuerzas Armadas sino de cualquier espacio público, no cabe ahora, muy a nuestro pesar, alargarnos sobre esta cuestión que dejamos para mejor ocasión [6].

Hasta el miniaturismo militar se ha ocupado del Servicio Eclesiástico en la División Azul. Aquí vemos un sacerdote con estola y breviario dispuesto a celebrar un acto religioso (Archivo del autor)

El segundo motivo que exige saber más sobre los capellanes de la División Azul es porque ellos fueron los responsables de la espiritualidad española en el frente del Este. Su existencia es sintomática de la idiosincrasia católica de la División Azul y de las Escuadrillas Azules. Ellos no son un ente ajeno a los voluntarios, ellos estuvieron allí ineludiblemente, entre otras cosas, porque ellos mismos eran voluntarios en la lucha contra el comunismo. No empuñaron las armas –no es esa la misión de un capellán militar- pero prestaron ayuda pastoral a los que sí las empuñaron para aplastar al enemigo soviético. La causa de la lucha era la misma que la de 1936 con el añadido que exigía la Hoja de Campaña, el periódico de la División Azul, en su frontispicio: “Por una España mayor y una Europa más justa”. A este lema muchos voluntarios, siguiendo la estela marcada por el General Varela, y dado su marcado anticomunismo, genuinamente hispano -genuino viene de genus, noble-, vivieron la campaña de Rusia como una continuación de la Guerra Civil y, por consiguiente, con los componentes religiosos, de auténtica cruzada, que aquella conflagración supuso para el bando nacional: una lucha contra los sin Dios en la que se muere por Él y por España. Esto es lo principal por lo que un hombre, en este caso español, puede dar la vida. Morir por el propio honor –un valor capital en el ámbito castrense-, por el alto concepto que el hombre tiene de su dignidad, es sublime pero está en otro diapasón. De alguna manera, la campaña de la División Azul no es más que la continuación de la guerra iniciada en 1936. La paz de abril de 1939 abrió un período de pausa que ahora terminaba con el ataque iniciado por Alemania contra la “hidra soviética”. España –la España identificada con el bando nacional- reinicia con la División Azul esa lucha atacando al comunismo anticristiano en su propia madriguera. Dicha motivación religiosa de la “Cruzada contra el Bolchevismo” se refrenda, con mayor o menor vehemencia según los casos, en la prensa española de la época, civil y eclesiástica, en los recuerdos orales y escritos de los voluntarios y en sus cartas y diarios personales.

Se debe precisar que este espíritu de cruzada en la División Azul se desarrolló al margen de la opinión oficial de la Iglesia ya que ésta, ni en España ni en Roma, sancionó la “Cruzada emprendida contra el Comunismo” como cruzada religiosa. Esta es una diferencia decisiva respecto de la Cruzada de la Guerra Civil española cuando la jerarquía española, como hemos dicho, sí se pronunció sobre el sentido religioso de la contienda y la calificó como Cruzada.

El ideario de la División Azul tiene, pues, junto al componente político y patriótico –de basamento falangista y típicamente español- otro componente de orden religioso. En relación con este último, la razón de ser de la División Azul es el combate contra el stalinismo soviético al que se le considera, entre otras cosas, el fautor, en última instancia, de la matanza de miles de curas y frailes y de otros tantos laicos que murieron por su condición de católicos en la retaguardia de la España republicana. Nada más lejos de la realidad que la siguiente afirmación del periodista Jorge M. Reverte, “la División Azul fue más nacionalcatólica que falangista” [7]. Reverte, para calificar a la División Azul utiliza un término anacrónico, el del nacionalcatolicismo, inventado en el tardofranquismo por un clérigo precisamente, el P. González Ruíz –a raíz de una entrevista en un periódico francés-. Este peyorativo término no se ajusta a la realidad histórica. Tampoco cabe decir que la División Azul fuera más falangista que católica –nos negamos a hacer uso del término nacionalcatólico por ser tendenciosamente impreciso-; la División Azul lo que fue es anticomunista y por anticomunista, en el contexto de la España de 1941, fue profundamente hispana –patriota-, militarista, falangista, germanófila y católica, con todos los matices que se puedan hacer al tratarse de un colectivo muy grande integrado por decenas de miles de personas. Conviene por ello puntualizar que en la decisión personal que tuvo cada voluntario a la hora de alistarse, que en la abrumadora mayoría de los casos supuso la adhesión a la empresa colectiva de la campaña, el mayor peso lo tuvo el componente político y patriótico de dicho anticomunismo. El énfasis no se pone en lo religioso, aunque todos los voluntarios fueron copartícipes hasta cierto punto de un auténtico espíritu de cruzada en su lucha contra el Ejército Rojo, continuador del vivido en la guerra de España. Si hay un calificativo para motejar a la División Azul ese es el del anticomunismo. El resto de elementos socioculturales –religiosos- o políticos que se encuentran en la misma se ordenan al anticomunismo. Esta es la única realidad ideológica y operativa de la División Azul.

