Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Creada por dos hermanos que dejaron atrás sus vidas

Eran ricos y no querían hijos, pero conocieron a Dios: así nació Cometa, la ciudad de los niños

Eran ricos y no querían hijos, pero conocieron a Dios: así nació Cometa, la ciudad de los niños
Lo que empezó acogiendo un niño enfermo se ha convertido en una ciudad de niños

ReL

Tenían dinero, eran famosos, y tenían claro que no querían tener hijos. Sin embargo, los hermanos Figini sintieron un vacío espiritual y un encuentro con el sacerdote Luigi Giussani, transformó sus vidas. Tanto que al presentarse un acontecimiento en sus vidas, un niño con VIH cuya madre se moría, decidieron acogerle rompiendo así con sus promesas pasadas. Detrás de este niño, vino otro y otro más. Así surgió la aldea de Cometa, llena de niños que han acogido de todo el mundo. David Brooks cuenta en The New York Times la historia de este lugar lleno de amor situado en Italia:

El lugar de amor para niños que asume la belleza

Algunas de las personas que hacen el bien más absoluto tienen la disposición a cambiar radicalmente. Son sensibles a los problemas que los rodean, como muchos de nosotros, pero también están deseando transformar sus vidas para afrontarlos, algo que no entra en los planes de muchos de nosotros. He conocido a gente así en un lugar del norte de Italia llamado Cometa.

Hace treinta y cinco años, dos hermanos llamados Erasmo e Inoccente Figini vivían en Como con sus esposas, Serena y Marina. Erasmo era un famoso diseñador de tejidos. Inoccente un prominente oftalmólogo. Eran hombres de éxito pero, como también sus mujeres, se sentían espiritualmente insatisfechos, incapaces de comprender el significado del sufrimiento que veían y sentían.

Un encuentro con Dios
Erasmo fue a ver a un renombrado sacerdote, el padre Luigi Giussani, para el que la fe no era sólo un planteamiento intelectual, sino un encuentro de belleza, una historia de amor. Erasmo volvió a casa y le dijo a su mujer: "Dios existe. He conocido a alguien que es testigo de esta realidad". Serena estaba intrigada: Erasmo era la última persona a la que llamarías religiosa. Pero, al final, ambas parejas conocieron a Giussani y encontraron la fe.



Un día de 1986, a Innocente le informaron que había un niño con VIH en el hospital, cuya madre estaba muriendo. Erasmo y Serena se habían prometido el uno al otro que nunca tendrían hijos, pero sintieron una oleada de gratitud y dijeron que acogerían al bebé.

Pronto llegaron otros niños, y otros, y otros. En el arco de tres décadas, cientos de niños acogidos han vivido en la propiedad de los Figini, ahora llamada Cometa. Si vas a comer allí, conocerás a cinco parejas adultas y a cuarenta niños comiendo alrededor de una mesa con forma de U.

Una revolución de amor
Hace unos días, Marina se pasó casi toda la comida con un niño con síndrome de Down sentado en su regazo. "Al principio tenía miedo de los niños con minusvalía", dijo. "Pero su presencia ha sido una revolución de amor para toda la comunidad".

Como nosotros, las personas de la Cometa son conscientes que el rechazo mundial a la familia y la comunidad ha dejado a millones de niños sin la experiencia de un hogar afectuoso. A diferencia de la mayoría de nosotros, ellos han transformado su vida para llenar este vacío.

Pero su deseo de cambiar no termina aquí. Cuando los niños de acogida de cualquier otro lugar de Como parecieron no estar motivados, Cometa inició un programa post-escuela que ahora acoge a 130 chicos. Debido al abandono escolar de los niños de la zona, Cometa construyó en la propiedad un instituto de formación profesional para 450 estudiantes. También tienen una carpintería, un centro de asesoramiento para padres, un centro de salud mental y un bar en un parque local. Y también ayudan en la dirección de una escuela de hostelería.


Nada de esto fue planeado. Las necesidades eran evidentes y la filosofía de Cometa es decir un "sí" detrás de otro. El director de todo esto, Alessandro Mele, abandonó su vida como asesor financiero y ahora vive en el campus, con cientos de niños. El hombre que dirige el bar, Marcello, dejó su antigua vida y ahora es mentor de aprendices con minusvalía. "Aquí soy el Marcello real al 100%. Hablo de mi vida, no de mi trabajo", dice.



Si usted o yo tuviéramos a cientos de niños corriendo a nuestro alrededor sería un caos general. Pero Cometa es hermoso. Sus jardines son maravillosos y han sido meticulosamente diseñados.  Los hogares de las familias son modestos, pero parecen salidos del Architectural Digest. Cada mueble del instituto es colorido, elegante e inusual.

Cada niño es recuperable
"La belleza educa", dice Serena, citando a Giussani. Los niños que llegan aquí a veces se sienten abandonados. A uno solía despertarle su madre con estas palabras: "Levántate, pedazo de [palabrota]. El desayuno está preparado, pedazo de [palabrota]". Pero estar rodeado de belleza hace que los niños acogidos aquí se sientan importantes, bienvenidos y amados. Si en Cometa se rompe un juguete, se arregla inmediatamente. Del mismo modo, cada niño es recuperable.

La gente de Cometa no sólo atesora la belleza, sino que la asume. En un mundo de desconfianza y traición, asumen que hay belleza en cada persona y en cada situación, por lo que muestran el camino con un desconcertante nivel de hospitalidad.

El programa educativo del instituto de formación profesional ha sido creado basándose en la idea que las máquinas harán, en un futuro próximo, la mayoría de las tareas físicas, pero que ninguna máquina serán nunca capaz de crear un hogar afectuoso. Ya sea que estén siendo formados como camareros, carpinteros, diseñadores de tejidos o pasteleros, a los estudiantes se les enseña a comprender y crear experiencias de acogida. "Todo es un hogar", dice Mele. "Todo dice 'Bienvenido a mi hogar'".



"La realidad no te decepcionará"
La idea es proporcionar a los estudiantes el poder de acoger al otro, tal como ellos han sido acogidos. Uno de los lemas de Giussani resuena por todo Cometa: "La realidad no te decepcionará". Puedes hacer el salto radical, porque la vida, al final, es bella.

Para hacer esto se necesita una determinación obstinada. Imagínense ocuparse de cientos de niños en treinta años, 24 horas al día, durante siete días. Cuando llega el momento de la cena, los adultos sentados a la mesa están agotados. Siempre, en cada segundo, hay niños que necesitan atención. Sus vidas diarias están vinculadas a este lugar, aunque algunos de los adultos tienen también trabajos a tiempo completo fuera de Cometa. Los sacrificios son reales.

Pero esta familia del tamaño de una aldea es como una filosofía encarnada, una fe en la belleza expresada de manera personal y práctica.

(Traducción de Helena Faccia Serrano)

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