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La editorial Tradere recuerda la victoria de Lepanto

08 octubre 2010 00:00

Fue San Pío V quien introdujo en la liturgia de la Santa Iglesia la fiesta de Santa María en su advocación del Rosario. La ocasión sería la victoria cristiana acaecida en la batalla de Lepanto contra la flota turca, que tuvo lugar justamente el 7 de octubre de 1571.

Dicha victoria la reconocía y atribuía a la oración en favor del Pueblo de Dios; oración elevada a Dios mediante la intercesión sostenida a la Santísima Virgen, por medio del rosario.

Una aproximación a Lepanto la podemos obtener en los mismos textos literarios de la

época, donde una y otra vez se vuelve sobre el conjunto del escenario Mediterráneo. Es el caso de un Cervantes. La liberación peninsular es ahora tarea de liberación de las aguas del Mare Nostrum. Pinta muy vivamente el carácter y condición islámicos. Y también el impulso noble y caballeresco en la militancia bajo las banderas de Cristo y Santa María. Nos muestra la condición oprobiosa de los cristianos hechos esclavos, la de los renegados y la de aquellos otros que arrancados violentamente en su infancia y juventud de su tierra venían a conformar el cuerpo de jenízaros.

De entre lo mucho escrito y bueno, nada nos parece que supere la obra de Jean Dumont,

Lepanto, la historia oculta (Ediciones Encuentro, Madrid, 1999). Ágil y dinámica, conjuga el rigor histórico dando necesariamente entrada a la visión sobrenatural y católica, dejando hablar a los hechos, exentos de toda y cualquiera contaminación.

Si la felicidad de nuestra Patria española es la gloria de Dios y la exaltación y defensa de la Santa Fe Católica, aquí encontraremos la celebración festiva y cordial, celebración que, en tanto que católica, rebasa los límites territoriales de la Corona española. Y así, Dumont canta la fidelidad española, y siendo él francés no se le oculta el sonrojo del papel asumido inveteradamente en su propia tierra como escarnio de la Fe. A la postre, la Corona de Francia sería hollada en 1789 manteniendo, sin embargo, la República y el Imperio la misma política. Hasta nuestros días.

Se hace eco el mismo Dumont de la conciencia española de la época. La previa y la posterior, con entonación de salmodia ungida de sabiduría bíblica –por ejemplo, Paráfrasis poética sobre algunos salmos de David para dar gracias a Dios por la victoria dada al cristianismo contra los turcos-. Y cierra las referencias concediendo la palabra a la lengua inglesa –tras Claudel- en labios de Chesterton.

Estamos en 1912. Y en Inglaterra. En uno de los debates suscitados en aquella época

–“Todas las guerras son guerras de religión”- intervendría Chesterton, recibiendo el apoyo del Padre John O’Connor, que hablaría en torno a Lepanto. El relato del Padre O’Connor inspiró a Chesterton los versos de su himno, de tono encendido y épico. Aún no había sido recibido el genial inglés en las aguas de vida de la Santa Iglesia, y ya el Espíritu manifiesta la fuerza de su oración.

El poema en inglés lo tomamos de la página The Chesterton Society. En la

misma se encontrarán además testimonios de la acogida cordial que tuvo y tiene dicho poema. Por otro lado, ofrece información puntual de la causa de beatifi cación de nuestro literato. La versión castellana que sigue es la de Jorge Luis Borges, dándose a la imprenta originalmente en la revista Sol y Luna (Argentina, noviembre de 1938).

Nos acogemos a la intercesión del siervo de Dios, G.K.Chesterton, que ya en su existencia terrena acercara a tantos varones y mujeres de buena voluntad al gozo y la alegría de la Fe, deseando vivamente su pronta beatificación.

Que lo disfruten.

Tradere editorial

Para leer el poema