Tarjeta Postal Blau División: En la Cruzada contra el Comunismo de la División Azul los capellanes desempeñaron un notable papel como conductores de la espiritualidad de los voluntarios (Archivo autor)

Partiendo de la consideración de la Guerra Civil como Cruzada, con las matizaciones expuestas, y del análisis somero del espíritu de la División Azul y de los motivos por los que merece la pena profundizar en el estudio de sus capellanes, demos unas pinceladas sobre su organización, sus actividades, entreviendo hasta cierto punto la del Servicio Religioso en el ejército del Tercer Reich, el Wehrmachtseelorgedienst. Otro campo absolutamente desconocido de la historia de la Segunda Guerra Mundial: la existencia de un servicio de capellanes en el Ejército Alemán que estuvo operativo toda la guerra y en el que se encuadraron miles de sacerdotes de la confesión protestante y de la católica.

Volviendo al nacimiento de la División Azul, en junio de 1941, es cuando surge su capellanía junto al resto de servicios divisionarios. Había que procurar un servicio sanitario, otro de intendencia, uno cartográfico, otro de propaganda, etc. y también un servicio responsable del mantenimiento espiritual de la unidad: el servicio religioso o servicio eclesiástico, que de las dos formas era conocido, y en singular o en plural. El Estado Mayor Central del Ejército solicitó al Vicariato General Castrense, cuyo titular era D. Gregorio Modrego Casaús [8], que propusiera 25 capellanes para atender a los expedicionarios. De inmediato, casi una veintena de curas pertenecientes al Cuerpo Eclesiástico del Ejército se incorporaron a las expediciones que se organizaban en las cabeceras de las regiones militares. El Vicario selecciona a este primer contingente de sacerdotes de entre los capellanes que mejor conoce, en especial los veteranos del antiguo Cuerpo Eclesiástico disuelto por la República. Es gente bragada en el servicio religioso, con años de experiencia, y que se había batido el cobre en las guerras de Marruecos y por supuesto en la Guerra Civil. La mayoría tenían el empleo de capitán.

Como es sabido, todo sacerdote necesita licencias para poder administrar los Sacramentos. En el caso de la capellanía de la División Azul, antes de salir de España, el 10 de julio de 1941, obtuvo las correspondientes licencias directamente de la Sede Apostólica. El otorgamiento canónico se realizó mediante un Decreto especial firmado por el Excmo. Sr. Vicario General, ya citado, el Doctor D. Gregorio Modrego. Este Decretum Subdelegationis quarumdam facultatum cappellanis militaribus hispanis factae, se publicó en el Boletín Oficial del Clero Castrense y se le entregó a cada capellán expedicionario en un fascículo de ocho páginas escrito en latín. Merece la pena publicarlo porque es una síntesis magnífica de la labor que les correspondía desarrollar a tales sacerdotes en la campaña de Rusia. Ésta es la traducción directa del latín original [9]:

DECRETO DE SUBDELEGACIÓN DE CIERTAS FACULTADES CONCEDIDAS A LOS CAPELLANES MILITARES ESPAÑOLES
 
Por benigna concesión hecha a Nos por la Sede Apostólica y en virtud de las presentes Letras, subdelegamos a nuestros carísimos Capellanes Militares por Nos designados para la asistencia espiritual de los soldados españoles que forman en el llamado CUERPO EXPEDICIONARIO O DIVISIÓN AZUL y se dirigen a apartadas regiones para combatir contra el comunismo ateo, las facultades que por el Sumo Pontífice Pío XII, felizmente reinante, fueron concedidas "a todas las naciones o regiones en las que reina el estado de guerra o existe o puede existir convocación de soldados para la guerra" por la Sagrada Congregación Consistorial el día 8 de Diciembre de 1939 y que se enumeran en el Indice confeccionado, en igual fecha.
De esas facultades podrán usar los dichos Capellanes desde el momento que lleguen al lugar de la guerra y mientras allí permanezca la predicha DIVISIÓN AZUL. Al pasar por naciones extranjeras gozarán, con respecto tan solo a sus soldados, de las mismas facultades que en España tienen concedidas.
Queremos también, y así lo hacemos a todos conocer, que Nos hemos elegido al Reverendo Doctor D. Joaquín Mur Callau para que haga nuestras veces, manifestándosele por todos la debida obediencia y gobernando él paternalmente a los Capellanes súbditos.
Finalmente: A todos vosotros os exhortamos en el Señor para que de las facultades contenidas en los siguientes folios uséis sabia y santamente "a nadie dando ofensa alguna para que no sea vituperado nuestro ministerio", trabajando en edificación de los fieles, alabanza y gloria de Dios.
Dado en Toledo a 10 de Julio de 1941.
Gregorio, Obispo
Vicario General Castrense.

La organización del Servicio Religioso pivotaba sobre su Jefatura, adscrita al Cuartel General divisionario, y ocupada por el Capellán Mayor de la División. El primero de ellos, el primer Jefe de los capellanes divisionarios fue el citado por el Decreto de Facultades, Joaquín Mur Callao, el capellán más antiguo de todos los enrolados y el más carismático. Procedía del Alto Aragón, de Huesca; llevaba de sacerdote 35 años y en el Cuerpo Eclesiástico 32; había estado en Marruecos y sufrido la expulsión del Ejército a causa de las reformas de Azaña durante la República. En la Guerra Civil se libró de la cruel persecución que se abatió sobre el clero a partir de julio de 1936. De lo que se libró, exactamente, fue del “paseo” porque sí estuvo encarcelado, concretamente en el penal de Porlier, en Madrid. Allí estuvo encerrado varios meses, durante los cuales ejerció su ministerio de manera clandestina, logrando escapar de dicho recinto de manera semimilagrosa en diciembre de 1936. Recién llegado a Grafenwöhr, el P. Mur cumplió los 57 años. Él fue el alma máter de la capellanía de la División Azul. Sus sucesores al frente del Servicio Religioso, D. José García Cortázar y D. José Sanchón Lacambra estuvieron también a la altura de Mur Callao.

Capellán católico de la Wehrmacht celebrando la Santa Misa para tropa de su confesión (Archiv des Katholischen Militärbischofs. Berlín).

Hay que destacar junto al Capellán Mayor la figura del P. Conrado Simonsen Armus, un fraile legendario entre los divisionarios. De padre alemán y madre irlandesa había nacido en Hamburgo en el año 1905 e ingresado en los Capuchinos en España, en 1931. Su papel en la División Azul fue extraordinario dada su condición sacerdotal, su nacionalidad alemana y su conocimiento del idioma. Actuó al servicio de la Jefatura española ejerciendo labores pastorales dentro de la División y, lo que es más importante, haciendo de enlace con la superioridad eclesiástica castrense de la Wehrmacht; con el Capellán Mayor del Ejército en el cual estaba encuadrada la División Azul –el 16º Ejército del General Busch, y sobre todo el 18º Ejército del General Lindemann que fue el Ejército del que más tiempo dependió la División Azul-; el Capellán Decano del Grupo de Ejércitos Norte de Von Leeb (después Von Küchler), el Coronel Capellán August Wischert; y los superiores de Berlín: el Vicario General Militar católico de la Wehrmacht, Feldgeneralvikar der Wehrmacht Georg Werthmann, y en última instancia, el Obispo castrense alemán católico (Feldbischof), monseñor Franz Justus Rarkowski.

El encuadramiento de los capellanes en la División Española de Voluntarios, en términos generales, se asemeja al de una unidad española de entidad divisionaria de los años 40. Sin embargo, al ser una División con mayor número de hombres y de unidades, su servicio religioso fue más nutrido. En principio, todas las unidades de entidad batallón dispusieron en plantilla de un capellán, en especial las unidades de choque, los 9 batallones de los tres regimientos de Infantería y los grupos de Antitanques y el de Exploración y los batallones de Reserva Móvil y el deZapadores así como los cuatro grupos de Artillería. También se le dio gran importancia al Grupo logístico de Sanidad que prestaba el Servicio de Sanidad, ya que dispuso de entre 2 y hasta 3 capellanes adscritos al Hospital de Campaña y a las dos Compañías divisionarias de Sanidad. Los Hospitales de Retaguardia contaban, cada uno de ellos –salvo el Reservelazarette de Berlín-, con su correspondiente Páter.

En su unidad de destino el capellán solía estar adscrito a la Plana Mayor, caso de los batallones de Infantería, grupos de Artillería y demás unidades de combate divisionarias que disponían de ella. Tal ubicación le permitía moverse con libertad para llegar a todos sus soldados, ya estuvieran en primera línea o en el segundo escalón. Por su calidad de oficial, el Páter podía acudir con cierta agilidad a los destacamentos menores de su unidad dispersos por todo el frente. Hay que tener presente que en la División Azul los capellanes no eran plaza montada por lo que en principio no disponían de un caballo en plantilla; sin embargo al estar en la Plana Mayor hacían uso en sus desplazamientos de vehículos a motor, trineos o caballerías de la misma sin mayores dificultades.


En estos inhóspitos lugares de la tundra rusa se batieron contra el Comunismo millares de jóvenes españoles: 5.300 cayeron en el campo del honor frente al enemigo (Archivo de la Biblioteca de San Petersburgo)

Los capellanes realizaron en Rusia una impagable y escondida labor. Y digo escondida puesto que fue poco reconocida incluso en la época. En medios públicos, y al margen de las revistas de Acción Católica, salvo esporádicas excepciones en ciertos periódicos, pocas publicaciones contemporáneas se hicieron eco de ellos y menos aún otros medios como el cine o la radio [10]. Sí hubo no obstante, una curiosísima alocución transmitida desde el frente a la Patria a través de Radio Berlín, en la que se da cuenta de la actividad de la capellanía de la División. La alocución, con una duración de 3 minutos tasados, fue leída en Grigorowo por el P. Mur ante un micrófono de los Servicios de Propaganda el día 21 de diciembre. Ese día quedó grabada en un disco gramofónico impresionado. Desconocemos en qué momento fue retransmitida por Radio Berlín a España y resto del mundo. Esta proeza técnica tuvo su correlato escrito en el Diario personal del capellán encargado de confeccionar la alocución que fue el P. Francisco Prado Lerena, redactor también de algunos pasajes religiosos de la Hoja de Campaña. De su Diario transcribimos dicha alocución porque refleja muy bien la organización y las actividades de los curas en la División Azul [11].
 
Siguiendo la tradición religiosa de nuestros Institutos Armados, al organizarse la División Española de voluntarios, el Estado Mayor Central se preocupó de organizar también el servicio espiritual de las distintas Unidades que la integran.
Al efecto; cada una de ellas tiene su Capellán procedente del Cuerpo Eclesiástico del Ejército y todos ejercen su ministerio bajo las inmediatas órdenes de un Jefe de Servicios que tiene para ello amplias facultades espirituales concedidas por la Santa Sede al Vicario General Castrense y Subdelegadas habitualmente por éste.
Es misión del Capellán celebrar el Santo Sacrificio de la Misa a las tropas, para lo cual gozan del privilegio de la binación, predicar a las mismas el Santo Evangelio, confesar a los que voluntariamente lo pidieren, administrar la Sagrada Comunión, dar conferencias religioso-patrióticas, etc.
 
El Capellán sigue a su Unidad en todas las vicisitudes de la vida de campaña; se establece con el servicio sanitario en el puesto de socorro en las horas de combate y allí recibe a los heridos, les prodiga palabras de consuelo, les administra, si de ello tienen necesidad, los Santos Sacramentos de Penitencia y Extremaunción. Si es preciso acude donde sea a prestar sus auxilios aunque para ello tenga que arriesgar su propia vida. En esa Santa misión y mientras la ejercía, una explosión de mortero enemigo hirió gravemente a uno de la División en el pasado mes de Octubre (el Capellán herido es D. José Mª Castrillo Fuente, del Regimiento de Esparza). Cuando la muerte sella definitivamente la vida del Combatiente, el Capellán da a sus mortales despojos cristiana sepultura; cuida de que sobre su tumba se coloque el signo de la Cruz; recoge los objetos del caído para enviarlos a sus familiares y escribe a éstos cartas de pésame y consuelo en esas horas de tremendo dolor.
 
Los componentes de la División Española han dado y dan cada día el ejemplo magnífico de la religiosidad de la Raza acudiendo, en gran mayoría, los domingos y días festivos a recibir los Sacramentos de Penitencia y Comunión, y esto lo mismo el General que los Srs. Jefes y Oficiales, Clases y tropa. Y es espectáculo admirable ver en chabolas y trincheras cómo la tropa reza diariamente el Santo Rosario dirigido por el Capellán y acompañado por todos con religioso fervor. Los Hospitales de campaña y retaguardia, los Equipos Quirúrgicos y Compañías de Sanidad tienen también su Capellán que no se separa de los heridos y operados y ejerce en tan humanitarios centros su misión consoladora.
 
Esta es, a grandes rasgos, la misión del Capellán en campaña y así atiende, en tan importante aspecto de la vida, la División Española a sus voluntarios. Esto servirá, sin duda, de consuelo a las madres, esposas, hermanas, novias y familiares de todos los que formando parte de aquella vinieron a Rusia a luchar contra el comunismo al lado del Ejército alemán”.
 
Es verdad, pues que los capellanes tuvieron que batirse el cobre en primera línea, un lugar en el que, en principio no debían estar puesto que al ser personal no combatiente el capellán debía quedarse en el segundo escalón. En caso de combate y con base en las experiencias de Marruecos y de la Guerra Civil el capellán debía estar en el Puesto de Socorro junto al equipo médico del batallón para atender a los heridos. Pero en la campaña de Rusia, en muchas ocasiones, las Planas Mayores de las unidades y los Puestos de Socorro estuvieron en los epicentros de los combates. No fue excepcional, pues, que los capellanes tuvieran que ejercer su ministerio bajo fuego enemigo. Así lo constata el voluntario Alberto Martín Gamero, destinado en el III Batallón del Regimiento de Infantería 263º, cuando, recién repatriado, es entrevistado por el diario ABC: “en el orden religioso nuestros camaradas viven una intensa vida espiritual. En medio del peligro, la santa misa es una ceremonia piadosa y edificante. No pocas veces, apenas comenzada, hubo de suspenderse por el intenso y certero fuego enemigo. En una posición el día 1° de Noviembre, nuestro <> don Indalecio Hernández, viejo luchador en Marruecos, primero, y en nuestra Cruzada, después, hubo de interrumpir la misa que celebraba cuando ya la metralla roja había herido a algunos de nuestros camaradas” [12].

Nada más por ahora. En aquella guerra terrible estuvo sólo un puñado de miembros del clero militar español pero es un puñado muy representativo. Según los resultados de nuestra investigación, sirvieron en la campaña rusa 70 sacerdotes españoles, 65 en la División Azul y 5 en cada una de las Escuadrillas Azules. Tras haber realizado un estudio en profundidad sobre este puñado de sacerdotes estimo de justicia resaltar su categoría humana y sacerdotal y también militar. Fueron muy dignos representantes de la capellanía castrense española del Siglo XX, viviendo hasta la saciedad el principio inter arma caritas. Actuaron con espíritu de sacrificio, con celo grande e incluso con heroísmo en muchos casos. Tuvieron 2 muertos, 6 heridos y recibieron varias condecoraciones españolas y alemanas de considerable importancia tratándose de personal no combatiente, entre otras, seis Cruces de Hierro, 2ª Clase y dos Distintivos de Asalto de Infantería, uno de ellos en plata. Cumplieron con su deber evangélico en una guerra devastadora tratando de mostrar –sólo Dios sabe hasta qué punto- que Cristo, por encima de todas las ideologías y calamidades, es la puerta para la salvación de los hombres, de todos los hombres sin distinción alguna [13].


El padre Conrado Simonsen, conocido como padre Conrado de Hamburgo, franciscano capuchino alemán al servicio de la División Azul (Revista Hermandad marzo-abril de 1961)
 
[1] Miguel Alonso Baquer, La religiosidad y el combate, Consejo Central de Apostolado Castrense, Madrid 1967, p. 76.
 
[2] Cf. Sanley G. Payne, Historia del Fascismo, Edit. Planeta, Barcelona 1995, p. 550/ Vid. Carlos Caballero Jurado y Rafael Ibáñez Hernández, Escritores en las trincheras, Edit. Barbarroja, Madrid 1989/ Vid. Los trabajos inéditos de Manuel Liñán Pérez, Bibliografía Divisionaria y Artículos y Referencias a la División Azul, fechados en el año 2003 (pendientes de actualización). Vid. el apartado Libros del Foro Memoria Histórica de la División Azul cuya catalogación supera los 250 títulos de temática divisionaria o con referencias importanes (htpp://memoriablau.foros.ws)
 
[3] Hay varios autores que en nuestro país han tratado la cuestión historiográfica de lo militar; entre otros, Carlos Navajas Zubeldia, vid. por ejemplo, sus trabajos en Hispania, Revista Española de Historia: Historiografía Militar Española en el Siglo XX 1940-1989, en el nº 176, 1990, p. 1361-1371, y Consideraciones sobre la Historia Militar, nº 193, 1996, p. 739-753/ En cuanto a la bibliografía historiográfica sobre la División Azul, vid. el apartado que Rafael Ibáñez Hernández le dedica en su artículo El eco de una batalla: literatura, periodismo y cine en torno a la División Azul, publicado en el número monográfico de la Revista Aportes de Historia Contemporánea, Edit. Actas, nº 61, 2/2006, titulado, precisamente, La División Azul, nuevas perspectivas historiográficas, p. 214-216.
 
[4] Vid. Alocución dirigida por el Excmo. Sr. Ministro del Ejército, Revista Ecclesia, nº 14, 15 julio 1941, p. 5.

[5] Cf. La Ley 17/1989, de 19 de julio, reguladora del Personal de las Fuerzas Armadas (BOE nº 172, de 20 de julio), y particularmente su Disposición Final 7ª que declara a extinguir los Cuerpos Eclesiásticos de los tres Ejércitos.

[6] Cf. Real Decreto 1145/1990 de 7 de septiembre, por el que se crea el Servicio de Asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas (BOE nº 227, de 21 de septiembre). Los capellanes militares constituyen el primer caballo de batalla que el laicismo –agresivo per se contra todo conato religioso- considera en orden a conseguir erradicar la religión de la vida pública española (Cf. Pablo Sagarra Renedo, Apuntes histórico-jurídicos sobre la Jurisdicción Eclesiástica Castrense, Aportes nº 72, Madrid 2010, p. 74-78).
 
[7] Cf. La afirmación de Jorge Martínez Reverte en www.LaOpiniónCoruña.es (entrada 5 abril 2001). Tal declaración es vertida por Reverte a cuenta de la charla pronunciada en el Ateneo Republicano de La Coruña promocionando su infamante libro La División Azul. Rusia 1941-1944, RBA, Barcelona 2011. Reiteramos la calificación de infamante respecto del libro porque el autor, con aterradora y stalinista manipulación, mediante la selección de determinadas fuentes, consigue presentar a la División Azul como cómplice de los crímenes de guerra causados por alemanes y de los diversos horrores habidos en el frente del Este. La injuria que arroja hacia los divisionarios es infamante pero resulta casi más reprobable la burda distorsión que Reverte hace de la realidad histórica.

[8] El obispo Gregorio Modrego Casaús, titular de Ezani, era el Vicario General Castrense en esos momentos además de ejercer de Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Toledo. Al morir el Cardenal Primado Isidoro Gomá, el año anterior, en 1940, pasó de Obispo Auxiliar de Toledo a Administrador Apostólico asumiendo las funciones que tenía Gomá respecto de la Jurisdicción Eclesiástica Castrense y que había ejercido desde el comienzo de la Guerra Civil por delegación de la Santa Sede.

[9] Cf. Decretum Subdelegationis quarumdam facultatum cappellanis militaribus hispanis factae, Archivo del Servicio Religioso del Ejército de Tierra, Legajo s/n y que fue publicado en el Boletín Oficial del Clero Castrense nº 49 julio 1941, p. 153 y ss.
 
[10] Cf. Algunos ejemplos de artículos en los que se habla de los capellanes en Rusia: José Luis Varela, Glosa al Páter, La Región (Orense), 4 de abril de 1942 o Manuel Pombo, Ya nº 915, 7 de marzo de 1942.

[11] Tomado del Diario de Francisco Prado Lerena, día 21 de diciembre de 1941.

[12] Alberto Martín Gamero, Jefe Provincial de Toledo declaraciones en el ABC 20 diciembre 1941, p. 12

[13] Vid. Pablo Sagarra Renedo Tesis Doctoral El Servicio Religioso en la Campaña de Rusia, defendida en la Universidad San Pablo CEU. Facultad de Humanidades. Departamento de Historia, Literatura y Pensamiento, noviembre de 2009.
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